Capítulo VIII.

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—Puedo dormir en el suelo —dice Suna, ofreciéndose mientras sus ojos verdes escudriñan la habitación del motel.

—No seas ridículo, Suna —responde Osamu de manera inmediata, sacudiendo su cabeza en negativa—. No puedes dormir en el suelo —el castaño frunció los labios antes la respuesta del peligris.

—Me quedo con la silla entonces.

—Tienes las extremidades como Gumby —dice Osamu rodando sus ojos, luego deja su bolso sobre la cama y saca sus artículos de aseo—. Podemos compartir la cama por una noche, no es el fin del mundo.

De hecho, hace cuatro días, Osamu podría haber considerado esto como el fin del mundo. Recuerda esa primera noche en Utah, donde hubiese preferido asfixiar a Suna con una almohada antes que compartir la cama con él.

Ahora están en Iowa City, y a pesar de que antes hablaba de lo mucho que despreciaba al castaño, en poco tiempo le tomó... aprecio, o cariño.

Piensa en la lista extensa por la que eso ha sucedido mientras conecta su cargador al enchufe que se encuentra a un lado de la cama. La proximidad forzada entre ambos tanto en el coche como en las habitaciones de los moteles, probablemente tienen mucho que ver.

Y tal vez, solo tal vez, también se debe por la forma en la que Suna se ve bajo la tenue luz de la habitación del motel mientras se tiende en la cama, con su camiseta un tanto subida en su abdomen y el elástico de su ropa interior asomándose. O quizá, por cómo sus orbes verdes brillan de la misma manera en la que los anillos plateados que adornan sus manos lo hacen. O sus labios, que, a pesar de tener el hábito de morderlos, se ven suaves y rosados, y cree que...

Osamu se aclara la garganta cuando ve hacia donde se encaminan sus pensamientos. Quizá hace mucho tiempo no está sexualmente con alguien. Compartir cuatro días junto a otra persona, sin tener mucha privacidad significa... bastante, y cuando se pregunta a sí mismo si podrá tener algún tiempo a solas, sus dedos accidentalmente rozan unos anillos de silicona que había guardado pensando en su intimidad. Quita su mano como si se hubiese quemado y mira por sobre su hombro de manera sutil. Suna se encuentra en su teléfono con sus ágiles dedos moviéndose sobre la pantalla, ajeno a lo que sucede frente a él.

Sí, aliviar estrés es exactamente lo que necesita.

Agarra otro bóxer y en él se lleva envuelto un anillo de silicona. Y así, junto a sus útiles de aseo, se va directo al baño.

—Voy a ducharme —murmura antes de cerrar la puerta tras su cuerpo sin esperar una respuesta.

Aunque el ritual de desnudarse, ajustar la temperatura y relajar sus músculos bajo el chorro de agua le es familiar, le toma unos minutos armarse de valor y recorrer su cuerpo con sus manos, se toma su tiempo mientras sus dedos danzan sobre su eje, moviendo su muñeca con especial cuidado. Su respiración se vuelve pesada con cada roce sobre su erección, sus dedos envueltos sobre su dureza subiendo y bajando con lentitud mientras sus dientes capturan su labio inferior tratando de ahogar sus gemidos. Luego de unos minutos, desliza el anillo de silicona sobre su pene, acomodándolo sobre la base y dejando su erección completamente apretada.

A pesar de que la tensión se acumula sobre el abdomen del peligris al esforzarse por conseguir un orgasmo, es la sensación más alucinante que ha tenido en días. La tensión, según él, es mucho más dulce que la ansiedad y el estrés que ha experimentado en este viaje, porque aunque sus hombros están rígidos, es diferente a los nudos que le genera estar tantas horas en el coche.

Culminó de la manera más deliciosa, con su mano izquierda apoyada en la pared de la ducha, sus dedos restantes moviéndose sobre su pene y el líquido blanquecino manchando parte de su abdomen y mano. Si le preguntan a Osamu qué pasaba por su cabeza cuando llegó al clímax, él respondería; manos fuertes que acarician su cuerpo con conocimiento de causa, una voz ronca en su oído susurrando distintas cosas, acompañada de una respiración profunda que recorre su cuerpo mientras unos labios suaves y rosados besan y muerden su piel y clavículas.

42 horas ; osasuna (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora