Capítulo IV

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—Te tomó bastante tiempo —Suna se burla mientras se apoya en el costado de su coche, su camiseta blanca contrasta con la carrocería cubierta de polvo del Chevy Impala negro y sus brazos cruzados sobre su pecho demuestran lo impaciente que está mientras espera una respuesta.

—Dejé las llaves hace diez minutos —a modo de explicación, sostiene en sus manos un porta vasos de cartón con dos cafés y una bolsa de papel repleta de comida—. Estaba trayendo el desayuno, Suna, relájate —murmura el peligris caminando hacia el lado del copiloto, abriendo la puerta con dificultad y subiéndose con calma—. Me imaginé que estarías hambriento.

—Quieres decir que estarías malhumorado sin comida —Suna replica, subiendo al lado del conductor con suavidad—. Dame —le quita el porta vasos con los cafés para que Osamu pueda abrocharse el cinturón de seguridad mientras él coloca los cafés en los porta vasos entre medio de los asientos del vehículo—. Ten cuidado de no derramar nada.

Osamu rodó sus ojos antes de tomar uno de los cafés y murmurar.

—¿Tienes miedo de que arruine a Stevie? —pregunta burlesco. Suna le dedica una mirada irritada mientras saca sus llaves del bolsillo.

—Sí, en realidad he puesto mucho trabajo en ella —el coche ruge cuando Suna gira la llave haciendo contacto, luego procede a abrochar su propio cinturón—. Sumarle dos mil millas en cinco días ya es preocupante y eso sin contar las de regreso —Osamu no dice nada y en su lugar deja que la lista de reproducción del castaño llene el silencio que se formó. Suna pone en marcha el vehículo y salen del aparcamiento del motel.

El peligris está encantado con dejar esto atrás, piensa a la vez que se propone encontrar algo mejor y privado en donde quiera que terminen hoy. Suna, por su parte, no parece satisfecho con el silencio entre ambos.

—¿Cómo dormiste anoche? —pregunta el ojiverde con una mano en el volante y la otra en su café, al cual le da un sorbo.

Mirándolo con sospecha por el rabillo del ojo, Osamu mete su mano en la bolsa de papel sacando de allí un muffin.

—No muy bien.

—¿Era mala la cama? —Suna pregunta con curiosidad, su ceño fruncido permanece mirando al frente, moviéndose solo para mirar la señalética que lo dirige nuevamente a la carretera—. El sillón no era muy bueno, pero he dormido en lugares peores, creí que la cama estaría mejor que eso.

—La cama no era increíble, pero... —el peligris se aclara la garganta y se traga el bocado que tenía en la boca— eh, yo no duermo bien cuando llueve —ante esa nueva información, Suna se arriesga a mirar en su dirección mientras alza una ceja. Los propios ojos de Osamu están enfocados en su muffin, al cual le da otro mordisco mientras evade la mirada ajena.

—¿No? —Suna pregunta después de un momento, la confusión en su voz era palpable— Pero es como un ruido blanco ¿no? Se supone que debería ser relajante y todo eso —Osamu se encoge de hombros.

—El problema no es la lluvia, precisamente, sino lo que le acompaña a veces —el peligris espera que ante su respuesta, el castaño deje el tema. Pero, este parece no captar la reticencia en la voz del chico de ojos grises. O quizá no le importa.

—¿Qué quieres decir? —Suna toma un sorbo de su café mientras le observa de reojo.

—Como el viento o... —el peligris parece debatir consigo mismo, pero a su vez, sabe que el ojiverde no dejará el tema con facilidad— los truenos. No me gustan —responde finalmente mientras deja su café en el porta vasos, sin embargo pierde su mirada en el paisaje—. Nunca me han gustado las tormentas eléctricas, desde que era niño. Cuando llueve, siempre me da la sensación de que los truenos están a la vuelta de la esquina... me pone nervioso, como si lo estuviese esperando. No puedo dormir así.

42 horas ; osasuna (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora