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Aunque viviera mil años, Luhan nunca escucharía una voz que la alegrara más. El guardia soltó a Kitty y se volvió para atacar a Sehun. Pero Sehun estaba preparado y le propinó un poderoso gancho en el estómago que hizo que el sicario se doblara de dolor. Luego, un golpe seco a un lado de la cabeza con la culata de una pistola lo dejó tumbado sobre el muelle. Sehun sacó del bolsillo una pequeña pistola y se la entregó a la señora Thoragood.

—Vigílelo. Si trata de levantarse, dispárele.

Parecía que la buena señora hubiera cogido una serpiente, pero no soltó el arma. Sehun se volvió entonces hacia Luhan.

—Agarra a Kitty y huid hacia la ciudad. Hay peleas por todo el muelle y el alboroto pronto llegará al Hechicera del Mar.

Sehun dio media vuelta sin esperar a ver si Luhan hacía lo que le había dicho. Y por supuesto, no lo hizo. Abrazó a Kitty, que parecía a punto de desmayarse, pero sintió que no podía dejar solo a Sehun, después de que había arriesgado su vida para rescatarles a el y a sus amigos.

—Quiero que me entregues a ese hombre inmediatamente. —Sehun miraba, amenazante, al capitán, señalando a la vez a Jack Lofton—. Déjalo ir y respetaremos tu barco.

El capitán miró a Sehun con unos ojos que mostraban claramente sus ganas de matarlo.

—Mejor haremos otra cosa. Te encadenaré con él, para que no se sienta solo. —De pronto se puso a gritar hacia el interior del barco—. ¡Todos a cubierta! ¡Tenemos aquí aun idiota que cree que se va a llevar a uno de nuestros marineros!

El capitán Borger bajó por la pasarela en dirección a Sehun. Seis hombres subieron corriendo a la cubierta desde las entrañas del barco y salieron por distintas puertas. Sehun también lanzó unos gritos.

—¡White! ¡Ahora!

El ruido que sacudía el muelle seguía en aumento, pero al Hechicera del Mar no llegó ninguna turba de jugadores armados con pistolas, tal como esperaba Sehun.

—No me obligues a disparar. —Mientras gritaba, Sehun miraba, preocupado, a su alrededor—. Alguien puede morir.

—Y no seré yo —dijo el capitán.

De pronto el tahúr vio a Luhan y palideció.

—Llévate a Kitty de aquí. Verá a su marido en cuanto yo termine con este gusano gigante. —Sehun le entregó a Lu su pistola—. Si me pasa algo, dispárale. Y tira a matar, sin pensarlo. Si no lo haces, terminarás convertida en la diversión privada de algún hijo de puta con una imaginación perversa.

Luhan aceptó el arma. Estaba dispuesto a lo que fuera para evitar que Sehun acabara muerto o secuestrado. Dispararía, vaya si lo haría, al capitán Borger antes de permitir que algo así sucediera. Levantó el arma y la apuntó hacia el primer hombre que bajaba por la pasarela.

—No se acerque más. No voy a permitir que una pandilla de ladrones cobardes ataque a mi esposo.

—¡Ese es mi chico! —Mientras decía esto, Sehun esquivaba un primer ataque de Borger—. Mantén el cañón apuntando directamente a sus corazones.

Con un movimiento fulgurante, propinó un golpe a Borger en la mandíbula y se alejó antes de que el hombre pudiera replicar. Ezequías, que por fin había vuelto en sí, estaba muy alterado.

—¡Es un boxeador! Mantente lejos de su alcance —le gritó a Sehun—. Tal vez puedas matarlo a golpes, pero procura que no te ponga las manos encima. Te aplastaría.

—Lo sé, gracias. —Con otra acción rápida como el rayo, volvió a alcanzar al capitán, esta vez en el estómago, y de nuevo se puso a salvo de un salto hacia atrás—. Tienes que estar listo para golpearlo en la cabeza si yo no consigo pararlo.

—¿Con qué lo puedo golpear?
—¡Piensa en algo! En el momento estoy demasiado ocupado para ayudarte a buscar. —Sehun golpeó a Borger en el ojo y alcanzó a esquivar un poderoso puñetazo que iba dirigido a su cabeza, pero al moverse con tanta rapidez perdió el equilibrio y cayó de rodillas.


—¡Cuidado! —Luhan había visto con espanto que Borger se aprestaba a atacar a un indefenso Sehun. Pero este se incorporó a tiempo de ponerse otra vez a buen recaudo. Volvió a dar órdenes a su esposo—. No dejes de vigilar a esos malditos perros que están en el barco. —Asestó un nuevo golpe a Borger, ahora en la garganta, y esta vez el hombre cayó como un bulto inerte.

En ese momento una serie de gritos hicieron que Luhan levantara la vista. Una de las embarcaciones estaba en llamas y el reflejo del incendio iluminaba el cielo nocturno. Gracias a esa fuente de luz, el joven pudo ver la sed de venganza y la furia que se reflejaba en los ojos de Borger, que se recuperaba. Pero antes de poder enfocar su vista de nuevo en la pasarela, el primer tripulante en poner un pie en el muelle trató de quitarle la pistola. Luhan logró evitarlo, pero solo por un momento. Ezequías intentó acudir en su ayuda, pero fue golpeado casi de inmediato. Luhan oyó un feroz grito de Sehun y un tremendo golpe, contundente y seco. Solo se dio cuenta de lo ocurrido cuando el hombre que lo tenía agarrado lo soltó y cayó al suelo. Había recibido un impacto en la base del cráneo. Justo en ese momento, White y sus hombres rodearon la embarcación y acabaron con toda resistencia en cuestión de segundos.

—Está muy bien esto de aparecer cuando yo ya he hecho todo el trabajo...—Sehun hablaba entre jadeos. Luego agarró a Lu y lo acercó a él—. ¿Estás bien? ¿Ese hombre te ha hecho daño?

—Estoy bien. Tenemos que liberar a Jack. ¿Podemos soltar también a los demás?

—Perfecto, preocúpate por ellos, a mí no hace falta que me preguntes si estoy bien. Solo tuve que pelear con dos hombres del tamaño de una montaña y en lo único en lo que piensas es en Jack Lofton y los otros desgraciados.

—Porque veo que estás bien.

—No del todo. —Sehun alzó las manos para que Lu las viera—. Fue como golpear un muro de ladrillo.

Luhan dejó caer la pistola, que por fortuna no se disparó, y agarró las manos de Sehun.

—Estás sangrando. ¿Te duele mucho?

—Por supuesto que duele.
—Pobrecillo. En cuanto regresemos a la cantina te las lavaré con agua templada y te pondré unas vendas.

Pero Luhan no había previsto que Sehun reaccionaría como todos los demás hombres: primero piden consuelo y cuando lo obtienen, ya no saben qué hacer con él.

—No es tan terrible como parece. Estaré bien. Primero tenemos que sacarte de aquí. A ti y a tus amigos.

—No olvides a Jack.

—¿Cómo podría olvidarlo, si no haces más que pronunciar su nombre junto a mi oído?

Sehun miró a su alrededor. La batalla había terminado. Alguien había bajado al muelle a los hombres capturados por los forajidos. White había encontrado las llaves y les estaba quitando las cadenas uno por uno. Sehun recogió las pistolas que había dejado en el muelle y la que le había dado a la señora Thoragood.

—Levántenlos. —Miró a Sarah Thoragood y a Yerim Kim, señalando a Harold y a Ezequías—. Tenemos que salir de aquí. Toda esta zona está a punto de arder.

El incendio se propagaba, en efecto, de barco a barco, imparable. Kitty abrazó a su marido cuando este bajó tambaleándose por la pasarela. Él ya era feliz, pero los demás desdichados parecían perdidos.

—No podemos abandonar a estos hombres aquí —dijo Luhan.

—Ezequías y el señor Thoragood se los pueden llevar a la iglesia —dijo Sehun—. Alimentarlos, darles ropa y dejarlos dormir veinticuatro horas seguidas.

Sarah Thoragood protestó.

—No tenemos capacidad para alojar a tantos hombres.

Sehun volvió a sentir sus viejas ganas de estrangularla.

—No creo que se queden por mucho tiempo. Todos deben de tener familia.

Ezequías puso las cosas en su sitio.

—Pueden quedarse todo lo que necesiten. Nadie será rechazado.

Sarah y Harold Thoragood se miraron, pero ninguno se atrevió a contradecir al joven y poco agraciado hombre de Dios. Sehun se puso en marcha.

—Bueno, vamos. Tenemos que darnos prisa.

Por todas partes había hombres corriendo. Luhan vio barcazas atestadas que se deslizaban en silencio por el agua. Miró a su marido con aire interrogador.

—¿De dónde salieron todos esos hombres?

—Del Heaven y de docenas de cantinas más. Se enteraron de que tú estabas en peligro y vinieron a ayudar.

—Pero ya estamos a salvo. ¿Por qué siguen entrando en los barcos?

—Muchos hombres han desaparecido en la zona de Barbary Coast, muchos hermanos y amigos de estos hombres. Esta noche intentarán encontrar a todos los que puedan.

LA CRÓNICA DE LA BAHÍASan Francisco, 27 de julioUn hecho único en la historia de San Francisco tuvo lugar anoche, a lo largode los muelles situados cerca de la calle Clay. Un gran número de hombres, alparecer procedentes principalmente de las cantinas y los salones de juegoubicados cerca de la avenida Pacífico, atacaron alrededor de dos docenas deembarcaciones en las que se sospechaba que había hombres secuestrados a lafuerza en los antros de Barbary Coast. La turba atacó a la tripulación de losbarcos, liberó a los retenidos y luego prendió fuego a las naves conocidas poremplear mano de obra esclava. Sus capitanes fueron obligados a observar elespectáculo, antes de ser arrojados a la bahía.Aunque es política de este diario deplorar la violencia, este reportero sealegra de ver que por fin se hace algo para combatir esta terrible práctica desecuestrar a los visitantes desprevenidos que llegan a nuestra ciudad ycondenarlos a vivir encadenados al fondo de un barco.Nadie parece saber quién o qué fue lo que inició los sucesos de la nochepasada. Pero se rumorea que una joven bajó a los muelles para exigir queliberaran a su esposo. No se ha podido confirmar ese rumor, pero variostestigos de los hechos recuerdan a un doncel  rubio. Nadie hapodido identificarlo.

Luhan no estaba muy contento.

—¿Por qué nos vamos a mudar al hotel? A ti no te gusta vivir allí. Nunca has querido estar lejos del salón.

—Debido a esto. —Desde el vestidor, arrojó el periódico a Luhan.

—Ya lo he leído y no veo por qué...

—Tú nunca ves nada. —Sehun asomó la cabeza por la puerta del vestidor, que estaba vaciando sistemáticamente—. Desde el momento en que pusiste un pie en esta ciudad, no has entendido nada de lo que he tratado de decirte.

—Por Dios Santo, Sehun, el diario no dice nada que no haya ocurrido. Me enorgullecería que ellos supieran que contribuí a poner fin a esas prácticas tan abominables.

—¿Ves? Eso es exactamente lo que quiero decir. A ti no te importa que tu nombre ande de boca en boca por media ciudad, en cientos de tabernas y salones de juego. A ti no te importa que la mitad de los hombres de la Costa Oeste te reconozcan por la calle. Probablemente, si tuvieras ocasión te detendrías y les preguntarías por sus esposas o les rogarías que trajeran a sus hijos a la cantina para poder abrazarlos durante una o dos horas.

—No puedo evitar que me gusten los bebés, y no me da vergüenza conocer o ser conocido por cualquier hombre, siempre y cuando sea decente y...

Sehun, perdida la paciencia, elevó el tono de voz.

—¡Ese es el problema! No son hombres decentes. No son honorables. Tú no deberías conocerlos, ni a ellos ni a sus hijos.

—Pero tú los conoces.

—Yo soy hombre.

—¿Y qué tiene eso que ver?

—Mucho. Piensas que un doncel puede hacer todo lo que puede hacer un hombre comun. Estás acostumbrado a actuar con seguridad, porque en Salem todo el mundo te conoce y te cuida, y esperas que aquí suceda lo mismo. Pero no es así. Aquí lo más probable es que se aprovechen de ti. La mitad de esos hombres estarían dispuestos a cortarte la garganta solo para vender la ropa que llevas puesta. ¿Te imaginas lo que te habría hecho el capitán Borger de haberte capturado?

—Habrías ido a rescatarme.

Era inútil explicar cualquier cosa a Luhan. Podía volver loco al más pintado, porque simplemente lo veía todo bajo una luz distinta. Hasta ese momento le había resultado imposible convencerlo de que su idea de la vida en San Francisco estaba equivocado en algunos aspectos. Estaba convencido de que tenía razón y como era muy obstinado no era posible sacarle de sus errores. Sehun había hecho todo lo posible para hacerlo entrar en razón, sin éxito. Así que ya no tenía alternativa. Tendría que mudarse al hotel con el, y procurar que saliera poco de allí. Tal vez así Luhan nunca volvía a acercarse al salón, podrían salvarle la vida. Porque tras los sucesos del puerto sus vidas estaban en peligro, especialmente después de lo que había publicado la prensa. Sehun tenía que convencerlo.
—Tenías razón cuando dijiste que no era apropiado que un hombre y su esposo vivieran en lugares separados. Deberíamos habernos mudado al hotel tan pronto como nos casamos.

Ese argumento pareció convencer más que los otros a Luhan. Le dedicó una resplandeciente sonrisa. Sehun se sintió como un criminal por no ser capaz de decirle que quería irse al hotel con el, no porque fuera lo apropiado, sino porque lo amaba con tanta desesperación que no podía concebir la vida lejos de Lu.

—Ahora será mejor que vayas a despedirte de todos. No volverás a verlos.

—¿Por qué?

—Porque no vas a volver aquí.

—Pero seguramente...

—No creerás que me voy a mudar al hotel para que puedas seguir viniendo aquí, ¿verdad?

—Pero no hay razón para que deje de trabajar aquí.

—Sí, sí la hay. Estoy a punto de presentarte en sociedad, cosa que debí hacer en el primer momento. Y esa gente no te dejará pisar su casa si se entera de que te pasas media vida en una taberna con salón de juego.

—¿Y a ti si te dejarán entrar?

—Los hombres ricos pueden hacer muchas cosas que les están vedadas a las mujeres y los donceles.

—En especial si son bien parecidos.

—Sí, eso ayuda.

—Supón que esa gente no me gusta. ¿Tendré que aguantarle?

—Te gustará. Además, Kibum y JongHyun llegarán en cualquier momento. Kibum te puede llevar a todas partes. Esa doncel conoce a todo el mundo.

—Creí que tú estarías conmigo.

—Voy a estar contigo, pero no puedo acompañarte todo el tiempo.

Luhan se resignaría con más facilidad si le prometía que estaría junto a el a cada instante, pero eso era algo que no podía hacer. Todavía tenía que encargarse del negocio. De hecho, en aquel mismo momento ya debería estar en el salón.

—Ten más cuidado, estás arrugando toda la ropa. —Dos enormes montones de ropa ya se habían derrumbado uno sobre otro y el tercero amenazaba con irse igualmente al suelo—. Con ropa arrugada no te dejarán entrar en sociedad.

Sehun rio, miró el montón de ropa y se encogió de hombros.

—Más tarde me encargaré de ordenar todo esto. Ahora tengo que vestirme. Ya debería estar abajo.

Mientras el hombre se ponía una corbata muy elegante, Luhan siguió con sus protestas.
—No puedo sentarme todo el día en el hotel sin hacer nada. Eso sería... no sé lo que sería, un desastre en todo caso.
—No te preocupes. Pronto tendrás millones de amigos nuevos. Irás a distintos lugares y harás todo tipo de cosas con ellos. —Sehun se ajustó la corbata y comenzó a cepillarse el pelo.

—Hablo de hacer algo útil, no de pasarme el día de compras o hablando sobre los asuntos ajenos. Quiero trabajar, no cotillear.

—Pregúntale a Yixing. El sabe...

—Yixing está demasiado ocupado para preocuparse por mí. Por favor, Sehun, ¿por qué no puedo seguir ayudando en la cantina? Era muy feliz haciéndolo.

Sehun se dio la vuelta y lo miró con tal severidad que Luhan se sobresaltó.

—No vas a regresar al salón y punto. —Pasado un instante su expresión se suavizó—. Ya sé que será difícil para ti al principio, pero pronto estarás tan ocupado que apenas podrás creer que alguna vez te quejaste por no tener nada que hacer. —El apuesto tahúr sonrió y le besó en la mejilla—. Tengo que irme corriendo.

—¿Quieres que te espere despierto?

Sehun lo tomó entre sus brazos y lo volvió a besar.

—No. Llegaré tarde, como siempre. Lo que quiero es que tengas preparado el equipaje. Quiero que estemos en el hotel antes del mediodía.

Cada vez que estaba en brazos de Sehun, Luhan se convencía de que las cosas iban a funcionar. Su marido tenía una manera tan maravillosa de estrecharlo contra su cuerpo que por unos momentos Luhan se sentía verdaderamente suyo y no le cabía ninguna duda de ello. Los besos le gustaban todavía más. Su esposo solía comenzar besándolo de manera juguetona en los párpados, mordiéndole el lóbulo de las orejas, mordisqueándole el cuello con los dientes. Pero nunca pasaba mucho tiempo antes de que los labios de Sehun encontraran la boca de Luhan y el beso que comenzaba lento y lánguido se convertía rápidamente en un encuentro ardiente que los dejaba sin aliento, mientras sus cuerpos se apretaban uno contra otro y las lenguas bailaban sinuosamente, embistiendo, probando, explorando.

—Ahora me tengo que ir. —Sehun se separó de el, alterado como siempre —. Duerme bien. Regresaré alrededor de las seis de la mañana. —Antes de irse le hizo un guiño.

Luhan notó que la temperatura de la habitación bajaba cuando Sehun salió de ella. Su vida de fiel esposo se reduciría muy pronto a la participación en fiestas a las que no quería asistir, un rápido beso de buenas noches y hacer el amor por las mañanas, cuando el estaba medio dormido y él exhausto. Sehun lo deseaba, pero no lo amaba. No lo amaba de verdad. Era hora de que dejara de engañarse. Cada vez que sucedía algo que parecía unirlos más, se hacía la ilusión de que Sehun sí lo amaba, o de que estaba a punto de comenzar a amarlo. Sin embargo, a juzgar por lo que acababa de decir, estaba claro que su marido seguía empeñado en mantenerlo alejado de él. Cuando acudió al muelle a buscarlo, cuando luchó con tanta ferocidad para protegerlo, Luhan creyó que eso significaba que Sehun lo amaba. Pero ahora se daba cuenta de que esos actos no eran más que un despliegue de caballerosidad sureña. Luhan debería haberse dado cuenta antes. Toda su vida había visto lo mismo. Su padre habría hecho lo mismo. Sehun decía que lo estaba protegiendo, pero en realidad lo que quería era que el y la taberna ocuparan dos lugares separados de su vida. Luhan lo quería todo de él, pero él solo le ofrecía una parte.

Sehun era tan testarudo y necio como su padre, el predicador, aunque ciertamente lo disimulaba mejor. Cuando su padre le sonreía, siempre parecía estar perdonándolo, a punto de corregirlo por haber cometido algún desliz. Cuando Sehun le sonreía, el sentía ganas de cometer unos cuantos deslices. Tal vez eso era lo que la había impulsado a casarse con él: era un hombre irresistible. Sí, esa era la razón, y no el muy loable propósito de salvar su alma. Luhan no podía pensar en eso ahora sin sentirse avergonzado. Veía claro que su primo nunca había querido tener un esposo. Nunca había querido casarse. El hecho de que estuvieran casados no había cambiado su conducta lo más mínimo. Ahora Luhan ni siquiera estaba seguro de que tuviese que cambiarlo, porque era parte de su personalidad, de su encanto. Luhan, obstinado e ingenuo virginiano estaba hecho un lío. ¿Qué sabía el sobre la mejor manera de salvar el alma de la gente? No tenía derecho a creer que sabía lo que era lo mejor para nadie. Estaba estropeando su propia vida, de modo que mal podría enderezar la de otros. Solo había una salida. Puesto que no lo amaba, tenía que abandonar a Sehun. Debía divorciarse de él. No podía negarle la oportunidad de encontrar  a quien pudiera amar por completo, que no lo volviera loco. Era una decisión desoladora, terrible, pero no podía prolongar aquella falsa situación por más tiempo. Había llegado a ese matrimonio por el camino equivocado y a causa de las razones equivocadas. Debían separarse, por muy enamorado de Sehun que estuviera, o precisamente por ello. Pero no sabía si resistiría la separación, y eso le indicaba que era más egoísta de lo queimaginaba. Por su mente cruzaron de inmediato visiones de Sehun feliz, en los brazos de talvez alguna una hermosa mujer o un doncel refinado y de alta clase. Luhan vio niños corriendo por una casa enorme con vistas a la bahía y a Sehun orgullosamente sentado en medio de todo ello. Era demasiado. Con un gemido ahogado, se dejó caer sobre la cama. Después de llorar durante varias horas, se levantó, se lavó la cara y se sentó a pensar. Siguió atormentándose.


Sehun caminaba por el pasillo arrastrando los pies. Estaba más cansado de lo normal. Tenía que encontrar a alguien que le ayudara con la cantina. Tal vez pudiera convencer a Irene de que volviera. Ciertamente no podía confiar en nadie para que se ocupara de Luhan. Cada vez que encargaba su cuidado a alguien, era un desastre.Y además tenía que encontrar a Windy Dumbarton. Quizá había llegado el momento de contratar a un detective privado. Con tantos cambios en su vida, no tenía tiempo para andar de aquí para allá por San Francisco buscando en todos los antros. Sentía la acuciante necesidad de que el matrimonio quedara adecuadamente registrado. Sencillamente, no era capaz de enfrentarse a Luhan para explicarle que tenían que repetir la boda porque él la primera vez le jugó una mala pasada, un truquito infame. El hombre entró en la habitación sin encender ninguna luz. Se desvistió rápidamente. Quería dormir unas pocas horas antes de mudarse al hotel. El traslado sería duro, entre la renuencia de Luhan y las explicaciones que seguramente le pediría Yixing. Sehun le había enviado un mensaje diciendo que iban para allá, pero una nota nunca era suficiente para aquel doncel que siempre tenía que saberlo todo. Se dio cuenta de que Luhan no estaba en la cama en cuanto se metió entre las sábanas. Estiró la mano y solo tocó una sábana fría. Se levantó y encendió la lámpara. La habitación estaba vacía. Su ropa ya no estaba amontonada sobre las sillas y el sofá. Miró en su armario. Todo estaba debidamente puesto en su sitio. Todo, excepto la ropa de Luhan. Todas las cosas de su esposo habían desaparecido. Sehun salió corriendo de la habitación y cuando iba por la mitad del pasillo se dio cuenta de que iba desnudo. Maldiciendo, regresó al cuarto, se echó encima una bata y prácticamente corrió hasta la habitación de Kitty. Llamó a la puerta sin ninguna consideración por quienes dormían en las habitaciones cercanas, muertos de cansancio. De pronto recordó que Kitty ya no vivía en la cantina.Así que volvió a maldecir y corrió nuevamente por el pasillo hasta encontrar la habitación de Lizzie de Leadville.

—Largo de aquí —gritó una voz iracunda al oír los golpes en la puerta.

—Abre. Soy Sehun.

Como la puerta no se abrió de inmediato, Sehun volvió a golpear.

—Un momento, calma, ya voy.

La puerta se abrió apenas unos centímetros y desde dentro lo miró una cara paliducha que llevaba el pelo envuelto en una redecilla de color púrpura.

—¿Qué sucede? ¿Se está quemando la cantina?

—Luhan no está en la habitación. ¿Sabes adónde ha ido? ¿Sabes si ya se marchó para el hotel?

Poco a poco Lizzie logró espabilarse y, cuando lo hizo, su expresión se endureció.

—No, no se ha ido al hotel. Se fue a la posada de Bella. Luhan te ha abandonado.

Las botas de Sehun resonaban con fuerza sobre las tablas de la acera. Apenas podía creer que, después de todo lo que había hecho por el, lo hubiese abandonado. Se convertiría en el hazmerreír de San Francisco. El sofisticado mujeriego, rechazado por un jovencito ingenuo e inocente llegado de las montañas. Sería la comidilla de la ciudad durante muchos meses. Quizáaños. Todo porque quería que se mudara al hotel y para presentarlo en sociedad como su esposo. Después de aparecer sin invitación alguna y atraparlo hasta llevarlo al altar... ¡Qué más querría el endemoniado muchacho!

Quería quedarse en el Heaven. Quería trabajar, sentirse útil, y nada más le importaba. Pronto descubriría que había más cosas importantes en la vida. Y cuando lo hiciera, se sentiría muy mal. Tendría que volver junto a Sehun, arrepentido, suplicante, y él lo recibiría, por supuesto, pero antes lo haría sufrir un poco. Nadie trataba a Sehun Choi como si fuera un zapato viejo.Ni siquiera el chico que había logrado conquistar sus pensamientos, lo mismo durante el sueño que en la vigilia. Bella se puso furiosa cuando la despertaron en mitad de la noche. Miró al tahúr con aire hostil.

—¿Qué estás haciendo aquí? Ya sabes que no admito hombres en mi casa por las noches.

—Ya ha amanecido. Son casi las siete. ¿Ves? El sol ya brilla en el cielo.

—Bien, ya lo veo. Pero eso no explica tu presencia aquí. ¿Qué quieres?

—Lo sabes de sobra. Quiero ver a Luhan.

—No seas absurdo. Está dormido. —Bella entrecerró los ojos—. Además, ¿por qué debería permitirte verlo? Tienes que haber hecho algo realmente horrible para hacerlo huir de esa manera.

—Dejemos una cosa muy clara desde el principio. —Sehun no estaba de humor para tolerar las intromisiones de Bella en su vida—. Veré a mi esposo te guste o no. Ya sea en tu salón, para tener una conversación civilizada y tranquila, o en su habitación, aunque intentes evitarlo chillando como una loca. Elige.

—No quiere hablar contigo.

—Yo sí quiero hablar con el. Se marchó dejando muchas preguntas sin respuesta.

—Pero no puedes andar por ahí maltratando a la gente, obligándolo a mudarse contra su voluntad o...

—No lo estoy maltratando, es mi esposo.

—No creo que el vea las cosas así.

—Eso nos incumbe solo a nosotros, no a ti. Ahora, ¿vas a pedirle que baje o tendré que subir?

Cuando Bella dio unos golpes en su puerta, Luhan estaba acostado pero no dormido. No había podido pegar ojo en toda la noche.

—Sehun está abajo.

No lo sorprendió. Lo estaba esperando.
—¿Le has dicho que no quiero verlo?

—Claro que lo hice, pero Sehun nunca escucha lo que no quiere oír. Me temo que vas a tener que bajar. No se va a marchar sin verte.

Luhan habría dado cualquier cosa por no tener que hablar con Sehun en ese momento. Sabía que era una actitud cobarde, pero había necesitado mucho coraje para marcharse de la cantina y no sabía si todavía le quedaba suficiente valor para enfrentarse a Sehun.

El joven se levantó con un suspiro. ¿A quién quería engañar? Se habría sentido desolado si su esposo no hubiese ido en su busca en cuanto descubrió que se había marchado. Lo cierto es que se había pasado toda la noche esperando aquel momento.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó Bella.

Luhan agarró su bata.

—Esto es algo que debo hacer solo. Lo que tengo que decirle puede hacerle mucho daño.

—No puedes hacer daño a Sehun. No tiene sentimientos.

Luhan se envolvió en la bata y se aseguró muy bien el cinturón.

—Sí, sí tiene sentimientos, lo que pasa es que los mantiene muy bien escondidos. La gente así es más difícil de conmover, pero una vez que lo haces, resulta más vulnerable que nadie.

Bella se encogió de hombros.

—No creo que tengas razón, pero supongo que tú lo conoces mejor que yo.

—Tal vez lo conozca un poco más, pero creo que no lo conozco lo suficiente.

Luhan se sentó y comenzó a cepillarse el pelo. Fueran cuales fueran las circunstancias del encuentro, no pensaba presentarse ante él hecho un asco. Luhan abrió la puerta y pasó al salón de la pensión de Bella, el de los pesados muebles y la decoración sombría. Era como entrar en una funeraria. Muy apropiado, pues estaba a punto de anunciar la muerte de su matrimonio. Sintió que el corazón le latía un poco más rápido cuando vio a Sehun. Era tan apuesto que todavía le resultaba más difícil abandonarlo. Sin embargo, no podía dejarse distraer por la apariencia de Sehun. No se trataba del deseo que aquel hombre despertara en el, lo que importaban eran los sentimientos de Sehun. Lo que de verdad sentía por el. No podía juzgar cabalmente el estado de ánimo de Sehun. No iba vestido con la pulcritud habitual. Tenía los ojos rojos y los párpados hinchados, pero no creyó que fuera por el disgusto, sino porque había estado despierto toda la noche en un salón lleno de humo. Se miraron en silencio durante lo que pareció una eternidad. Sehun fue quien al fin rompió el silencio.
—¿No vas a decir nada?

—Estaba esperando que tú hablaras primero.

—¿Por qué? Tú fuiste el que huyó.

—Pensé que así serías feliz, que las cosas serían más fáciles.

—No te entiendo. ¿Por qué te fuiste?

Luhan tenía que decirle la verdad, era una obligación moral que había contraído con aquel hombre que lo había acogido y soportado durante semanas. En realidad, el era el culpable de todo desde el principio. Tenía el deber de ser sincero con quien había sido tan bueno y paciente con el.

—Me he marchado porque tú no me amas.

—Sí, sí te amo.

Sehun pareció sorprenderse un poco al oír sus propias palabras. Luhan supuso que hablaba por hablar, que se le había escapado la afirmación. Pero el hombre las repitió.

—Yo sí te amo.

—No, no me amas. Nunca me has amado. Has tratado de ocultarlo, fingiendo que te gusta tenerme cerca, que te gusta... bueno, ya sabes a lo que me refiero, pero hasta un estúpido campesino descubre la verdad después de un tiempo.

—Me gusta tenerte cerca. Me gusta tratar de hacer un bebé contigo.

—Tal vez, pero eso no es lo mismo que amar.

—¿Por qué no? Estamos casados. Te he presentado a mi familia. Planeo llevarte a fiestas, presentarte en sociedad. Todo eso prueba que te amo.

Sehun no lo entendía. Pensaba que amar era decir unas palabras, seguir unas rutinas. No entendía que el amor era algo que tenía que salir del corazón, no de la cabeza.

—Vamos a casa y no discutamos más por tonterías.

—No.

—¿Por qué no? Si te quedas aquí, todo el mundo pensará que algo va mal.

—Tal vez eso no sea tan malo. Tal vez haya llegado la hora de dejar de fingir.

—No estamos fingiendo. Estamos casados.

—Quizá sea mejor que finjamos que eso nunca pasó.

Sehun se puso pálido al recordar que aún no había encontrado a aquel predicador bribón que debía registrar el matrimonio. El naturalmente, no entendió por qué palidecía su esposo.

—La mitad de San Francisco sabe que estamos casados. Este ya no es tu lugar.

—Estoy cómodo aquí. No creo que pudiera ser feliz con la clase de gente que tú quieres que frecuente.

—No lo sabrás hasta que lo intentes. Además, no todos son iguales.

—Tal vez debas olvidarte de mí, dejarme sobrevivir por mi cuenta.

—Durante mucho tiempo te dejé a tu albedrío, y fue un fracaso. Parece que lo has olvidado.

Sehun tenía razón. Se había metido en muchos líos y tuvo que acudir a él para que los solucionara. Luhan lo miró con angustia.

—¿Por qué has venido?

Sehun parecía desconcertado.

—¿Me abandonas y luego me preguntas que por qué vengo a buscarte? ¿Acaso tú no irías a buscarme en una situación igual? ¿No tratarías de saber por qué huía?

—Sabes que te amo desde el principio. Pero tú...

—Está bien. Admito que no te he dicho que te quiero tres o cuatro veces cada hora, y que no me he comportado todo el rato como si fueras la única persona que existe en el mundo. Pero eso no significa que no te ame. Y no es razón para desaparecer sin decir una palabra. Nunca dije que sería el mejor marido del mundo, pero no merezco un trato semejante.

—Tienes razón. Mi vida se ha convertido en un lío sin solución.

Luhan se puso de pie y se quedó detrás del sofá. Necesitaba pensar con claridad. Clavó la mirada en la alfombra, pues no podía concentrarse si miraba a Sehun.

—Me fui porque no vi otra salida. Todo este caos es mi culpa. Vine aquí sin ser invitado. Esperaba que te hicieras cargo de mí, aunque insistía en cuidarme solo. Quería que te casaras conmigo, aunque sabía que no me amabas. Nunca hice lo que me pediste. No he hecho más que desafiar a todo el que ha tratado de ayudarme, desde mi padre y Ezequías hasta la señora Thoragood.

—No tienes por qué seguir haciéndolo.

—Lo sé, pero no puedo regresar a la cantina ni irme para el hotel.
—¿Qué vas a hacer?

—No lo sé, pero tengo que decidirlo por mí mismo.

—¿Y cuánto tiempo necesitarás para eso?

—No lo sé.

—¿Qué se supone que debo hacer yo?

—Olvidarte de que me has conocido.

—No puedo hacerlo. Es lo único que no puedo hacer.

—¿Por qué no? Eso es exactamente lo que has estado tratando de hacer desde que llegué a San Francisco.

—Solo al principio, y fue imposible. Pienso constantemente en ti.

—Ni siquiera estamos hablando de lo mismo. Tú estás hablando de trabajar juntos, ocupar el mismo espacio, sentirnos físicamente atraídos.

—Eso es mucho.

—Tal vez lo sea para un hombre, pero no para mi.

Sehun parecía confundido, incluso un poco indignado. No sabía de qué estaba hablando Luhan.

—Nunca has entendido a nadie. Sabes cómo seducir, cómo halagar, cómo hacer que permanezcan todos a tus pies mientras te interesan, pero nunca has sabido nada sobre los sentimientos. Trabajaste con Irene durante años y nunca te diste cuenta de que estaba enamorada de ti.

—Desde el primer momento le dije que...

—No estoy hablando solo de cómo hacer que una mujer se sienta bonita y deseada. Eso es importante, pero el amor es mucho más que eso. Uno quiere sentirse necesitado, sentir que su hombre no puede vivir sin ti, sentirse parte de él. Uno quiere que su marido comparta toda su vida, no solo una parte. Quiere sentirse apreciado, valorado porque puede darle a su marido algo que no puede darle ninguna otra persona en el mundo. Uno quiere que sus sentimientos y sus opiniones sean importantes para su marido.

—Lo son.

—Sehun, desde que llegué aquí, nunca me has preguntado qué pienso ni has escuchado ni una palabra de lo que he dicho. —Luhan no tuvo más remedio que hacer una pausa hasta tranquilizarse—. No, olvida lo que acabo de decir. Eso no era lo que quería contarte. No estoy tratando de echarte la culpa, Dios me libre. Solo trataba de explicar por qué me fui. Sé que no puedes amarme solo porque yo quiera que lo hagas. Tal vez me quieras un poco, a tu manera. Pero yo deseo más. Necesito más. Y tú no me lo puedes dar. Así que tengo que tomar una decisión.
—¿Y yo no te puedo ayudar a tomar esa decisión?

—No. Esto es algo que tengo que hacer solo.

Luhan ( Libro 7- serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora