Capítulo VII.

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Cuando Osamu despierta a la mañana siguiente con un cielo azul, la tormenta ya había pasado hace bastantes horas. Suna le ofrece una taza de café negro, dejando el estrés y la ansiedad de la noche anterior muy lejos. Y cuando vuelven al auto, ya no hay irritación causada por comentarios, preguntas o gestos.

Osamu se da cuenta de lo rápido y fácil que es llevar una amistad con Suna, es algo casi instantáneo.

Lo que el peligris nota también, es que Suna es mucho más interesante de lo que pensaba. Al menos mucho más interesante que los campos de maíz que ve mientras conducen por la interestatal. Los chistes que suelta el ojiverde son tontos, pero los dice con una sonrisa tan grande en su rostro que no puede evitar reírse. Suelta comentarios aleatorios, y Osamu no puede evitar disfrutar de aquellos comentarios extraños que se escapan de la boca de Suna sin filtro alguno.

—Si estuviéramos en una situación como en la de los Niños del Maíz —menciona Suna, levantando la voz para que se escuche por sobre Simon y Garfunkel— ¿Crees que serías capaz de burlar la secta? ¿O te sacrificarías por aquel que camina detrás de las filas?

Cuando Suna realizó sus preguntas, Osamu estaba bebiendo agua y ante lo espontáneo de la situación, se atragantó con el líquido que pasaba por su garganta, tosiendo como si su vida dependiese de ello.

—¿Perdón? —dice Osamu luego de un rato.

—Estamos en Nebraska, allí es donde se llevó a cabo ¿o no? —pregunta el castaño— Hay como una extraña secta infantil que matan a todos los adultos del pueblo para la cosecha del maíz o algo así. Luego una pareja que iba en auto por la carretera los descubre, e intentan detenerlos. ¿Tú crees que podrías?

—¿Detener una secta infantil? ¿O sacrificarme por el... Dios del maíz? ¿Eso me estás preguntando? —aunque piensa que es algo ridículo, su mente ya está valorando los posibles escenarios—. Creo que sería capaz de detenerlos... Son sólo niños ¿cierto? En dicha situación, no creo tener miedo de... Ya sabes... —Osamu arrastra su pulgar por su garganta y Suna se sorprende por su respuesta casual.

—¿Matarías a un montón de niños?

—Si fueran aterradores, asesinos y quisieran matarme también... Sí, por supuesto —responde mientras apoya su cabeza sobre el asiento— ¿Tú no lo harías?

—Creo que... intentaría razonar con ellos, no lo sé —el castaño dice mientras se encoge de hombros y Osamu chasquea su lengua.

—Por eso te sacrificarían a ti, y no a mí —Suna se ríe ante las palabras del de ojos grises y lo mira de reojo.

—¿No intentarías salvarme?

Osamu finge pensarlo antes de responder.

—Depende de qué tan irritante estés ese día.

—Qué encantador —murmura el castaño entre risas, pero se detiene abruptamente cuando ve un cartel a la derecha del camino—. ¡Hay una tienda de recuerdos en la siguiente salida!

Osamu se queja por lo bajo ya sintiendo la derrota apoderarse de él.

—Suna, no necesitas otro llavero o postal.

—No lo sabes, quizá pueda conseguir uno con forma de maíz.

—No lo sabes, quizá pueda conseguir uno con forma de maíz

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42 horas ; osasuna (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora