Tan pronto como abren la puerta de la habitación del motel, Osamu sabe que no podrá dormir profundamente en toda la noche. No está seguro de cuál debió haber sido su primera pista. Tal vez debió haber sido la luz parpadeante y roja del motel lo que debiese haberlo alertado. O quizá el empleado de la recepción que parecía esconder muchos secretos.
Cuando Osamu y Suna se acercaron a la recepción del pequeño vestíbulo, que olía vagamente a moho, el recepcionista con el uniforme del motel, apenas les había levantado la vista hasta que ambos estuvieron directamente delante de él.
—Hola —dijo Suna, tomando un tono de voz cauteloso y educado, algo que Osamu hubiese apreciado escuchar en las ocho horas de viaje de ese día—. Queremos dos habitaciones, por favor.
—Aquí —el recepcionista se dio la vuelta sobre sí mismo y agarró una llave con una endeble etiqueta de plástico de una pared de clavijas vacías—. Cama matrimonial, la primera puerta a la izquierda por aquel pasillo. Le vendrá bien a los dos.
—Uhm, no —Suna aclaró su garganta mientras sacudía su cabeza—. Necesitamos dos habitaciones.
Finalmente el recepcionista los miró, escuadriñando a cada uno. A Osamu, algo le molestó en su mirada.
—No tengo dos habitaciones, solo una. Todo lo demás está tomado.
Suna le echó un vistazo al peligris y ambos sabían que reflejaban el mismo pensamiento: no había manera de que compartieran cama. De ninguna manera. Apenas habían sobrevivido ocho horas en el mismo coche sin que uno de ellos los llevara por un precipicio.
Si Osamu comparte cama con Suna, aunque sea una sola noche, probablemente terminaría asfixiándolo mientras duerme antes de que el primer ronquido dejara su odiosa boca.
—Esa no es una opción realmente—intervino Osamu dando un paso al frente. El asistente le echa un vistazo—. ¿No hay algo?
—Mire, señor, le estoy diciendo lo que hay disponible —el recepcionista le barrió el cuerpo con su mirada—. La habitación podría tener una silla, aunque no todas la tienen, pero no sabría decirle si esta posee una o no. Ahora, ¿quieren compartir la habitación o no? Si no, quizá podría encontrar algo distinto para ti —antes de que Osamu tuviera la oportunidad de responder aquella sugerencia lasciva, Suna ya estaba dando un paso adelante, inclinando su cuerpo protector sobre el del peligris. Cuando Suna respondió, su voz era tan firme como oscura, dejando a un lado el tono educado.
—Tomaremos la habitación —dijo fríamente, sacando su billetera de su bolsillo trasero para luego tirar unos cuantos billetes sobre el mesón—. Gracias por la ayuda.
Osamu cree que el aspecto del motel debió haber sido una señal del estado de la habitación; el mismo olor a moho impregnaba cada centímetro de aire que ellos respiraban. Y el polvo, parecía cubrir todas las superficies, como la televisión, el mueble con antigüedades decorativas, la pequeña mesa de dormir y la repisa a un lado de la ventana. Para su alivio, hay un pequeño sillón en la esquina, probablemente lo que mencionó el recepcionista.
Sin embargo su alivio es de corta duración cuando ve el raído edredón beige en la cama, y se pregunta si tal vez dormir en el auto de Suna, que por cierto le había jurado al ojiverde que no quería hacerlo, podría haber sido la mejor opción.
Suna cierra la puerta detrás de ellos con un fuerte golpe, girando el seguro de la puerta y colocando la cadena en el marco de la misma.
—Mantengamos eso cerrado ¿sí? —murmura, caminando hacia la ventana y asegurándose de que las cortinas estuviesen bien cerradas. Todo en la habitación es de dicho color, como si estuviesen en una especie de pesadilla color caqui.— No confío en que ese gilipollas no intente entrar —señala la puerta con su cabeza sujetando la correa de su bolso en el hombro, sin saber dónde dejarlo por el polvo.
ESTÁS LEYENDO
42 horas ; osasuna (adaptación)
Short StorySuna y Osamu se ven obligados a hacer un viaje en automóvil para llegar a tiempo a la boda de sus mejores amigos. Del odio al amor, un solo paso... ¿o solo un viaje? Esta historia no es mía, la historia original está en inglés y es un fic de Harry...