Capítulo 2 "Rutina"

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Capítulo 2 “Rutina”

Alba

A las 7:00 sonó por cuarta vez el despertador.

Hice el esfuerzo de levantarme, caminé hacia el baño y a los 2 minutos me encontraba de vuelta en mi cuarto para ponerme el uniforme.

El desayuno estuvo silencioso, ya que tanto yo como Lucas estábamos casi dormidos. Mamá salió rápido hacia el trabajo, recordándonos que vendría después de las 18:45 pasadas. Asentimos todavía dormidos y al rato sentimos el motor del auto saliendo hacia el hospital donde trabajaba extensivas horas sin descanso.

A las 7:10 ya estábamos caminando hacia la parada del autobús.

Me senté en la banca y cuando Lucas se sentó al lado mío, el cuello de su buzo se bajó y dejó ver una mancha roja. Tarde segundos en darme cuenta que se trataba de un “chupón”.

-          Espero que eso no sea lo que yo creo que es – le dije mientras pasaba la mano por la marca.

Abrió los ojos grandes y se separó rápido de mi lado, tocándose el cuello.

-          N..o… m..e picó un mosquito, creo.

-          Si seguro y yo soy batman boludo – dije con sarcasmo.

El  bocinazo del autobús interrumpió la conversación.

A las 7:25 bajamos al frente de la escuela “Secundaria Jorge R. Lope de Soto”.

Acomodé mi pollera gris y me dirigí hacia el aula de 5to año, mientras que Lucas fue directo hacia 6to año. Daria  se encontraba acostada en el banco. La saludé y tome el lugar a su lado.

-          ¿Te dejaron ir mañana al boliche? – dijo seguido de un largo bostezo

-          Ni pregunte, pero seguro que sí.

-          Necesito que me prestes esa pollera estampada con flores, creo que me quedaría bien con mi rem… - asentí para que dejara de hablar.

El timbre sonó anunciando la hora de la formación, cuando la directora terminó su discurso de porque los celulares no se debían utilizar en  clases y otros anuncios, nos dirigimos hacia el aula correspondiente.

Las dos primeras horas – matemática y lengua – pasaron volando con trabajos prácticos. El recreo hizo que la mañana pasara rápida.

La última hora fue de historia que pasó  rápido.

-          Acuérdense que para el martes tienen que traer información de la primera guerra mundial – avisó la profesora antes que los alumnos salgan, casi corriendo, fuera del aula.  

Esperé que el autobús llegara en la esquina de la escuela y a las 1:15 ya me encontraba en mi casa sin tareas, sola y aburrida y sin nada que hacer.

Izan

Deje las zapatillas a un lado, y enterré los pies en el barro. Observé como el río corría con furia para luego  desembocar a lo lejos. Dejé la ropa a un lado y toqué con la punta del pie el agua cristalina. Un escalofrío de satisfacción me recorrió todo el cuerpo haciendo que  sonriera de placer.

Sereia rio feliz y me dijo con voz suave:

-          ¿Sentís esa sensación de tranquilidad dentro tuyo?

Le sonreí, mientras asentía con la cabeza. 

Miré hacia abajo, al mismo tiempo que la piel de mis pies comenzaba a cambiar de forma y color. Me fui metiendo en el río de a poco, tocando mi piel escamosa.

Cerré los ojos y me dejé llevar por las sensaciones placenteras que me penetraban.

-          Hay que apurarse porque puede que venga alguien – le dije y metí todo mi cuerpo hasta el fondo.

La piel de Sereia se había transformado de un color anaranjado digno de una nánfade mujer. Desee con todo mi ser estar en Femaría con los míos y no en este lugar que desprendía humedad y olor a barro mojado por donde olieras. El río no era muy profundo pero tenía unos metros extensos, los peces se movían de un lado hacia el otro chocando con algunas algas.

Moví mis aletas delanteras y traseras - que hace unos minutos atrás eran manos y pies de humanos - impulsándome hacia arriba. Salí del río y miré hacia mí alrededor tratando de memorizarme todo; el ruido del agua al chocar con las rocas, el canto de los pájaros, el rayo del sol iluminando el bosque entero, y por supuesto recordándome el placer de estar sumergido en el agua.

Sereia se encontraba ya en la orilla, nos cambiamos, y luego caminamos hacia la casa que se encontraba en la salida del bosque. El sol ya se estaba escondiendo anunciando que la tarde ya había pasado.

Cuando entre a la casa me observé en el espejo; los rasgos de un nánfade joven desaparecieron dando lugar a un rostro normal de un chico de 18 años. Suspiré con molestia, el tener que acostumbrarme a una vida de un humano normal, no iba a ser nada fácil.

Alba

La oscuridad cubrió toda la cuidad dando lugar a la noche, una noche fría de septiembre.

Los sonidos en la cocina hicieron que apagara la computadora, me asomé desde la puerta de mi cuarto y escuché a papá y a mamá hablando en la mesa. Lucas a su lado, algo perdido, observaba su celular sin emitir ninguna palabra.

-          Mañana voy con Daria al boliche – les avisé mientras me servía algo de jugo.

-          Bueno – contestó mi mamá – que Lucas te acompañe.

Lucas abrió los ojos y cuando estaba por protestar, y seguramente poner algún pretexto, mi papá habló.

-          Si acompañas a tu hermana mañana, tengo pensado ir a ver unos autos usados de Don Juan – antes de que Lucas pegara un grito de emoción, lo cortó - … . Pero acompañas a tu hermana ¿Queda claro?

Los dos asentimos y callamos respetando lo dicho por mi papá. Salimos de la cocina y mi hermano susurró:

-          Supongo que puedo llevar a Isabella ¿eh? – bufé

-          Siiiiii  - dije arrastrando las “i” – necesito que mañana me acompañes al río un rato.

-          No jodas – lo paré antes de que entrara a su pieza.

-          Eh, eh. No te hagas el forrito, si vos queres llevar a tu noviecita mañana a la noche, me acompañas primero al río.

Levantó el dedo del medio y luego cerró la puerta dejándome sola en el frío pasillo.

Entré a mi pieza y volví a prender la computadora. Me dormí cerca de las 23, pensando en la tranquilidad del río.

Izan y el secreto de los nánfades [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora