Luhan parecía totalmente desmoralizado. Sehun nunca le había visto tan afectado, tan inseguro y carente de determinación. Parecía un niño al que hubiesen castigado en la escuela y supiera que el asunto iba a empeorar cuando llegara a casa.Sehun se puso fuera de sí. Pero el tahúr egoísta no estaba pensando en sí mismo. No podía soportar ver así a aquella criatura. Se encaró con Bella.
—¿Qué diablos te pasa? Te he pagado mucho dinero.
La posadera no respondió de inmediato. Estaba demasiado ocupada dando instrucciones al cochero para que descargara el baúl y las maletas de Luhan.
—Es culpa mía —dijo Luhan.
—¿Culpa tuya? ¿Qué crimen has podido cometer para que Bella te eche a la calle?
—No lo estoy echando a la calle. —Bella también estaba malhumorada—. Te lo estoy entregando a ti.
—Me han echado del trabajo —dijo Luhan.
—¿Otra vez?
—¡La cuarta! —Bella alzaba los brazos al cielo—. Ahora nadie querrá contratarlo.
—No tengo suficiente dinero para pagar mi alojamiento —confesó Luhan.
Sehun saltó de inmediato.
—Si esto es todo...
—Eso no es todo —terció Bella—. ¿Crees que le echaría de mi casa solo porque no tiene suficiente dinero para pagar el alquiler, en especial cuando tiene un primo con mucho más dinero del que puede gastar?
—¿Entonces por qué lo haces?
—Porque está creando mala fama a mi casa.
El tahúr decidió lanzarse a degüello.
—Yo creo que más bien le daba un toque de clase a tu horroroso mausoleo.
—¿Te parece un toque de clase la presencia de una docena de hombres merodeando ante la puerta mañana, tarde y noche? —Bella, enfurecida, defendía su reputación como una pantera—. ¿Y qué hay de las riñas que estallan para ver quién lo acompaña a casa, o hasta la esquina, o quién le consigue un coche? ¿Eso da un toque de clase? Y encima estuvieron a punto de matar de un susto al pobre señor Horn.
—¿Quién diablos es el señor Horn? —A Sehun, molesto de por sí, le irritaba especialmente que le hablasen de cosas que no entendía.
—Es el pobre hombre que tuvo la amabilidad de darle trabajo en su librería. Fue su segundo trabajo, ¿recuerdas? Y esos hombres estuvieron a punto de darle una paliza por despedirlo.
Sehun no tuvo más remedio que echarse a reír.
—Y deberías haberlos visto cuando irrumpieron en la tienda de la señora Lee. Fue después de que lo despidieran por cuarta vez. —A Bella le indignada que Sehun, que volvía a reír, no se estuviera tomando el asunto en serio—. La pobre mujer se llevó tal sofocón que sufrió un ataque y desde entonces no ha podido levantarse de la cama.
Sehun soltó una carcajada.
—Puedes reírte todo lo que quieras, pero yo no lo voy a tener en mi casa más tiempo. Tuve más hombres merodeando frente a la entrada que... que... —Bella miró hacia todos lados en busca de inspiración—... que la Casa Salem. —Señaló la elegante casa que había al lado.
—Tal vez deberías cambiar de negocio.
Esa sugerencia no le gustó a Bella ni lo más mínimo.
—Debí haberme imaginado que reaccionarías así. Considerando lo que haces día y noche, no me sorprende que...
Bella dejó la frase sin terminar, pero no porque Sehun hubiese dejado de reírse. Luhan la había agarrado de un brazo y le había dado un tirón que casi la tumba.
—No te atrevas a decir una sola palabra más en contra de Sehun. Después de todo lo que ha hecho por ti, es realmente imperdonable que te atrevas siquiera a pensar esas cosas.
Bella se quedó mirando al joven, boquiabierta, completamente aturdida por la sorpresa.
—Irene me contó lo que eras antes de que Sehun te encontrara. También me contó que él te prestó dinero para comprar tu pensión y cómo tuviste el descaro de cobrarle un suplemento por mi habitación y también por ayudarme a encontrar un trabajo... Sí, también estoy al tanto de eso. Nunca lo habría pensado de ti. Tu gusto con la decoración puede ser realmente deplorable, pero había pensado que eras una mujer honesta y justa.
Sehun se quedó mirando a Lu, igualmente asombrado por aquella insólita explosión. Bajo la piel de aquel ángel se escondía una verdadera hidra de siete cabezas. Prácticamente podía ver al reverendo Ling clamando justicia para que el fuego del infierno consumiera a la pobre Bella, y solo porque se había atrevido a decir lo que todo el mundo pensaba. Mientras Bella seguía muda, Luhan se volvió hacia sehun. El ángel justiciero parecía haberse esfumado, como si nunca hubiese estado allí.
—Bueno, me he enfadado un poco. En realidad no es culpa suya. Traté de evitar que los hombres amenazaran a la señora Lee, pero no me hicieron caso. Tenía mucho miedo de que le hicieran daño al señor Horn.
Sehun tenía dificultades para concentrarse en lo que decía su primo tan atropelladamente. No podía olvidar que acababa de mostrarse dispuesto a atacar a Bella porque se había atrevido a calumniarlo. Era lo último que se hubiera imaginado. Se sintió culpable al pensar que él no había sido igual de tajante a la hora de defenderle a el. Tendría que haberlo visitado todos losdías para ver cómo iban las cosas. Le gustara o no, Luhan era su responsabilidad. Si no hubiese sido un bocazas cuatro años atrás, su primo nunca habría pensado en huir de casa.Sin embargo, se le escapó una sonrisa. La imagen de un grupo de jóvenes pretendientes amenazando con atacar a una anciana le resultaba demasiado cómica.
—Me gustaría haber visto la cara de la mujer cuando una docena de tíos furiosos invadieron su tienda.
—Si te parece tan gracioso, será mejor que seas tú el que lidie con la horda de hombres que lo siguen a todas partes. Y eso incluye a algunos de tus amigos. —Tras recuperar el don de la palabra, Bella volvió a subirse al coche—. Pero no me pidas que lo ayude más.
De repente sonó la voz de Irene.
—¡No lo haremos, no te necesitamos! —La ayudante de Sehun había salido justo a tiempo para presenciar el ataque de Luhan a Bella—. ¡Hasta nunca! ¡Llevar a Luhan a tu casa fue un error desde el principio!
Sehun la miró.
—¿Adónde debería haberlo llevado?
—Debiste subirlo en el primer tren y acompañarlo de regreso a Virginia.
—Pero el no se quería ir.
—No lo intentaste lo suficiente. Pero eso es agua pasada. Ahora las cosas son distintas. La pregunta es qué vas a hacer en adelante. —Irene señaló el equipaje que reposaba en la acera entarimada—. Será mejor que tomes una decisión. Esto se sabrá enseguida, y va a llamar mucho la atención.
—Puedo ir a otra pensión —dijo Luhan—. Habrá gente que no sepa nada sobre mí. No tiene por qué ser una pensión bonita. Yo...
Sehun lo interrumpió.
—No vas a hacer nada de eso. Te llevaré al hotel de Jun.
—Por favor, no me envíes allá. —Luhan pareció a punto de llorar—. Yixing me agrada mucho, pero me siento muy perdido en ese lugar tan grande. Allí todo el mundo me mira por encima del hombro.
Luhan trataba de ocultarlo, pero era imposible no ver el pánico que brillaba en su mirada.Irene trató de ayudarle.
—Creo que debería quedarse aquí, al menos por esta noche.
—Sí, por favor, déjame quedarme aquí. Prometo no causar problemas.
La esperanza se reflejó en la expresión de Luhan, pero Sehun se puso mucho más tenso.
—Pero no tenemos dónde alojarte. Todas las habitaciones están ocupadas.
Sin embargo, ese no era el verdadero problema. Un doncel como Luhan no tenía nada que hacer en un lugar como el Heaven. Aunque Sehun trataba de proteger la virtud de sus empleadas, las personas que trabajaban en salones estaban condenadas a tener mala reputación. La fama de Luhan también acabaría sufriendo inevitablemente.
—El hotel es el mejor lugar —insistió Sehun—. Yixing te cuidará muy bien.
—Estoy seguro de que así sería, pero me sentiría mucho más cómodo aquí. Prometo no ser una carga. No necesito más que un lugar, cualquier rincón donde dormir. Prometo...
Sehun no cedía.
—No tenemos ninguna cama extra.
Luhan sintió que se le partía el corazón.
—Te gustará el Palace —insistió Sehun—. El otro día prácticamente solo viste el comedor. Espera a ver el resto. No hay nada parecido en todo el mundo. Pasarás días enteros descubriendo cosas asombrosas.
—Ya verá el hotel en otra ocasión. —Irene cogió una maleta y le dio otra, más pequeña, a Luhan—. Lo que ahora necesita es estar con amigos. — Agarrando la mano de Luhan, se dirigió al interior de la taberna.
—Pero no tenemos lugar para el—gritó sehun, que fue tras ellos.
—Yo conozco el lugar perfecto. Ahora, deja de poner travas y haz que alguien meta ese baúl.
Mientras obedecía a Irene y ordenaba que metieran el baúl, el tahúr maldecía para sus adentros. Al final, por gallito que fuera, se había pasado la vida obedeciendo. Primero a su madre, luego a Jinki. Y ahora, cuando era un adulto y debería poder hacer lo que quisiera, bailaba al son de la música que tocaban Luhan e Irene. Eso estaba mal: él era el jefe, él era quien debería dar las órdenes. ¿Y dónde diablos iba a alojar Irene a Lu? No había una sola cama vacía en toda la casa. Lo único que quedaba era su vestidor.
—¡Maldición! —Sehun acababa de caer en la cuenta de lo que Irene se proponía—. ¡La voy a estrangular!
Cruzó las puertas como una tromba y se abrió camino a través de la cantina lanzando feroces improperios contra Irene. Los clientes levantaron la cabeza para ver qué pasaba, observaron a sus vecinos, se encogieron de hombros y luego siguieron jugando.
—¡No puedo! —Luhan retrocedió ante la puerta como si se tratara de la mismísima entrada al abismo del infierno, del que su padre tanto le había hablado—. Sehun me mataría si me quedase aquí.
—No, no lo hará. Además, es el único lugar que tenemos.
—¿Y dónde va a dormir él?
—Puede hacerlo en el elegante hotel de su hermano, ya que le parece tan fascinante. Y en cierto modo lo es, créeme. En cualquier caso, por dormir allí no tendrá pesadillas. Aunque más que un hotel para gente decente, parezca más bien el palacio de uno de esos horribles sultanes, o como se llamen esos hombres que andan envueltos en una sábana y dejan a sus esposas bajo la vigilancia de hombres a los que les han cortado algunas partes que no voy a mencionar.
—Pero no está bien que le quite su habitación. No voy a poder pegar ojo.—Luhan señaló la cama—. Sehun duerme desnudo en esa cama.
—No sé qué es lo que te preocupa. Es la mejor cama de la casa.
—Pero es la cama de Sehun. Me pasaré toda la noche pensando que mi cuerpo está tocando los mismos lugares que tocó el cuerpo de sehun.
Irene respondió con tono burlón.
—No puedo evitar que tengas sueños atrevidos. Aunque, si de todas maneras los vas a tener, este es un buen lugar para tenerlos.
—¡Irene! Yo nunca... —Luhan se puso rojo como un tomate.
—Entonces es hora de que los tengas. —Empujó al muchacho hacia la habitación—. Un chico que se comporta tan bien como tú merece tener un sueño decente de vez en cuando. Y no solo un sueño.
—¿Tú tienes sueños así? —De repente, Luhan sintió tanta curiosidad que se le olvidaron los problemas. Se había sentido tan avergonzado por el único sueño así que tuvo, que nunca le había dicho ni una palabra a nadie. Pero si irene también tenía sueños como ese, tal vez no fueran tan malos.
—Mis sueños harían que a tu padre se le chamuscaran las cejas.
Luhan sonrió.
—Uno de estos días, cuando tengas un poco más de experiencia, te hablaré de ellos.
—Ya tengo experiencia. Cuéntamelo ahora. —Nadie se había ofrecido nunca a explicarle a Luhan nada acerca de la naturaleza física de un doncel y no iba a permitir que se le escapara semejante oportunidad. Pero se le escapó.Entonces oyeron unos pasos que subían la escalera y resonaban en el pasillo.
—Más tarde. —Irene y empezó a empujar a Luhan a lo largo de la habitación hasta que cayó sentado en la cama—. Ahora tenemos que defender tu territorio.
Luhan intentó levantarse.
—Pero yo no...
—Tú sí. —Lo empujó de nuevo hacia abajo, al tiempo que el apuesto tahúr entraba hecho un basilisco en la habitación.
—¡Fuera de mi cama!
Luhan trató de ponerse de pie otra vez, pero Irene lo mantuvo en su sitio.
—No.
—¡Fuera de mi cama, Irene Bae! Si quieres que el duerma aquí, dale tu propia cama.
—Eso fue lo que pensé al principio, pero luego me di cuenta de que no iba a funcionar. Tú no te puedes quedar aquí si está tu primo y no hay habitaciones libres. Eso se sabrá. Así que lo más sencillo es que el se quede con tu cama. Tú puedes dormir en el hotel.
—¿Por qué no me puedo quedar aquí?
—Porque acabarías con su reputación.
—No seas ridícula. Siempre he dormido aquí y este lugar está lleno de chicos y chicas.
—¿Es que quieres que el tenga la misma reputación que tenemos nosotros?
Sehun se sintió como si se acabara de estrellar contra una locomotora. Desde luego, no quería hacer nada que dañara la reputación de Lu, pero tampoco quería que Irene y las otras chicas y sus chicos pensaran que no tenía el mismo respeto por la reputación de ellos. Sencillamente eran distintos, eso lo sabía, pero no sabía cómo expresarlo. DongWook era el único de la familia que sabía hablar como es debido. El resto... cada cual se expresaba como podía, y muchas veces metían la pata.
—No quiero hacer nada que arruine la reputación de nadie —dijo por fin —, pero no veo por qué eso deba obligar a que renuncie a mi cama.
—Porque tú te puedes quedar unos días en ese hotel sin ningún sufrimiento, pero Luhan no. Cora se marchará al final de la semana y Luhan podrá quedarse con su habitación. Entonces podrás recuperar tu cama.
Sehun reflexionó y cayó en la cuenta de que si se mudaba al hotel por unos cuantos días podría dormir las noches completas. Su primo no iría hasta allí para despertarlo. Al menos no creía que lo hiciera. Sin embargo, no acababa de estar convencido. No le gustaba la idea de permanecer dormido lejos de la cantina todo el día, mientras el endemoniado puritano estaba levantado, haciendo cosas que probablemente traerían miles de problemas. Y no podía confiar en que irene lo detuviera, pues últimamente su ayudante no parecía estar en sus cabales. Siempre había estado dispuesta a hacer todo lo que él deseaba, pero ahora no dudaba en hacer todo lo contrario de lo que quería. Pero al final cedió.
—Está bien, puede quedarse aquí, pero solo por esta noche. —Se volvió hacia Luhan—. Si no estuviera seguro de que su esposa te echaría a la calle, te llevaría a casa del señor Thoragood.
Luhan se sintió aliviado. No le cabía duda de que los Thoragood lo recibirían, y sabía que a la señora Thoragood no le haría mucha gracia, aunque su primo exageraba. Echarlo, no lo echaría. En cualquier caso, últimamente el muchacho había llegado a la conclusión de que no le gustaba no sentirse bien recibido. Eso no le había sucedido nunca hasta entonces. La gente siempre había sido amable con el, siempre había estado dispuesto a hacer cosas por el. Jamás se había aprovechado de esa amabilidad general, su padre nunca lo hubiese permitido, pero había aprendido a esperar que la gente siempre tuviera una buena disposición hacia el. Sin embargo, en San Francisco las cosas eran distintas. Nunca habría imaginado que pudiera sentirse agradecido por el solo hecho de que alguien le ofreciera una cama de buena gana y sin tener que rogar. Miró a su primo y le habló con tono firme y apasionado.
—Lo siento. Nunca fue mi intención que pasara esto. Nunca pensé que...
—No te preocupes por eso. Ya está arreglado todo. No tienes que preocuparte porque esos hombres vuelvan a molestarte. Me aseguraré de que nadie se te acerque.
—Ve a ver qué sucede con el baúl de Luhan —dijo Irene—. Yo voy a ayudarle a acostarse, pobre está agotado.
Sehun parecía no entender cómo alguien podía querer acostarse a las nueve de la noche, pero la verdad era que estaba verdaderamente cansado. Había tenido un día largo, estresante y lleno de decepciones. Tenía que pensar en lo que haría ahora. No podía seguir causando tantos problemas a Sehun y a otra gente. Eso no era justo.
Irene cerró la puerta detrás de Sehun.
—¿Tienes hambre?
—No, Bella me dio de comer.
—Cuánta amabilidad. Bueno, olvidémosla, supongo que en el fondo no es tan mala, pero detesto a las mujeres sin agallas. Yo me habría podido deshacer fácilmente de esos hombres. En último extremo, los habría amenazado con abrazarlos y darles un beso a cada uno.
—Eso no habría servido de nada, pues recibirían el castigo encantados. Tú eres muy bonita.
—Si así fuera, ya habría encontrado a un hombre que me quisiera, y no es el caso.
—Ya encontrarás a uno, no te quepa la menor duda.
Luhan se recostó sobre las enormes almohadas. Estaba tan fatigado que apenas podía mantener los ojos abiertos. Si quería ver a sehun y a Irene por lo menos un rato cada día, tenía que dejar de levantarse a las cinco y media de la mañana. No tenía sentido. No había nada que hacer a esas horas.
—Bueno, mientras encuentro a mi hombre te voy a ayudar a desvestirte y a meterte en la cama. Estás a punto de caer redondo.
—A mamá no le gustaría que me durmiese vestido. —La voz pastosa indicaba que ya estaba medio dormido.
—Es la primera vez que mencionas a tu madre. Ya estaba comenzando a pensar que tu padre la había fulminado con el rayo divino y la había hecho desaparecer.
—Mamá no habla mucho. Dice que a los hombres no les gusta que uno hable tanto. Por eso mismo, cree que a mí me va a costar trabajo hallar a un hombre que me aguante.
—Bueno, pues tu madre se equivoca. Me imagino que ya te has dado cuenta de eso.
—Agrado a los hombres, ¿verdad? —El rostro de Luhan se iluminó con una sonrisa adormilada.
—Sí, así es. Eres muy bonito y aunque no andas por ahí presumiendo...
—Papá dice que...
—Deja de pensar en lo que dice tu padre. Dormirás mejor si te olvidas de eso. ¿Estás seguro de que no te molesta el ruido de abajo?
—¿Qué ruido?
—Ya veo que no. Me gustaría poder dormir así. Supongo que así es el sueño de los inocentes.
—Me gustaría no ser tan inocente. Es muy aburrido ser siempre tan puro. ¿No crees?
—No sé qué decirte. Ser muy impura también acaba aburriendo. Tal vez a mí me gustaría ser ingenua, si pudiera recordar en qué consiste tal cosa... Venga, duérmete y deja de preocuparte por la pureza. Eso cambiará algún día. Tendrás mucho tiempo para decidir si te gusta más un tipo de vida u otro.
—Mi ropa está ahí dentro —dijo Sehun—. Y no esperarás que mañana me ponga la misma ropa que hoy.
—Pero ya está dormido.
—Debiste pensar en eso antes de sacarme a empujones de mi habitación.
—¿No puedes olvidar la ropa por una noche?
—No. —La idea de ponerse una ropa arrugada y sucia le producía escalofríos.
—Entonces entra por el vestidor.
—No puedo. Cuando tuviste la graciosa ocurrencia de mostrarle a Luhan cómo entrar en mi cuarto, hice tapar la entrada. Ahora esta es la única manera de entrar o salir. Quítate de mi camino, pues voy a entrar, te guste o no te guste.
—No me voy a mover de aquí hasta que salgas.
Sehun la miró con extrañeza y luego sonrió.
—No confías en mí, ¿verdad?
—¡Claro que no!
—Maldición, mujer, el es mi primo y el hijo de un predicador. ¿Por quién me tomas?
—Por un hombre, un hombre como cualquier otro. Luhan es un niño hermoso y te he visto...
—Nunca me has visto violar a nadie.
—No, pero nunca has tenido a una criatura hermosa durmiendo en tu cama. Ve a por tu ropa y sal corriendo.
—¿Estás segura de que no estás celosa?
Irene lo pensó un momento.
—Sí, un poco. Una parte de mi desearía poder ser como el. Y no solo por su belleza, sino también por su inocencia. No podría acostarme en la cama de un hombre en un lugar como este sin atrancar la puerta y mantener una escopeta cargada al lado de la almohada. Pero el se durmió sin preocupación alguna. Me siento un poco celosa de eso... ¿Y qué me dices de ti? ¿No tegustaría tener un poco de su inocencia?
—¿Estás bromeando? Si fuera así de inocente, haría meses que habría perdido este sitio. ¿Y dónde estaríais entonces todos ustedes?
—Sé muy bien lo que significaría para nosotros perder este lugar, pero tú eres un hombre rico, este negocio no te hace falta. Podrías volver a casa con tu familia.
—No conoces a mi familia. Preferiría dormir bajo un puente a estar bajo el mismo techo que ellos. Ahora deja de entretenerme y permíteme que entre a recoger mi ropa.
—Lo he pensado mejor. Voy a entrar contigo.
—¿Crees que el demonio podría tentarme de todas formas?
—No creo que el demonio pueda tentarte, creo que eres el propio demonio.
Los dos entraron de puntillas y atravesaron la habitación hasta el vestidor como si fueran niños tratando de entrar a la casa sin despertar a sus padres. Sehun cerró la puerta de la habitación y encendió una lámpara. En unos instantes recogió la ropa que quería llevarse, pero tratar de guardarla en una maleta sin que terminara convertida en un acordeón era cosa completamentedistinta. Eso requería más tiempo, o más habilidad.
—Ven, déjame que te guarde eso —susurró Irene—. Nunca vi a un hombre tan inútil como tú. Espera afuera.
Pero Sehun no pensaba esperar fuera. Todavía estaba enfadado por haber tenido que ceder su cama. No quería dejar a Luhan sin un lugar donde dormir, pero no entendía por qué tenía que usar su cama. El tahúr, dando vueltas a esas irritantes ideas, se acercó a la cama sin preocuparse de no hacer ruido. Si se despertaba, mejor, así sabría lo que se siente cuando te sacan del sueño de mala manera. Es más, no es que no le importara despertarlo, es que quería hacerlo.Era una actitud infantil y él lo sabía, pero la idea cada vez le parecía más interesante. Y tampoco se sentía avergonzado. Si acaso, un poco desconcertado. Al final, iba a parecerse a DongWook, cosa que había procurado evitar desde pequeño. Ahora era como un chico malcriado y egoísta, siempre decidido a salirse con la suya a cualquier precio. Era extraño que un pobre chico inocente como Lu tuviera tanta fe en él como para confiarle su destino. Sehun no quería esa responsabilidad. Pero, quisiera o no quisiera, aquel muchacho estaba en sus manos.Y encima le había quitado la cama. Sehun se acercó un poco más. El muchachp dormía con su aire virginal e inocente. Era demasiado hermoso, lo cual la ponía en peligro. Desde luego,Sehun no se sentía particularmente atraído hacia ese tipo de encantos. Prefería una belleza más madura, una persona más sofisticada, que estuviera interesada en disfrutar de la vida sin hacer planes para el futuro. Él era como la abeja que va de flor en flor, libando aquí y allá. No veía razón alguna para limitarse a una sola.Pero eso no quería decir que no pudiera apreciar la belleza de Luhan. Ni su inocencia. El conjunto resultaba muy atractivo, incluso para un hombre tan experimentado como Sehun. Suponía que todos los hombres se entregan tarde o temprano a la fantasía de un joven hermoso y cándido que solo pueda amarlo a él, que lo adore, que se aferre a él y tenga fe ciega en sus méritos y sus cualidades. Desde luego debía de ser muy agradable, podías llegar a sentirte el rey del universo. Pero había que pagar un precio por esa ciega adoración, y hacía mucho tiempo que Sehun había concluido que las desventajas de esa situación eran mayores que sus ventajas.
No obstante, tal vez no fuese tan malo como él creía. Luhan no era un chico totalmente dependiente. Más bien al contrario: no parecía esperar que un hombre, ni nadie, hiciera lo que el era capaz de hacer. Cualquier doncel que se atreviera a cruzar el país por su cuenta tenía muchas agallas, más de las que podía imaginarse. Luhan sin duda ignoraba muchas cosas, pero al tahúr no le cabía duda de que en seis meses el chico sabría más sobre San Francisco que la mayoría de la gente que llevaba años viviendo allí. Era una pena que lo echaran de sus trabajos constantemente. Por más vueltas que le daba al asunto, no sabía qué podría hacer su primo para conseguir un empleo duradero. Tal vez debería ocultar su hermoso cabello debajo de un sombrero negro, en lugar de dejarlo brillar al sol. Por mucho que no fuese de extrañar, era un problema que los hombres lo siguieran a todas partes.Las mantas se habían escurrido un poco. En cualquier momento se caerían completamente. No quería que el chico se resfriara. Fue a colocarle la ropa de cama, y cuando se acercó un poco más el deseo le alcanzó con la fuerza de un rayo. Por primera vez vio a Luhan como veía a otros. Y lo que vio provocó una auténtica conmoción en su cuerpo. Era una noche templada. Luhan tenía parte del cuerpo al descubierto. Una pierna larga y esbelta, que se extendía desde un tobillo bien formado, pasando por una rodilla maravillosa, hasta un muslo solo en parte tapado por la sábana. Nunca había visto una pierna tan blanca, tan perfectamente formada. La tentación de acariciar aquel muslo, de hacer a un lado la sábana... era casi irresistible.
El atormentado tahúr decidió hacer un esfuerzo para pensar en otra cosa antes de que la imaginación pudiera causar males mayores. El brazo era igual de encantador. Estaba tendido en dirección a él, con la palma de la mano hacia arriba. La mano colgaba desde el borde de la cama, mientras que la parte interna del brazo quedaba expuesta a su mirada. Parecía tan suave, tan tibio, que Sehun tuvo que apretar las manos contra su cuerpo para contener la tentación de tocarlo. Pero lo que más lo perturbó no fueron el brazo ni la pierna. Luhan llevaba un camisón muy fino y en algunos puntos la luz lo volvía prácticamente transparente. Era visible la silueta de su torax, el círculo más oscuro de cada pezón.Febril, se humedeció los labios. Casi podía sentir la tersa calidez de la piel de Luhan. Ya se imaginaba sus suaves gemidos mientras él le besaba, mientras los bañaba con el húmedo calor de su lengua. Y a partir de ahí, puesto a imaginar, lo imaginaba todo. Estaba a punto de perder el dominio de sí mismo. En ese momento cayó en la cuenta, no sin cierto asombro, de que no había estado con ninguna persona desde que su primo llegó a San Francisco. La presencia de Luhan había alejado de su cabeza todo pensamiento sobre otros. Pero las necesidades de su cuerpo seguían presentes, y ahora se hacían más patentes que nunca. Suspiró. Tenía que marcharse antes de hacer algo que después lamentaría. Así que, dispuesto a arroparlo y salir enseguido, estiró la mano para subir las mantas y cubrirlo. De pronto oyó un susurro enfurecido.
—¿Qué crees que estás haciendo?
Sehun dio un brinco.
—Te dije que me esperaras fuera de la habitación —dijo Irene—, no que molestaras a Luhan.
—Solo quería subirle las mantas.
—Todos los hombres sois iguales.
Sehun se dispuso a protestar, pero enseguida desistió de hacerlo. Irene no le iba a creer. Cuando tienes una sólida reputación de sátiro, la gente tiende a creer que no puedes ver a ninguna persona sin volverte loco. No importa lo que digas. Cría fama y échate a dormir. Al diablo. Qué más le daba. Con un poco de suerte, pronto podría recuperar su cama. Sehun dio media vuelta, y se privó del placer de tocarlo, del privilegio de mirarlo. Alejó de su mente cualquier pensamiento acerca del placer que podría encontrar entre los brazos de su primo. Todo aquello era una locura, una estúpida tortura, y no necesitaba nada de eso.
—Colócale las sábanas y las mantas —le dijo a Irene—. Se están cayendo de la cama.