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Sehun recuperó su cama tres días después. Luhan seguía residiendo en la cantina. Cora se marchó antes de lo esperado y Luhan había ocupado su habitación y, al parecer, no parecía dispuesto a moverse de allí. Y además, quería trabajar, echar una mano en el propio local de su primo.

—Tienes que dejarme hacer algo, no puedo estar todo el día sin hacer nada, como un parásito.

Estaban en la oficina de Sehun y él iba por su segunda taza de café. Dio un sorbo y respondió en tono casi paternalista.

—Ayudar a Irene no es no hacer nada.

—Claro, pero a veces siento que lo que hago en realidad es estorbarla en sus labores, que ella no me necesita.

—Simplemente no está acostumbrada a tener ayuda. No se deja ayudar. Dale tiempo. Verás que dentro de poco cambiarán las cosas, y al final delegará en ti tal cantidad de trabajos que acabará durmiendo hasta más tarde que yo.

Irene entró en la oficina en ese momento.

—¿Estabais hablando de mí?

—Trataba de convencer a Luhan de que la ayuda que te está brindando es importante.

—Claro que lo es, pero el quiere hacer algo más, y me parece que deberías permitírselo.

Sehun se preguntó por qué le gustaba tanto a Irene apuñalarlo por la espalda.

—¿Qué quiere hacer?, ¿manejar una ruleta?

—Algún día lo hará, y muy bien por cierto. Pero lo que desea hacer ahora es cantar.

—¡No! —La palabra estalló en los labios de Sehun como un paquete de pólvora.

Luhan se enfadó.

—No es necesario que grites. Los dos estamos muy bien del oído.

—No. Jamás. Nunca. De ninguna manera. Eso está fuera de discusión. No puedo creer que ni siquiera se les haya pasado por vuestras cabezas de chorlito.

—¿Ves? Te dije que no sería difícil convencerlo. —Irene miraba a Luhan con una sonrisa traviesa.

—No quiero cantar muchas canciones. —El primito no se iba a rendir a la primera—. Solo una o dos.

—¡No!

¿Cómo era posible que aquel muchacho no pudiera entender que ponerse a cantar en un cabaret le perjudicaría? Sehun no cesaba de repetírselo, y el no daba importancia a sus irrefutables argumentos.

—Los demás parecen divertirse mucho.

—Tu padre se revolcaría en su tumba.

—Mi padre no está muerto.

—Entonces mi padre se revolcará en su tumba. Aunque probablemente ya debe de estar harto de tanto movimiento en su descanso eterno.

—No seas sacrílego. —Luhan arrugó el ceño—. No me gustan esas observaciones tan absurdas.

—¿Quieres cantar en una taberna y dices que estoy haciendo observaciones absurdas?

—Tú estarás aquí. ¿Qué tiene de malo que cante?

Irene apoyó por enésima vez a Luhan.

—No le falta razón, explícanos qué tiene de malo.

Era muy propio de ellos formar un frente unido contra él.

—Acabará con su reputación.

—Según Bella, ya tengo una pésima reputación.

—No quiero que subas al escenario a que te observen cientos de hombres a los que no conoces.

No había querido hablar de ello antes, pero se había sentido inquieto desde que viera a aquellos hombres rondando la casa de Bella. No podía explicar lo que sentía, pero tenía muy claro que Luhan  solo estaría seguro si él era el único hombre próximo. Si se exhibía ante todo el mundo, Sehun ya no podría controlar lo que le sucediera. Y al apuesto tahúr no le gustaba esa sensación. A Luhan no le faltaban argumentos.

—Cada vez que salgo a la calle me observan cientos de hombres desconocidos.

A su primo tampoco.

—A esa hora de la noche ya deberías estar en la cama.

—Nunca me acuesto antes de las nueve de la noche y a esa hora por lo general ya se ha terminado el primer espectáculo.

—Tu padre me cortaría en pedacitos si lo supiera.

—No se enterará. Ni siquiera ha respondido a mi carta, ni creo que lo haga.

—Pondrás en peligro tu alma inmortal.

—Mi alma se elevará si canto unas cuantas canciones.

La discusión siguió y siguió hasta que Sehun llegó a la conclusión de que podía volverse loco ante tanta insistencia. La rendición, no obstante, se demoró un par de días.

—¡Está bien, maldición! ¡Puedes cantar!

Luhan e Irene lo habían abordado en su habitación antes de que terminara de vestirse. Trató de resistir una vez más, pero en esa ocasión su primito parecía más ansioso que nunca. Parecía creer que se trataba de un asunto terriblemente importante, como si le fuera la vida en ello. En fin, allá el. Si pasaba lo que sehun se temía, que se atuviera a las consecuencias. Luhan podía cantar, y su primo estaba seguro de que iba a fracasar. Tal vez cuando ocurriera eso se conformaría con trabajar para Irene. Quizá incluso perdiera aquella extraña fascinación por la cantina y aceptara mudarse al hotel. Jun y Yixing estaban dispuestos a recibirlo.

—Solo puedes cantar una canción. —Sehun estaba sentado en una mesa frente al pequeño escenario que había en la cantina, vacía a esas horas. Luhan estaba solo en la tarima. Parecía nervioso—. Las chicas deben acompañarte en el escenario y tienes que estar en la cama, dormido como un tronco, a las nueve en punto.

—Pero no puedo...

—No empieces a protestar. El trato es el trato. Tómalo o déjalo.

Irene metió baza.
—Acepta por ahora. Más adelante podremos hacerle entrar en razón.

Ese comentario generó muchas sospechas en Sehun. Al igual que la canción que Luhan quería cantar.

—A esta gente no le puedes cantar una canción de amor. Esos tíos quieren algo animado. ¿Qué más tienes en tu repertorio?

La quinta propuesta de Luhan fue la más aceptable para el dueño del local y de su destino. Era una melodía alegre, y la letra era divertida.

—Está bien, te colocarás en el fondo del escenario, en el centro. Pondremos una docena de chicas a tu alrededor. Que ellas bailen un poco y terminen luego con una patada alta. Eso servirá para añadir animación a tu número.

Cuando las chicas empezaban a ensayar con Luhan, Irene volvió a encararse con Sehun.

—De esa manera nadie se dará cuenta siquiera de que Luhan está en el escenario. —Irene negaba enérgicamente con la cabeza.

—No quiero más quejas, hagámoslo tal como he dicho —bramó Sehun—. Si pasa desapercibido, es exactamente el objetivo buscado. Así tal vez se le quiten las ganas de subir al escenario.

—¿No te das cuenta de que quiere hacer algo útil? Y además está deseando que le prestes un poco de atención.

—Maldición, mujer, ¿te parece que le presto poca? Vivo pendiente de el todo el tiempo.

—Tonterías. Duermes todo el día y luego lo mandas a acostarse antes de que haya tenido tiempo de digerir la cena. ¿Qué piensas hacer con el? No puede pasar el resto de la vida aquí, ayudándome a administrar este lugar.

—No sé lo que será de el. —Sehun tenía ahora los ojos fijos en Luhan. Incluso con su traje negro, e inmóvil en el fondo del escenario, mientras que las chicas se movían a su alrededor, atraía la atención. Sencillamente, era demasiado hermoso para que nada ni nadie pudiera eclipsarlo.

—Necesita un sombrero que le cubra el pelo —dijo Sehun, en cuanto hubo una pausa—. Está demasiado resplandeciente con tanta luz sobre la cabeza. Podría dejar ciego a alguien.

—¿Por qué no lo pones en un rincón, o mejor detrás del telón? —Irene estaba a punto de estallar.

—No tendría que preocuparme por esconderlo si tú me hubieses apoyado un poco.

—Como quieras, pero lo del sombrero no va a funcionar. La gente se va a fijar en el hagas lo que hagas.

—No debería hacerlo. —Luhan no dejaba de repetirlo mientras Yerim lo ayudaba a hacer los últimos ajustes a su sombrero, antes de subir al escenario —. Sehun no quería, y mi padre dice que es pecado. Cometí una estupidez al empeñarme como un niño tonto y malcriado.

Yerim lo animaba.

—No vas a hacerlo bien, sino de maravilla. Tienes una canción muy bonita, la cantas bien y eres precioso. ¡Qué más quieres!

Esa noche Yerim se había aventurado a salir de la cocina, cosa que nunca hacía cuando el salón estaba abierto, para ayudar a Luhan a prepararse. El joven virginiano sabía que su amigo estaba muy agradecido por la seguridad que le ofrecía la cantina, pero que todavía no se había adaptado al lugar tan bien como el.

—Además, no se me podrá ver con todas esas chicas en el escenario... Y encima llevaré el traje negro, con el que seré invisible del todo. Debería ponerme otro, un poco más llamativo.

Se sentía como un enterrador en medio de una verbena. No entendía cómo no había pensado en eso antes. Pero ya era demasiado tarde. Además, no tenía nada que no fuera negro. Yerim seguía a lo suyo.

—Claro que te van a ver, no lo dudes.

En realidad, Luhan no estaba seguro de querer que los hombres se fijaran en el. Cada vez que se fijaban en el empezaban los problemas. Finalmente había admitido para sus adentros que estaba haciendo todo aquello para atraer la atención de Sehun. Pero a medida que se acercaba el momento de subir al escenario, comenzó a preguntarse si no podría haber encontrado otra manera de hacerlo. Pero aunque no fuese un gran cantante, el canto era su único talento.Podía lavar la ropa de Sehun, planchar sus camisas o prepararle la comida, pero había otros muchos que podían hacer todo eso. El quería destacarse, ser alguien especial. Se sentía demasiado vulgar, que era muy poca cosa, que Sehun, con toda la razón del mundo, no lo tenía en cuenta. ¿Por qué había de hacerlo, si no servía para nada importante? Era la primera vez que intentaba atraer la atención de un hombre, y ciertamente no sabía cómo lograrlo. Actuaba a base de impulsos. Para colmo, sospechaba que no estaba bien hacerlo, que era una especie de pecado. Sabía lo que su padre diría... pero era la primera vez que un hombre lo ignoraba como doncel, y eso también la picaba un poco, para qué negarlo. Su padre no debía enterarse de nada de aquello o enseguida llegaría a la conclusión de que cantar en una cantina era solo el comienzo de una vida de absoluta perdición.

—Tengo la garganta seca. No voy a ser capaz de cantar ni una nota.

—Es natural que estés nervioso. —Yerim le dedicó una cariñosa sonrisa—. Pero te vas a sentir perfectamente en cuanto empieces a cantar y los nervios se esfumen como por encanto.

De momento, cuando puso el primer pie en el escenario, el pobre se sintió peor que en toda su vida. Sehun miraba desde su puesto habitual, junto a la barra. Irene tenía razón. Los hombres ciertamente se fijaron en Luhan. Tal vez si hacía que las muchachas se movieran más, podría lograr su objetivo. Desde luego, siempre podía apagar las luces que caían sobre Luhan y dirigirlas hacia las chicas. Así, vestido de negro, su primo prácticamente desaparecería en medio de tanta oscuridad. Pero su cara seguiría resplandeciendo. Lo único que podía disminuir unpoco su esplendor era la oscuridad más absoluta. Sehun sonrió para sus adentros. El chico estaba muerto de miedo. Sonreía y cantaba apelando a todas sus fuerzas, pero si al final alguien lo abucheaba, aunque fuera uno solo entre mil aplausos, se desmayaría allí mismo. Tenía que reconocer que su hermoso primito tenía mucho valor, tenía agallas. Y una buena voz, tal vez demasiado buena. Cada vez eran más los hombres que dejaban su charla o su partida para escuchar. Incluso unos pocos se habían acercado a la tarima para observar mejor el espectáculo, y eso, por supuesto, no le gustó a Sehun. Quería que los hombres mantuvieran la debida distancia, que mostraran solo un interés relativo, lejano por así decirlo.Al mismo tiempo, pese a los celos, no podía evitar sentirse orgulloso de lo que el estaba haciendo, superando su miedo de debutante. Pese a todo, la fuerza de los aplausos lo sorprendió. Era evidente que no había pasado desapercibido, sino todo lo contrario. Y les había gustado mucho.

—Deberías retirar a las chicas y dejar solo a Luhan —le dijo Irene en mitad de la ovación—. Tiene una voz bastante buena. En cuanto se acostumbre y se le pase el miedo, su número no será nada malo.

Sehun respondió con la voz más alterada de lo necesario.

—No voy a hacer nada de eso.

—¿Por qué no? A los hombres les agrada. Mira a tu alrededor. La mitad de los jugadores han suspendido sus partidas.

—Pues yo no quiero que se suspendan las partidas. De eso dependen mis ganancias.

Irene lanzó a Sehun una mirada penetrante.

—No quieres que tenga éxito. ¿Por qué?

—Porque esto no es apropiado para un chico como Luhan. Míralo. ¿Te parece la clase de joven que esperas encontrar en un salón de juego o en un cabaret?

—No, y precisamente por eso su número atraería el doble de público. Todos los hombres aprecian a un chico como Luhan.

—Como bien sabes, nunca quise que subiera al escenario, así que no voy a empeorar las cosas convirtiéndolo en la última sensación de Barbary Coast.

Era lo que le faltaba al pobre. Pese a su íntima satisfacción por el éxito de Luhan, aún quería bajarlo de la tarima, mandarlo a su habitación, esconderlo allí y decirle a todo el mundoque su primo había regresado a Virginia. Quería protegerlo de los ojos curiosos y de los pensamientos que podía percibir detrás de aquellas miradas llenas de lujuria.¿Quiénes eran esos hombres? ¿Qué le podían ofrecer a su Lu? Nada. Los más decentes estaban casados, pero aun así perdían el tiempo y el dinero bebiendo whisky y en los juegos de azar. Miraban descaradamente los cuerpos del personal, hacían comentarios vulgares y se iban a casa tan borrachos que no podían encontrar el camino sin ayuda. A Luhan no le convenían semejantes hombres. El se merecía un marido agradable, respetable, fiel y atento, que le diera el amor que se merecía y la casa que deseaba. No estaba hecho para la clase de existencia que, por otra parte, atraía tanto al apuesto tahúr. Si seguía cantando ante un montón de jugadores borrachos en el Heaven no podría encontrar jamás el esposo adecuado. Luhan no estaba equivocado. Alguien estaba llorando. Nunca se habría dado cuenta si no hubiese regresado a su habitación a mediodía. Tenía el dolor y no se sentía muy bien. No le tomó mucho tiempo encontrar la habitación de la que salían los sollozos. El nombre que estaba pegado a la puerta era Kitty. Llamó suavemente. El llanto se detuvo de forma abrupta. Luhan volvió a golpear en la puerta.

—¿Quiénes?

—Lu..Luhan.

—¿Qué quieres?

—Me pareció que estabas llorando. ¿Puedo ayudarte en algo?

—No.

—¿Estás segura?

Hubo una pausa.

—Sí.

—¿Puedo pasar?

Siguió otra pausa aún más larga. La puerta se entreabrió apenas un poco y una muchacha morena, que Luhan no recordaba haber visto, asomó la cabeza.

—No pasa nada. Estoy bien.

—Lo sé. Solo pensé que tal vez te gustaría tener un poco de compañía, que me sentara contigo un rato. Yo también, a veces, me siento horriblemente solo aquí.

Kitty estalló en lágrimas. Luhan empujó la puerta y entró en la habitación. Los dos se sentaron en el borde de la cama. El virginiano abrazó a la chica hasta que cesó la llantina.

—Lo siento —dijo Kitty—. Es que cuando dijiste que...

La chica volvió a romper en llanto.

—¿Qué sucede?

Kitty metió la mano en el bolsillo de su bata y entregó una carta a Luhan.

Querida Kitty,El bebé está enfermo de nuevo. El pobrecillo hace ruidos tan horribles que yo me muero del susto al oírlo. La señora McCutchen y su hija se van a mudar, así que estoy buscando otra nodriza. El bebé detesta el biberón y me rompe el corazón ver que no come, a pesar de que sé que tiene hambre. No quería enviarte estas malas noticias, pero pensé que deberías saberlo.Te quiere,Mamá.

Cuando Luhan le devolvió la carta, la chica habló de nuevo.

—Solo tiene tres meses. Me sentí morir por tener que dejarlo.

—¿Por qué lo hiciste?

—Vine a buscar a su padre, pero ha desaparecido.

—¿Por qué no regresaste?

—Porque no hay trabajo en mi pueblo. Además, no tengo leche. Pensé que podía ganar lo suficiente aquí para mantenerlo y que mamá podría cuidarlo. Así también puedo seguir buscando a su padre. Pero no sabía que iba a extrañar tanto a mi niño.

—¿Y por qué no le dices a tu madre que venga a San Francisco?

—No tengo dinero suficiente.

—¿En qué trabajas?

—Manejo una de las ruletas. Ganaría más si fuera crupier de una mesa, pero Irene dice que solo me puede cambiar cuando tenga más experiencia.

—No tengo ningún inconveniente en que Kitty sea crupier —dijo Irene—. Pero es una regla impuesta por Sehun. Seis semanas de experiencia es el tiempo mínimo para poder cambiarla.

—Pero ya lleva aquí casi cinco, y es un caso urgente.

—Entonces solo tiene que esperar diez días más.

—Echa mucho de menos a su bebé. Los demás dicen que llora todas las noches, mucho rato, hasta que se duerme.

—No me atosigues a mí, que no puedo hacer nada. Habla con Sehun. Pero espera a que se levante. —Irene le sujetó el brazo cuando vio que Luhan se ponía de pie dispuesto a ir en busca de su primo.

Cuando Sehun bajó, lo estaba esperando al pie de las escaleras. El hombre lo vio venir, como suele decirse.

—No digas ni una palabra hasta que me tome el café. Tengo el presentimiento de que me vas a pedir algo. Lío habemus, ¿verdad? ¡No, no me contestes, espera a que tome el café!

El joven no pudo contener una sonrisa mientras lo veía caminar hasta su oficina. Así, medio dormido, tenía un aspecto adorable. Era como un niño grande. Casi daban ganas de darle besos en los cachetes. Luhan lo siguió en silencio. Sehun lo estudió por encima de su taza de café con expresión cautelosa y desconfianza. Al cabo de un rato, habló.

—Tú quieres pedirme algo. Lo veo en tus ojos. Eres exactamente igual a Jinki.

—Debe de ser una persona maravillosa, a juzgar por lo que dices.

—El rey de los donceles, por supuesto. Pero es la persona más activa que conozco, a excepción de Taemin, claro .

—Creo que Jinki y Taemin deben de ser encantadores.

Sehun le dio un sorbo a su café y se quemó. Resopló y volvió a mirar a su primo.

—Está bien, habla.

—Quiero que traigas a San Francisco a la madre y el bebé de Kitty.

—¿Quién demonios es Kitty? ¿Y por qué debería preocuparme por su madre y su bebé?

—Te veo nervioso. Nunca sueles estarlo cuando te levantas. ¿Qué sucede?

—Tuve otra discusión con ese maldito idiota de Mark Lee. Me pasé la mitad de la noche en la comisaría.

Le dio tiempo para que tomara un poco más de café. Sabía que su primo terminaría por ceder. Tenía un corazón demasiado bueno para no hacerlo. Lo único que tenía que hacer era dejarlo rezongar un rato, para demostrar que él era quien mandaba. En eso, era igual que su padre, que se ponía furioso si creía que lo estaban manipulando. Luhan sospechaba que a Sehun le sucedía más o menos lo mismo. Le parecía extraño que esos dos hombres tuvieran algo en común, que Sehun pudiera parecerse a su padre, a pesar de ser su opuesto en tantas cosas. Y esa semejanza le hacía preguntarse si debería tener cuidado con Sehun o si su padre no estaría tan equivocado como el pensaba.
—Ahora dime por qué se supone que debo preocuparme por el bebé de esa mujer. ¿Quién es? ¿Dónde está? Me imagino que no la tienes detrás de la puerta, o metida en el armario, ¿no?

—Ahora mismo se está arreglando para bajar a trabajar. Le dije que le haría saber lo que decidas.

—Está claro que todos  sois iguales. Os ponéis de acuerdo para presionar a los hombres y luego decís que aceptaréis cualquier cosa que decidan.

—Pero yo no aceptaría fácilmente cualquier decisión. Me pondría muy triste si no ayudas a Kitty a traer a su bebé a la ciudad.

Sehun se puso pensativo y habló como para sí, pero en voz alta.

—Kitty. De pelo negro. Se encarga de una ruleta. Lo hace bastante bien.

—Exacto. Solo necesita que la asciendas a crupier para ganar el dinero suficiente para poder mantener a su pequeño.

Resultaba que Sehun no vivía tan en las nubes como creía Irene. Fingía que no sabía lo que sucedía en la cantina, pero obviamente sabía más de lo que cualquiera de ellos pensaba. En realidad, lo controlaba todo.

—Irene dice que ya ha ganado bastante experiencia y que no tendría problema en que tú...

—No puedo hacerlo. No sería justo con los demás.

Era evidente que Sehun tenía una posición muy firme en aquel asunto. Era una cuestión profesional de mucha importancia para el buen funcionamiento del local.

—Pero no entiendes su situación.

—¿Tú crees? Está bien, ayúdame a entenderla.

Al parecer, esta vez su primo no iba a ceder con facilidad, y esta nueva faceta del tahúr incomodó a Luhan. Mientras daba sus explicaciones, buscaba indicios de que Sehun se ablandaba, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Este debía de ser el otro Sehun del que le había hablado Irene, el Sehun menos comprensivo, más egoísta y desagradable.

—Es muy cruel que tenga que estar separada de su bebé. Y para colmo no encuentra al padre de su hijo.

—No creo que lo encuentre, porque será el típico sinvergüenza... En todo caso no la voy a ascender hasta que pasen las seis semanas establecidas como norma, pero le prestaré el dinero. Podrá pagarme cuando obtenga el ascenso.

—Estaba pensando que podrías regalarle el dinero.

A Luhan no le gustó la dureza con que Sehun lo miró. En ese momento parecía un hombre muy poco amistoso. Frío, estricto, casi un desconocido.

—Nunca le regalo nada a nadie. Eso no estimula a la gente a hacer las cosas bien, sino a esperar más y más regalos. Yo tengo un negocio y espero obtener de él buenas ganancias. Si no lo llevara con mano firme, tendría pérdidas, y la mitad de mis chicos se irían a la calle.

Luhan no sabía qué decir. Sus argumentos eran incontestables, pero no le gustaba aquella faceta de Sehun. Reflexionó. Lo que le había respondido Sehun era exactamente lo mismo que su padre habría dicho. La mirada de Sehun se volvió todavía más dura.

—¿Ella te ha pedido que hicieras esto?

—No. Por casualidad, oí a alguien llorando. Era ella, y al principio no quería contarme nada. Fue a mí a quien se le ocurrió lo de hablar contigo para esto.

—Te agradeceré que antes de hacer promesas a nadie primero hables conmigo. A veces la gente podría hacerse ilusiones que después no pudieran quedar satisfechas, y eso es peor. ¿Entiendes?

—Sí. —Luhan se daba cuenta de que su primo tenía toda la razón.

—Ahora ve a buscar a Kitty. Le contaremos lo que hay, no es necesario prolongar su agonía.

Luhan se disponía a marcharse, cuando la expresión del hombre cambió súbitamente. Volvía a sonreír, era el Sehun al que el estaba acostumbrado, así que contuvo el aliento y esperó un momento. Sabía que su primo aún quería añadir algo.
—Tienes un corazón bondadoso. Tal vez demasiado bondadoso.

Luhan suspiró.

—¿Y tú no?

—Yo tengo que ser prudente. No puedo ayudar a todo el mundo. Si trato de hacer demasiadas cosas, puedo fallar a aquellos con quienes me he comprometido. Lo entiendes, ¿verdad?

Así era. Luhan se reprochaba no haberlo entendido antes. Y por eso sintió unas ganas enormes de llorar.

—No puedo seguir subiendo al escenario vestido como si fuera a un funeral—le dijo Luhan a Irene.

—Habla con Sehun. Él es el que no quiere que nadie te vea.

—Ya lo he hecho, y no quiere escucharme. En cuanto saco el asunto a colación, esos ojos negros que tiene comienzan a ponerse tan duros como las rocas oscuras que vi en Utah. Me mira con cara de pocos amigos y luego me dice que todo lo hace por mi bien. Y punto.

—¿Es que no le crees?

—Claro que le creo. Sehun nunca me mentiría. No me mires así. No me puedo imaginar a Sehun contando mentiras a nadie. Mentir implica tomarse demasiadas molestias y él es muy práctico. Además, como no le importa lo que piensa la gente, ¿para qué habría de molestarse en disimular?

Irene soltó una carcajada.

—No tienes muy buena opinión de él, ¿verdad?

Luhan se rio.

—Me gusta más de lo que debería gustarme, pero no estoy ciego. Papá puede ser muy anticuado y muy testarudo, pero me enseñó a no engañarme tratando de ver en la gente solo lo que yo quiero ver.

—Me alegra que tu padre te haya dicho algo útil, pero eso no soluciona el problema del vestir.

—Estoy cansado de que Sehun me mire y no me vea, como si fuera transparente, como si no existiera —confesó Luhan—. Tal vez si gusto de verdad a los clientes, deje de considerarme una molestia de la que espera deshacerse pronto.

—No te estarás enamorando de él, ¿verdad? —Irene lo miraba con aire inquisidor y un poquito de afectuosa ironía.

El propio Luhan se había hecho esa misma pregunta un montón de veces, sin obtener una respuesta satisfactoria. No había renunciado a su misión de salvar a Sehun de sí mismo, pero cuanto más tiempo pasaba cerca de él, más creía que en realidad no necesitaba que lo salvaran de nada, sino más bien que alguien le diera una razón para dejar de desperdiciar su vida entre cartas y tapetes verdes. Cuando pensaba en las personas a las que Sehun había ayudado, el muchacho se preguntaba si no sería el el que tenía que tomar ejemplo de su primo. Asu manera, Sehun estaba haciendo más cosas buenas de las que el había hecho en toda la vida.

—No sé si me estoy enamorando. —Una vez más, habló con la sinceridad más absoluta—. A pesar de lo que Sehun dice sobre sí mismo, es un buen hombre. Tiene unos principios muy fuertes, y se apega a ellos. Luego, claro, tiene el aspecto que tiene...

—Sí, todos terminan por sucumbir a su atractivo rostro, tarde o temprano. Casi siempre más temprano que tarde.

—¿Cómo no sucumbir ante un hombre tan apuesto como Sehun?

—En eso no te puedo decir nada que no sepas. Yo ciertamente sucumbí.

—Y todavía lo quieres, ¿verdad?

Irene hizo una pausa para encender uno de sus delgados cigarros.

—Si he de ser totalmente honesta, supongo que tengo que admitir que siempre amaré a Sehun. Él me devolvió la vida y no pidió nada a cambio. Solía pensar que ese hombre no es capaz de sentir una emoción de verdad... hasta que apareciste tú.

—¿Yo? ¿Qué insinúas? Si casi ni se da cuenta de que existo. Si desapareciera mañana, cuando se diera cuenta, que no sería enseguida, soltaría un suspiro de alivio y se olvidaría de mí en una semana.

—Qué va, estás muy equivocado. Has removido algo en su interior. Me di cuenta desde el principio, y por eso te ayudé a sacarlo de la cama. Si no hubiera sido por ti, jamás me habría atrevido a hacer semejante cosa. Además, a cualquier otro que hiciese tu número Sehun lo habría puesto en primer plano del escenario y en todo el centro, con un traje muy escotado y suficiente maquillaje en la cara como para que le vieran en medio de la penumbra más feroz.

—¿Estás segura? A mí me parece que no le intereso nada.

—Estás enamorado de él, no hace falta que te lo preguntes más.

—Es muy difícil saberlo con certeza, precisamente porque no me hace caso. No puedo discernir si me gusta de verdad, o si solo estoy interesado porque ha herido mi vanidad.

Irene soltó una carcajada.

—Al menos eres sincero.

—Papá dice que...

—¡No me lo digas! Papá dice que la sinceridad es una virtud cristiana y bla, bla, bla. Es como si lo conociera de toda la vida, y nunca lo he visto. ¿De verdad quieres averiguar qué siente Sehun?

—Sí, aunque me da un poco de miedo. Mejor dicho, me da pánico no poder satisfacer sus expectativas.

—Si Sehun se enamora de verdad algún día, estará tan ocupado tratando de satisfacer sus propias expectativas, que no se dará cuenta si tienes un desliz de vez en cuando.

Luhan tomó aire... y una decisión.

—Creo que es hora de que lo averigüemos. Hablemos con las chicas. Quiero cambiar todo el número.

Luhan ( Libro 7- serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora