Capítulo 8 “Castigos”
Alba
El bosque se abría ante mí como algo prohibido, casi peligroso. Y eso hacía que siguiera avanzando a pesar de que mis piernas estaban cansadas.
La luna era la única fuente de luz que alumbraba mi camino.
El ruido de diferentes animales me hizo desconcertarme, caminé unos pasos y el sonido del río llego hasta mis oídos. Cerré los ojos por unos segundos relajando todos los huesos mientras escuchaba el suave zumbido del agua al chocar contra las rocas.
Una luz entre azul y celeste se puso al frente, iluminándome la cara. Abrí los ojos rápido para encontrarme con algo que me quito el aliento.
Tenía apariencia de persona, pero cuando te fijabas bien su piel no era normal, sus manos y pies parecían aletas cubiertas de escamas azuladas. Lo único que se asemejaba a un humano era su estatura – dos cabezas más alto que yo – y su pelo negro.
Me quedé estática en mi lugar sin saber qué hacer, cuando me moví para un costado una sus grandes “manos” me atrapó dejándome inmovilizada.
Pegué un grito mientras intentaba soltarme pero era imposible. Observé su rostro completamente azul con escamas y me pregunte qué clase de cosa era.
Sus ojos negros sin pupila me miraban como si fuera algo extraño, como si jamás hubiera visto a un humano.
Cuando pude soltarme de su agarre quise correr pero la escena de mi accidente pasado se repitió otra vez. Pero a diferencia esta vez estaba totalmente consciente, el peso de mi cuerpo cayó en picada hacia el fondo.
Cuando intente con todas mis fuerzas moverme, descubrí que mi pie estaba trabado entre dos grandes rocas. Trate de gritar pero lo único que salió fueron burbujas de aire, seguí gritando con todas mis fuerzas pero no pude hacer nada.
La sombra azul brillaba en la superficie como una lámpara.
Un golpe me hizo saltar de la cama, y al observar donde me encontraba supe que había tenido una pesadilla. Suspire casi con alegría. El hecho de haber soñado una posible muerte me había puesto la piel de gallina.
Otro golpe se sintió desde el otro lado de mi puerta.
Me levanté mirando la hora, gruñí cuando vi que eran las 8:30 de la mañana. Hoy no teníamos escuela por reunión de personal. Pero a pesar de esto, mamá nos había impuesto un castigo por la escapada mía y el descuido de Lucas. Por lo tanto teníamos que limpiar la casa entera antes de que volviera de su trabajo o si no estábamos muertos.
El cuerpo de Lucas cayó al piso cuando abrí la puerta. Me hubiera reído si mi humor hubiese sido bueno. El tarado se levanto y me miro con los ojos adormecidos.
- ¿Hubo un terremoto anoche? – preguntó irónico señalando mi pelo enredado.
- No estoy para bromitas – mascullé mientras lo corría para pasar al baño.
- No estoy para bromitas – dijo tratando de imitarme patéticamente.
Lo fulminé con la mirada y me dispuse a entrar al baño.
Cuando salí, el olor a medialunas de mi panadería favorita me hizo recuperar mi humor habitual.
Lucas estaba sentado mirando fijamente la cafetera mientras comía una masa con dulce de membrillo.
- ¿Por dónde vamos a empezar? – pregunté acomodándome en la silla.
Se empezó a reír como si hubiera dicho el mejor chiste, yo por mi lado lo mire con mi mejor cara de culo. Cuando vio mi expresión paró de reírse y me miró con una sonrisa de burla.
- La que va a empezar a limpiar sos vos – dijo mirándose las uñas desinteresado – porque gracias a vos pasó todo esto – finalizó señalándome acusadoramente.
- Sí, sí, seguro. - dije rodando los ojos – Si vos no limpias, yo tampoco.
Después de casi una hora limpiando la cocina relució de limpia.
- Listo – susurró Lucas, totalmente agotado.
- Si lista la cocina, nos falta la otra mitad de la casa – dije mientras veía por la ventana quien tocaba la puerta.
Los hermanos Kiev se encontraban en los escalones de la entrada esperando ser atendidos.
- ¿Qué mierda hacen ellos acá? – dije en voz baja para que no me escucharan.
- Eh… los llame para que nos ayuden – se rascó el cuello pensativo – Izan no tenía nada que hacer y.. . . bueno su hermana debe de haber estado en la misma.
Lo asesiné con la mirada mientras me apretaba los labios para no insultarlo.
El timbre volvió a sonar una vez más.
- Sos un pelotudo – le susurré.
- Abriles, que hace frío afuera – sonrió – después me lo vas a agradecer.
Sereia me sonrió felizmente mientras que Izan apenas me dijo un “hola”. Los hice pasar, Lucas apoyo su mano en el hombro de Izan y se fueron para la cocina hablando.
Miré a Sereia tratando de pensar de qué carajos podíamos hablar. Mi relación con ella era inexistente.
- Mi hermano me explico algo del tema del castigo – soltó una risa - ¿Les falta limpiar mucho?
- Más o menos, Lucas esta tres horas para pasar un trapo por el mueble. Así que a su tiempo no voy a terminar más.
- Mmmh, ¿A qué hora llega tu mamá? – preguntó con el ceño fruncido.
- Cerca de las 6:30.
- Bueno empecemos – me sonrió mientras cruzábamos la cocina.
Miré el baño con pocas ganas. Era lo más asqueroso que me podía haber tocado limpiar, pero cuando había insistido en que no lo iba a limpiar, Sereia dijo que me iba a ayudar. Ese fue el único motivo por el cual acepté.
Desde el baño se escuchaba perfectamente la conversación de Lucas e Izan mantenían en la sala de estar.
- Necesito que me traigas un palo de piso que deje en mi pieza – dijo Lucas con su tono mandón.
Al instante escuche los pasos de Izan caminado hacia la pieza de mi hermano que se encontraba muy alejada de la cocina, la sala y el baño.
Sereia, mientras tanto me hablaba sobre lo magnifico que eran las tiendas en la cuidad.
Izan
La pieza de Lucas parecía estar intencionalmente colocada al lado de un puerta beige, que yo asegure que era la de Alba. Tenía dos opciones; una era abrir la puerta e inspeccionar la habitación de Alba para ver si descubría algo, y la otra era buscar lo pedido por Lucas y quedarme con la duda. Me decidí por la primera opción.
Abrí la puerta muy lento y me encontré con una habitación algo desordenada, que parecía más de hombre que de mujer.
Una estantería llena de libros llamo mi atención. Diferentes autores completaban cada estante, se venían acomodados muy prolijos.
Había algo que parecía familiar. Algo que parecía mandarme leves estremecimientos.
Cuando abrí un cajón lo vi.
Era un jade de color violeta. Observe la piedra que solamente existía en Femaría. Quede congelado, los jades eran utilizados para localizar nánfades sin importar donde estés.
Mi mente no lograba entender que hacía esto en su habitación.
La idea de que nos puedan localizar me paralizó. A pesar que tanto mi jade como el de Sereia estaban destruidos, podían encontrarnos gracias a este. “Lo tengo que destruir”, me dijo a mi mismo.
Lo estaba guardando en mi bolsillo, cuando la puerta se abrió fuertemente.
- ¿Qué haces acá?
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Izan y el secreto de los nánfades [Sin editar]
Teen FictionLa vida de Alba es aburrida y rutinaria. Todo cambiará cuando sea salvada por un ser mágico, que solo ella vio. Desde ese momento su vida comenzará a ser totalmente distinta. Un amor que va más allá de las profundidades.