Capítulo X.

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Su cuerpo reacciona mucho antes que su mente, pero entre las sensaciones abrumadores que lo rodean y las grandes cantidades de alcohol ingerido, Osamu logra procesar lo que está sucediendo. Dejó caer el micrófono sobre la barra sin mucho cuidado antes de enredar sus dedos en el cabello del castaño, retorciendo, tirando y recibiendo a cambio los más deliciosos jadeos de su parte. Los dientes de Suna atrapan su labio inferior, tirando con suavidad, pero sus manos anilladas mantienen un firme agarre de su cintura, un agarre posesivo y demandante. Osamu cumple su deseo y se separa para depositar un beso en el cuello del ojiverde, quien aún tiene el sabor del tequila impregnado en su piel.

Nunca se había sentido así, ni siquiera sabía que podía sentirse así; con un dolor placentero en su interior que pide intensamente el toque de una persona. Muchas veces intentó convencerse de que este tipo de arrebatos sólo se dan en novelas románticas o sexuales.

Sin embargo, aquí está, saliendo a trompicones de un bar de Cleveland con Suna Rintaro, a quien juró de arriba a abajo que odiaba. Aquí está, con la chaqueta de Suna sobre sus hombros mientras sus manos se deslizan por su abdomen, siendo guiado hacia el motel. Aquí está, con sus labios conectados a su cuello en el momento en que la puerta de la habitación se cierra, tanteando el seguro de la puerta mientras se niega a alejarse de él.

—Samu —jadea el castaño y el peligris podría jurar que cada gemido es una melodía fascinante—. Joder, Samu —Suna murmura casi sin aliento, separándose para poder respirar con profundidad—. Yo... Nosotros...

—Cállate —vuelve a alzar la mandíbula del castaño para depositar un beso húmedo en su cuello— Suna, necesito...

—¿Qué necesitas? —exige Suna de manera demandante, sus ojos oscuros e intensos le miran necesitados, pero con mucho autocontrol de por medio—. Tienes que decírmelo, Samu, necesito que seas claro.

Osamu lame sus labios hinchados mientras que sus ojos abiertos y lujuriosos miran a Suna.

—Te necesito, Suna. Sólo cógeme. Necesito que...

Antes de poder terminar su petición, Suna besó sus labios y lo levantó por sus piernas. Osamu rodeó su cintura y se afirmó con sus brazos mientras el castaño los dirigía a la cama, allí, el ojiverde lo depositó en el colchón, se posicionó entre sus piernas y enjauló el cuerpo ajeno con el suyo. Las manos de Osamu fueron directamente al dobladillo de la camiseta de Suna, tirando de la tela torpemente hasta que Suna se la quita por su cuenta. Después de eso, es un apuro entre ambos por quitarse la ropa, cada uno de ellos tirando de sus pantalones y camisetas. Todo es apresurado, y eso es lo que Osamu necesita, no quiere tiempo para acostarse y adivinar su decisión ante cada exploración. Lo que necesita es que Suna sea seguro, le dé la atención adecuada y que lo llene de tal manera que lo resienta al día siguiente.

Luego de estar besándose por unos segundos, que se sintieron como minutos, se separaron con la respiración agitada, los labios rojos y húmedos y una mirada lobuna completamente hambrienta mientras que comenzaban un vaivén entre sus caderas que logró sacar más de un ronco gemido de sus gargantas. El peligris coló una de sus manos entre ambos cuerpos y sobó la notable erección del castaño, este tan solo atrapó su labio inferior intentando de retener los sonidos que fervientemente quería soltar.

—Mierda, Samu.

Osamu sonrió excitado, completamente maravillado por lo lascivo que sonaba su nombre en la voz estrangulada de Suna. En un rápido pero cuidadoso movimiento, metió su mano dentro del bóxer y rodeó su dureza con los dedos. Suna devoró su boca con vehemencia mientras simulaba estocadas en su mano. Eran gemidos, sudor y pasión, en ese momento lo eran todo, y mucho más.

42 horas ; osasuna (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora