Cuando Osamu era pequeño, su abuela le había hablado de la Ley de Murphy tanto a él como a su hermano. La actividad favorita de ella era mirar a sus nietos desde el mostrador de la cocina y expresar su sabiduría a los pequeños Miya, mientras que Osamu le ayudaba a cocinar.
La anciana esperaba que después de sermonearles suficientes veces sobre las dificultades de la vida, sus nietos serían capaces de evitar cometer los mismos errores que ella había cometido en su propio tiempo. Tenía una lista de consejos que repasaba, como un bucle.
« Siempre miren a ambos lados antes de cruzar la calle, su hijo no lo hizo y nunca recuperó la función plena de su mano izquierda. » « La belleza se desvanece, pero no hay vida útil en tu mente. » « El césped siempre es más verde en el otro lado de la vereda, deja de mirarlo y concéntrate en tu propio césped. »
Todos los consejos fueron, según los indicios, útiles para cualquiera, especialmente para esos jóvenes. Aunque a veces los consejos se complicaban después de que la abuela tomara unas copas de vino, pero incluso sus pensamientos más achispados eran útiles para Osamu en sus últimos años.
Hasta el día de hoy, Osamu pone un vaso de agua en su mesa de noche, y su yo con resaca al día siguiente siempre se lo agradece. Sin embargo, quizá el consejo más importante que le dió su abuela a Osamu en particular, fue una tarde cuando él tenía once años y su prima mayor se iba a casar la semana siguiente. Su abuela había roto huevo tras huevo en su bowl sin caer ningún trozo de cáscara en las claras, y le dió a su nieto una mirada larga tras el mostrador de la cocina.
—Cuando te cases, Osamu —había dicho con voz firme—, recuerda la Ley de Murphy. Todo lo que pueda salir mal, saldrá mal, y en el peor momento. Cuando la ley de Murphy entra en juego, no hay nada que puedas hacer excepto rodar con los golpes —el niño de once años había asentido con la cabeza seriamente, como siempre hacía cuando su abuela decía cosas aparentemente importantes. El consejo, a pesar de su utilidad, no se quedó en su cabeza y la Ley de Murphy no pasó por la mente de Osamu en catorce años.
Se necesitan catorce años para que Osamu esté parado frente a un vuelo de facturación en LAX, con dos grandes maletas a su lado, una de las cuales contiene los anillos de boda, pasaporte en mano y una mirada afligida en su rostro, recordando lo que su abuela alguna vez le dijo: « Cuando te cases, Osamu... todo lo que pueda salir mal, saldrá mal y en el peor momento. »
Respirando profundamente para intentar calmarse, empuja las palabras de su abuela fuera de su cabeza.
—Lo siento, solo... —el peligris sonríe con dolor hacia la señora tras el mesón— ¿puedes explicármelo otra vez, por favor? —la mujer también respira profundamente, la sonrisa en sus labios de color carmesí es tan dolorosa como la de Osamu.
—Hay un sistema de tormentas que se mueve a través de Utah y Colorado. Estas tormentas tienen el potencial de convertirse en tornados, y debido a eso, las condiciones para volar son demasiado peligrosas ahora mismo, así que todos los vuelos a través de esa área estarán en tierra hasta nuevo aviso.
—Así que mi vuelo está cancelado —Osamu mantiene el boleto que está sellado en mano—. Este vuelo a Nueva York, que no está cerca de Utah ¿está cancelado? —la mujer, cuya etiqueta dice Brynn, le da una sonrisa apretada.
—Sí, señor. Está cancelado.
—Vale. No, lo siento Brynn, pero eso no funciona para mí —Osamu sacude la cabeza con fuerza cuando las abrumadoras emociones que lo atraviesan aparecen. La negación, se da cuenta, mantiene a raya el pánico que se avecina, así que decide aferrarse a ello para mantenerse estable—. Mi gemelo se casará en los Catskills en una semana —Osamu levanta un dedo como si sus palabras fueran difíciles de entender para Brynn—. Soy padrino. Tengo que estar allí para ayudar a organizar, mantenerlo calmado y asegurarme de que realmente llegue al altar, porque, entre tú y yo, tiene problemas con el compromiso —cuanto más habla, más pánico desbordan sus palabras, como una presa con una fuga a punto de reventar—. ¡Y se olvidó de los malditos anillos de boda! Así que también los tengo, y yo realmente necesito ir a Nueva York, ahora, ahora mismo —el peligris finalmente se detiene para tomar una gran bocanada de aire, y Brynn, que esperó pacientemente a que terminase su discurso, habla nuevamente, ahora con una voz más plana.
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42 horas ; osasuna (adaptación)
Short StorySuna y Osamu se ven obligados a hacer un viaje en automóvil para llegar a tiempo a la boda de sus mejores amigos. Del odio al amor, un solo paso... ¿o solo un viaje? Esta historia no es mía, la historia original está en inglés y es un fic de Harry...