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"Excelente", pensó, "Justo lo que me faltaba..."

Se acercó a la puerta de aquella casa que le resultaba tan familiar, maleta en mano, toda empapada por la fuerte lluvia que estaba cayendo.

Al principio no quería hacerlo, pero al final sacó la fuerza para tocar el timbre.

Temblaba del frío, la brisa que soplaba esa noche terminaría por congelarla, aunque al menos ya no se estaba mojando gracias a la galería frente a la casa.

Volvió a tocar el timbre, ¿acaso estaba insistiendo mucho?

Bueno, eso no importa en estos momentos, había que enfocarse en no morir de hipotermia.

Escuchó unos pasos acercándose finalmente a la puerta, además de uno que otro murmullo tras de esta.

Se abrió lentamente.

–¿Sam? – la miró un poco más, como si analizase cada aspecto de la chica que tenía enfrente – ¡¿Sam?!

Una risa ahogada salió de la pelicastaña.

–H-Hola valdo. – dijo apenas, en su voz se escuchaba la inseguridad que sentía, además del temblor causado por el frío.

–Rápido, entra, estás empapada– expresó quitándose del camino y corriendo a buscar una toalla.

–Gracias valdo.

–No hay de qué sam.

Ambos se sonrieron.

El chico terminó guiando a la chica a la habitación de huéspedes, en donde se secó y cambió de ropa.

Se colocó unos joggers con un t-shirt oversized, recogió su cabello en un moño (dejando su undercut a la vista), y procedió a bajar las escaleras.

Osvaldoo la esperaba en la mesa junto a dos tazas de café y galletas.

Se acomodó en la silla frente a su mejor amigo, algo tensa.

–Entonces, ¿qué paso wey?

sam suspiró.

–Nada, solo el simple hecho de que soy una lesbiana de mierda y el que no vaya a llevar un hombre a mi casa nunca es algo muy indignante para mis roomies. . .

Revolvió su café con la pequeña cucharilla que le ofreció su amigo, quien lo miraba boquiabierto.

–¿Estás-

–¿Bien? No, claro que no, pero a la vez no me importa lo que opinen esos pendehis, ya tengo veinte y me sacaron de mi hogar, nada puede ser peor que esto.

osvaldo asintió, no sabía cómo responder a ello.

–Puedes quedarte cuánto quieras, sam. – dijo después, tratando de aliviar el ambiente, de hacer que su amiga se sintiese apoyada.

–¿Qué?, oh no, me voy a ir lo antes posible de aquí, ya te he hecho mucho para ser una carga más en tu vida.

–¿Pero qué dices? – baja su taza y la toma de las manos– La lluvia te afecto el coco o que?. Eres una de mis mejores amigas, no eres una carga, ¿sí?

La muchacha miró a otro lado avergonzada.

–Gracias valdo...

Cada una se dirigió a su habitación correspondiente, era bueno que durmiesen, mañana resolverían aquel gran embrollo en el que estaba la metida sam.

Osvaldo estaba realmente preocupado y sabía que, por más que insistiera, su amiga no querría quedarse (es demasiado obstinada para eso).

Así terminó enviando un mensaje de texto a la única persona que sabía que podría ayudarla.

And they were roommates [rivari adaptacion]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora