Capítulo XV.

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El aliento de Suna lo baña mientras suspira suavemente, la fragancia del merlot y el champán se asientan en la parte posterior de su lengua.

—Sakusa y Atsumu estarán felices.

Osamu suelta una pequeña risa mientras retuerce el cabello de la nuca de Suna entre sus dedos.

— Ya lo creo, no tendrán que mediar más peleas.

— No, no, todavía vamos a pelear. Eso mantiene las cosas interesantes —los labios de Suna sonríen con satisfacción, su nariz roza una vez más al peligris mientras inclina su cabeza—. Nos divertiremos mucho más cuando nos reconciliemos.

Las manos de Suna se escabullen delicadamente bajo la camisa arrugada de Osamu, deslizando las puntas de sus dedos sobre su cálida piel. La sensación del toque frío de sus dedos hace que un escalofrío recorra la columna vertebral del peligris, haciendo que con el movimiento se acerque más al cuerpo ajeno, pero aun manteniendo el pequeño espacio entre sus labios. Hay una anticipación entre ellos, una terquedad, una negativa a ser el primero en romperlo.

—¿Divertido? —pregunta Osamu con sutileza, acariciando la cabeza del castaño con sus dedos—. ¿Qué quieres decir exactamente?

—Podría decirte —Suna ronronea sus palabras, apoyando su cabeza en la palma de su mano—, o podría mostrarte. Tú decides —sus palabras le entregan una elección a Osamu.

Cuando el peligris retira sus manos del pelo de Suna, este gime como queja y le mira con confusión. El peligris simplemente se levanta de su regazo con cuidado antes de tomar la botella de vino restante.

Suna observa con atención mientras Osamu da un paso atrás, con sus ojos verdes analíticos pegados en los grises.

Por muy cómodo y atractivo que parezca en el sofá, con su chaleco algo arrugado, su camisa arremangada y el pecho levantado por su contacto cercano, Osamu lo necesita en otro lugar.

La lengua del castaño se desliza suavemente por sus labios cuando Osamu eleva la botella de vino, tomando un pequeño sorbo antes de girar sobre sus talones y caminar hacia la escalera que lleva al dormitorio principal. A penas sube un par de escalones antes de sentir la presencia del castaño atrás suyo, con su pecho rozando su espalda.

La habitación ha sido limpiada por el personal del hotel durante la mañana, y nunca había estado tan agradecido por ello como ahora, ya que Atsumu y él la habían dejado hecha un desastre en sus esfuerzos por prepararse para la boda. El personal ha hecho todo a la perfección; la cama tendida de manera pulcra y todas las almohadas decorativas encima de ella, toallas limpias enrolladas sobre los pies de la cama y algunas velas sobre las mesas de noche.

Un par de brazos rodean la cintura del peligris mientras una sonrisa inunda su rostro al sentir el cuerpo de Suna pegarse a su espalda.

—Tu habitación es encantadora... Mucho más bonita que esos moteles —la voz del castaño es baja, casi como un susurro. El peligris siente su cuerpo estremecerse cuando los labios rojos de Suna rozan su lóbulo al hablar— ¿Tienes encendedor para las velas?

—¿Quieres encender las velas? —Osamu pregunta alzando una de sus cejas— ¿No es demasiado?

Presionando sus labios en el cuello de Osamu, el ojiverde niega.

—No lo creo —murmura—. Quiero que disfrutemos aún más de esta noche.

Una sonrisa se desliza en los labios de Osamu mientras desata cuidadosamente las manos del castaño de su cintura.

—En la mesita de noche hay un encendedor, en el de la izquierda.

Mientras ve a Suna buscar en el cajón del velador, Osamu coloca la botella de vino sobre el tocador luego de darle otro sorbo y seguir los movimientos del ojiverde a través del espejo.

42 horas ; osasuna (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora