Capítulo XVI.

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Con un par de prendas menos que le estorbaran, y ambos cuerpos en la cama, Osamu arrastra su dedo índice sobre la línea de vello bajo el ombligo del castaño y sintiendo a Suna contraerse ante el tacto.

—Sensible ¿eh? —pregunta en voz baja mientras Suna inhala profundamente, con los ojos cerrados ante su tacto.

—Sí, no te burles.

—No lo estoy haciendo —Osamu continúa el movimiento hasta que sus dedos llegan al elástico de su bóxer. Sumerge un dedo debajo de él antes de inclinarse y presionar un beso sobre su bulto.

Las caderas de Suna se sacuden ligeramente como reacción, abriendo su boca para maldecir.

—Mierda.

—¿Te sientes bien? —Osamu solo levanta la boca lo suficiente para que se escuche su suave murmullo. Puede sentir el pene de Suna contrayéndose bajo sus labios, y el solo pensamiento de que lo está excitando lo suficiente le envía un flujo de calor a su propia erección.

—Estoy bien —la manzana de Adán de Suna se balancea al tragar y el esfuerzo que requiere para mantener su voz controlada es evidente—. Continúa.

Osamu chasquea su lengua en respuesta, enganchando sus dedos en la cintura de sus calzoncillos y bajándolos lentamente por sus piernas mientras Suna levanta sus caderas. Cuando el boxer está completamente fuera, vuelve su atención a la erección del castaño y la vista que le ofrece hace que se le haga agua la boca.

Es tan grande como recuerda, con una ligera curva a lo largo de su longitud que lleva a la roja cabeza. Osamu prácticamente puede sentir el calor que irradia, y cuando envuelve su mano alrededor de la base, las sospechas se confirman.

El débil gemido que cae de los labios de Suna es lo único que evita que Osamu se distraiga completamente al admirarlo hambriento. Él lo bombea unas cuantas veces y la longitud de él palpita bajo su mano mientras más sangre inunda su pelvis. Lamiendo sus labios, Osamu se inclina hacia abajo y da una pequeña lamida a la punta que gotea, recogiendo el líquido preseminal con su lengua.

Un gemido confuso se hace presente y Osamu mira por el rabillo del ojo mientras el castaño pasa una de sus manos por su propio cabello y la restante se enreda entre el cabello del peligris. Aunque lo sostiene, no lo obliga a bajar, ni trata de guiar sus movimientos, atento de lo que Osamu hace por su cuenta.

Se toma su tiempo, lame lentamente desde una de las venas pulsantes que corre por su eje, hasta el glande de su erección. Traza una línea con la punta de su lengua, disfrutando de los sonidos que la acción le saca a Suna antes de tomar por completo su glande entre sus labios. Teniendo en cuenta sus dientes, el peligris chupó lentamente, empujándose cada vez más a lo largo de él hasta que su nariz toca su pelvis.

—Eso es, mh —el castaño gime sus palabras, su voz sin aliento y tensa mientras sus dedos aún le sostienen por el cabello. Su pecho sonrojado se eleva y cae de forma prominente ante cada respiración profunda que el castaño toma—. Lo estás haciendo muy bien.

Sus palabras envían una oleada de placer al cuerpo de Osamu, incentivándole a mover su cabeza más rápido, trabajando con su mano lo que no puede meter en su boca.

Suna es extremadamente vocal durante el sexo, lo que no es exactamente sorprendente cuando se le conoce mejor. Sin embargo, sus gemidos y quejidos son todo el estímulo que necesita Osamu para mantener su ritmo constante. Luego de un tiempo disminuye su velocidad sólo para hacerlo sufrir. Le encanta burlarse del castaño.

Un gemido se desprende del pecho de Suna cuando frena nuevamente sus movimientos, arrastrando su lengua por toda su longitud antes de centrarse en su punta con gran interés.

42 horas ; osasuna (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora