Las calles estaban desiertas, es decir tan desiertas como podían estar las calles en esa parte de la población. Las ruedas del coche de alquiler saltaban sobre el irregular suelo de barro seco y Sehun pensaba en lo placentero que era circular por las suaves calles empedradas de la zona elegante de la ciudad. Pero pese al traqueteo, Luhan no se despertó. Sin duda, dormiría hasta el mediodía. Sehun estaba seguro de que era la primera vez que permanecía despierto toda la noche. Cuando el coche se detuvo y él se bajó, el sol estaba comenzando a iluminar el cielo por el este. El propio tahúr se sentía un poco adormilado, pero en lugar de despertar a su primo, lo cargó en sus brazos y lo llevó al interior de la cantina. El cochero le abrió la puerta para que entrara. A esas horas el local estaba a oscuras, pero Sehun conocía cada centímetro de ese lugar mucho mejor que el cuerpo de cualquiera con el que hubiera estado, y eso era mucho decir. Con los ojos vendados, podría llegar sin equivocarse hasta cualquier mesa de juego o cualquier rueda ruleta.El contacto con el doncel que llevaba en sus brazos, es decir, con aquel maravilloso cuerpo , conmocionaba cada fibra de su ser, y por su mente cruzaban ideas que nunca habría admitido ante ningún hombre. Estaba enternecido. Todavía no se había recuperado totalmente de los efectos de aquel beso. El deseo ardía a fuego lento en su interior, esperando solamente que el aliento de la pasión lo convirtiera en un incendio. Sabía que eso podría suceder en cualquier momento.
Apretó el paso. Tenía que dejar a Luhan en su cama y luego irse directamente a su cuarto lo más rápido posible. Por lo general controlaba muy bien sus impulsos sexuales cuando era necesario, pero esta vez no confiaba nada en su capacidad de dominarse.Llevar en brazos a Luhan por las escaleras no fue tan fácil como había pensado. Pesaba lo suyo, y el trayecto era largo. Pese a que seguía propinando soberbios puñetazos a los clientes patosos, se dijo que no estaba en forma. Tendría que seguir los consejos de sus hermanos y hacer un poco de ejercicio. Los pasillos eran estrechos y las tablas del suelo chirriaban a cada paso. Sehun nunca se había dado cuenta de lo difícil que era entrar o salir del salón sin hacer ruido y supuso que esa era una de las razones por las cuales sus chicos rara vez lo intentaban.
En la puerta de la habitación de Lily había pegado un trozo de papel con una nota:
Cora ha vuelto. Acomoda a Luhan en tu habitación.
Tú tendrás que irte a dormir al Palace.Irene.
¡Maldición! Con la de veces que advirtió a Cora de que estaba cometiendo un error al marcharse con ese imbécil. Los hombres como él no eran de fiar. No les gustaba quedarse en ningún lugar por mucho tiempo y detestaban la responsabilidad de tener a una persona a cargo. Sehun lo sabía mejor que nadie, pero Cora, otra maldita boba, no había querido escucharlo.Si al menos la muy cretina hubiese tardado una noche más en regresar. Sehun no quería cruzar toda la ciudad a esa hora para ir hasta el Palace. Jun seguramente haría preguntas. Siempre las hacía, y en semejante ocasión mucho más. Tampoco quería que Luhan durmiese en su habitación. Ya en la anterior ocasión le parecía poco apropiado, pero después de lo que había sucedido entre ellos esa noche, era todavía más inconveniente.
Con el en brazos, empezó a pensar en cosas imposibles, en cosas que podrían haber sucedido si se hubiese comportado de otra manera, si Luhan hubiera nacido en otro lugar, si...
Se dijo que si la gente estuviera más dispuesta a pensar las cosas, muchas vidas podrían dar un giro total...
Sacudió la cabeza. No sabía qué le estaba ocurriendo. Se estaba poniendo filosófico y eso no era muy propio de su manera de ser. Filosofar era una pérdida de tiempo. Las cosas eran como eran y punto. Cuanto antes aceptara eso, más feliz sería. Cuanto antes dejara a Luhan en una cama, antes podría irse a dormir y dejar atrás aquel extraño y perturbador estado de ánimo. Sehun se volvió y recorrió los pasillos hasta llegar a su habitación. En contra de lo que temía, logró abrir la puerta sin dejar caer a Luhan. Pero cuando lo puso sobre la cama, se sintió peligrosamente desalentado y falto de energía. Bajó la vista hacia Lu. Yacía boca arriba, con la cabeza hacia un lado, las piernas ligeramente dobladas y los brazos flexionados a la altura de la cintura. Con delicadeza, procuró colocarlo en una postura más cómoda. Luhan suspiró y se dio la vuelta para acostarse de lado, sin despertarse en ningún momento. Sehun comenzó a echarle encima una manta, pero luego decidió que no podía dejarlo dormir vestido así. Y el único que podía desvestirlo era él.
No es que no hubiese desnudado nunca a un doncel, pero este era nada menos que Luhan. Si se despertaba en plena operación, lo mismo empezaba a gritar antes de que él tuviera tiempo de explicarle lo que estaba haciendo. Suspiró, un poco angustiado. La parte delantera del saco parecía tener decenas, si no cientos de botones. Empezó a desabrocharlos desde arriba. Cuando el saco quedó totalmente abierto a la altura del cuello, Sehun trató de no fijarse en lo blanca que era la piel del cuello. Mientras soltaba los botones que cerraban la camisa a la altura de los pezones, trató de no pensar en la suavidad de aquellos tentadores botones que parecían ofrecérsele, inocentes, apetitosos. Hizo caso omiso del rítmico movimiento del vientre. Bloqueó su mente para no pensar en el calor que brotaba de las caderas y los lugares más recónditos del cuerpo de su primo. Pensó en la forma de deslizar la ropa por los hombros y sacarle los brazos de las mangas. Para eso tuvo que sentarlo y recostarlo contra él. El contacto de aquellasuave piel estuvo a punto de alterarle definitivamente. Hizo un esfuerzo supremo para terminar de quitarle la ropa antes de que el se despertara o él perdiera el control de sus impulsos.Luhan seguía profundamente dormido. Balbuceó algo e hizo unos cuantos ruiditos, pero siempre estuvo muy lejos de despertarse. Al fin pudo sacarle los brazos. Volvió a recostarlo y dejó escapar un suspiro de alivio. Solo le quedaba tirar del pantalon desde abajo. Así lo hizo, y lo dejó sobre el sillón que estaba cerca de la puerta. Luego le desató el corsé, se lo sacó por los pies y lo cubrió con una sábana.
Cuando terminó, respiraba como si acabase de realizar una tarea extenuante. Nada había puesto a prueba su capacidad de autocontrol como los sucesos de esa noche. Pero todo había sido por su culpa, no tenía derecho a quejarse. Había cometido un serio error de cálculo. Empezó la velada pensando que podría controlar sus sentimientos hacia Luhan, porque no eran diferentes de los que había tenido por otros donceles atractivos. Pero aquello era una tontería, un autoengaño. Finalmente reconoció que desde que le conoció no había sido capaz de olvidarse de el ni siquiera cuando no estaba cerca. Y cuando estaba cerca, no podía pensar en nadie más.Por fortuna se trasladaría al Palace en unas cuantas horas. La situación empezaba a ser insostenible. Sin embargo, quien de momento tendría que irse al hotel era él. Empezó, pues, a reunir algunas cosas que necesitaba llevarse, pero de inmediato cambió de opinión. Irene no tardaría en levantarse y Luhan se podría pasar a la cama de su ayudante para que Sehun pudiera recuperar la suya. Así no tendría que ir a ninguna parte ni dar ninguna explicación difícil a su hermano. De momento, decidió echarse en el sofá. Sería durante dos o tres horas como máximo.Se desvistió, colgó cuidadosamente su ropa en el armario, pues detestaba las prendas arrugadas, y se puso una bata. Tenía mantas, en el armario y un par de almohadas de sobra en la cama.
En cuanto puso la cabeza sobre la almohada, se dio cuenta de que no tenía sueño. Estaba demasiado alterado. Su mente quería repasar toda la velada una y otra vez, a pesar de que sabía que era un ejercicio inútil, que solo lo perturbaría y lo desvelaría todavía más. De modo que decidió hacer uso de la capacidad de concentración que lo había convertido en un jugador formidable y dejar la mente en blanco. Cuando lo logró, se durmió enseguida. Al despertar, Sehun quedó deslumbrado por la luz del sol que entraba por las ventanas. Maldijo. Se le había olvidado echar las cortinas. Cerró los ojos, pero ya no pudo eliminar luz grabada en sus pupilas. Era asombroso lo brillante que podía ser la luz del sol a las nueve de la mañana. ¿Por qué demonios no habría amanecido un día lluvioso o cubierto de neblina? Así eran la mayor parte de las mañanas, menos aquella. Se levantó del sofá. Solo entonces se acordó de dónde estaba durmiendo. Y por qué. Miró de reojo hacia la cama, con un poco de aprensión. Luhan todavíaestaba profundamente dormido. Por fortuna no había ninguna vaca esperándole para ser ordeñada, porque a esas horas el pobre animal ya hubiera estado desesperado. Fue hacia la cama y se olvidó por completo de las vacas y de la luz del sol. No podía entender cómo era posible, pero Luhan parecía aún más bello, inocente y vulnerable acostado allí, sin la protección de la sábana, que se había quitado durante la noche. Tenía los brazos y las piernas completamente extendidos, se le había subido la sabana y dejaba al descubierto una pierna hasta la mitad del muslo. Sehun estaba a punto de volverse loco. Su primo era una criatura absolutamente hermosa. Pese a estar recién despertado, en una hora tan temprana para él y sin apenas haber descansado, mirándolo se sentía lleno de vitalidad. Y también muy preocupado. Tanto, que estaba rígido, como paralizado. Evidentemente, lo más sensato era echarle la sábana encima cuanto antes, para prevenir tentaciones, y llamar a Irene para que se lo llevara a alguna otra habitación.
Pero en lugar de llamar a su ayudante, Sehun se sentó en el borde de la cama y acarició, apenas rozándole, la palma abierta de la mano de Luhan. Fue un gesto mínimo, insignificante, pero que causó una reacción asombrosa en aquel hombre tan experimentado. Fue como si todo su cuerpo sufriera pequeñas descargas eléctricas. Sintió un imparable deseo de extenderlos brazos y devorar al doncel que dormía ante él, de hacerle el amor hasta la extenuación.Enseguida retiró la mano. Precisamente para evitar lo que acababa de ocurrir le obligaba a abandonar el Heaven. Los hombres como él lo miraban y solo pensaban en una cosa: satisfacer sus necesidades físicas. No le cabía duda de que sería un amante asombrosamente delicioso, pero aquella maravillosa criatura necesitaba mucho más que un enredo sexual, más de lo que él o cualquier hombre de su calaña podía darle. Cuando escuchó pasos en el corredor, pensó que sería Irene. Perfecto. Era hora de que Luhan se marchara. Se estaba volviendo vergonzosamente vulnerable y no tenía muy claro que pudiera dominarse durante un minuto más. Notó que los pasos se volvían más fuertes, más apresurados y sonrió para sus adentros. Irene tampoco confiaba en él. Entonces se estiró para bajar la sabana de Luhan y cubrirle la pierna, y justo en ese momento la puerta se abrió de par en par. Sarah Thoragood irrumpió en la habitación seguida de su santo esposo, Bella Holt, Irene y algunas de las chicas.
Si Sehun se hubiera preguntado alguna vez cómo era un basilisco, allí tenía la respuesta, en forma de beata. Sarah Thoragood tenía la cara tan roja y distorsionada por la ira que el atormentado tahúr apenas pudo reconocerla.
—¡Sátiro! ¡Bestia lujuriosa! ¡Lo hemos atrapado en su cueva pestilente ante el cuerpo herido de su presa inocente!
Por primera vez en la vida, Sehun se quedó sin palabras.
—¡Satanás consumirá su alma en el infierno! ¡Destrozará su cuerpo con espuelas y pasará el resto de la eternidad en permanente tormento!
El pobre Sehun logró recuperar al fin el habla.
—¿Qué son esos gritos y de qué demonios está usted hablando?
—Siempre supe que usted era un libertino depravado, pero nunca pensé que caería tan bajo como para dañar a esta inocente criatura del señor que le confió su futuro, su vida, su alma y su cuerpo.
—¡Usted está loca! —Sehun se volvió hacia Irene—. ¿Me puedes decir de qué diablos está hablando esta mujer?
—Creen que te has acostado con Luhan. —Irene lo miraba con sorprendente dureza—. ¿Lo has hecho?
Sehun miró primero a Irene, luego plantó los ojos en Luhan y después los dirigió hacia el sofá con las sábanas arrugadas. Finalmente, tras otra mirada a su primo, contempló a los furiosos invasores.
—Ustedes piensan que yo...
Su dulce primito todavía estaba dormido en su cama, cubierto solo con la sabana. Y allí estaba él también, a medio vestir.
—No, no me he acostado con el. Ya sé que eso es lo que parece, pero no sucedió nada.
—¿Espera que yo crea que usted, un depravado, un licencioso e inmoral violador... no...?
—Lo que ella está tratando de decir —interrumpió Irene— es que las pruebas están en tu contra.
—¡Fornicador! Vil seductor de...
—No me importa lo que digan las apariencias. —Sehun trataba de hacer caso omiso de la señora Thoragood, para no tener que estrangularla—. No le he tocado. Si hubiese querido, podría haberlo hecho hace mucho tiempo.
—¡Ajá! —Sarah Thoragood ya no clamaba, solo emitía chillidos—. Y ahora se enorgullece de sus poderes para seducir, para violar, para...
—No quería irme a un hotel. Pensé que solo pasarían un par de horas antes de que tú vinieras y te lo llevaras a tu habitación.
—Durmiendo estaba cuando ellos irrumpieron en la cantina.
—Justo a tiempo para atraparlo in fraganti, mientras cometía este crimen tan execrable. —Sarah Thoragood seguía con su cantinela.
Luhan se movió y pareció comenzar a despertarse. Sehun no entendía cómo era posible que siguiese durmiendo en medio de semejante escandalera.
—Desaparezca de su vista antes de que despierte. —Sarah Thoragood no dudaba en dar órdenes—. Este pobre ángel caído ya tendrá suficientes remordimientos como para tener que ver la cara al causante de su desgracia.
—Sehun. —Luhan le llamaba con los ojos a medio abrir, mientras trataba de enfocar la mirada y entender la escena que tenía delante. Intentaba, obviamente sin éxito, encontrar una razón lógica para que toda aquella gente estuviera en la habitación de Sehun—. ¿Qué está haciendo aquí toda esta gente?
Irene se apresuró a cubrir a Luhan. Como no podía ser de otra forma, Sarah Thoragood fue la primera en dar explicaciones.
—Hemos venido a rescatarte de las garras de este réprobo. Entendemos tu vergüenza, compartimos tu dolor, y has de saber que no te abandonaremos. Este hombre será obligado a pagar por lo que te ha hecho. Él tendrá que...
Sehun prácticamente voló a través de la habitación y le tapó la boca a Sarah Thoragood con la mano antes de que pudiera decir una palabra más. La mirada horrorizada de la señora Thoragood parecía indicar que tenía miedo de que Sehun la estrangulara allí mismo.
—Si no quiere que me ponga violento con su santa esposa —susurró ferozmente Sehun a Harold Thoragood—, hágala callar antes de que Luhan entienda lo que el está diciendo. No me importa lo que usted piense de mí.—Ahora se dirigía a la aterrorizada señora Thoragood—. Ahora bien, como diga una palabra más delante de Luhan, la arrojaré por esa ventana.
En ese momento, Irene estaba ayudando a Luhan a ponerse la bata que le había alcanzado una de las chicas.
—Han venido a asegurarse de que no te retenga aquí por más tiempo. — Sehun estaba improvisando—. Al parecer, Bella no puede esperar ni un minuto más para tenerte de vuelta en su pensión.
—Es muy considerado por su parte que quiera proteger los sentimientos del muchacho... —El señor Thoragood hablaba con su tono más pomposo —. Pero no participaré en una mentira.
Sehun reaccionó de inmediato.
—¡Todo en usted sí que es una mentira! Y además, no olvide que también puedo arrojarlo a usted por la ventana detrás de su mujer.
Irene decidió intervenir.
—Nadie va a arrojar a nadie por ninguna parte. Toda esta situación es demasiado confusa. Hay que aclarar cuidadosamente cada cosa antes de que nadie salga de esta habitación.
La ayudante de Sehun se dirigió hacia la puerta y la cerró.
—Que todo el mundo se siente y guarde silencio. —Miraba especialmente a Sarah Thoragood—. Vamos a averiguar lo que sucedió anoche.
—No sucedió nada —dijo Sehun.
De pronto terció Luhan.
—Eso no es cierto. Pasaron muchas cosas.
Todo el mundo miró al joven. Las expresiones de los rostros oscilaban entre el horror y la furia.
—Te dije que...
—¡Cállese! —Irene cortó en seco a la mujer del ministro. Sehun se había vuelto hacia la señora, que enseguida se escondió detrás de su marido. Irene se dirigió a el recién despertado.—Ahora cuéntanos lo que pasó.
—Sehun me llevó a dar un hermoso paseo en un barco. Tuvimos una maravillosa cena y le pregunté por el motivo de la invitación. Él dijo que quería que yo pasara un buen rato, pero no era cierto. Eso no era lo que él quería en realidad.
—¿Lo ven? ¡Se lo dije! —La señora Thoragood, incapaz de guardar la compostura, chillaba de nuevo—. Yo...
Se interrumpió al ver que Sehun corría las cortinas con fuerza y abría la ventana que daba sobre el callejón. Estaba dispuesto a defenestrarla. Sarah Thoragood se quedó definitivamente muda, con ojos aterrorizados.
—Lo que quería era decirme que no iba a permitir que siguiera actuando en la cantina. También me dijo que debería casarme con un millonario correcto y aburrido.
—¿Eso es todo? —El señor Thoragood parecía incrédulo.
Irene siguió llevando la voz cantante.
—¿Por qué volvisteis tan tarde?
—Sehun quería que regresáramos, pero yo le pedí que nos quedáramos un rato más. Era una noche tan hermosa que no quería que terminara. Además, si voy a tener que vivir en un hotel y convertirme en chico de compañía de alguna persona respetable, la verdad es que no tenía mucha prisa por empezar esa nueva existencia.
Irene miró a Sehun con gesto cómplice, a punto de sonreír.
—Pero ¿qué estás haciendo en la cama del señor Choi? —La señora Thoragood habló en tono más bajo que antes, bien protegida detrás de su marido.
—No lo sé. Me quedé dormido. Me desperté cuando ustedes le estaban gritando a Sehun esas cosas tan horribles.
El ministro interpeló al tahúr.
—¿Cuál es su explicación?
—No tenía otro lugar donde dejarlo. Hasta ahora, el estaba durmiendo en la habitación que dejó libre Cora al irse, pero esa tonta chiquilla decidió regresar de forma inesperada. Irene quería que yo le diera mi cama a Luhan y me fuera a un hotel. Iba a hacerlo, pero a Jun no le gusta que lo despierten al amanecer, así que preferí esperar. Me imaginé que Irene se levantaría en un par de horas y Luhan podría pasarse entonces a la habitación de Irene.
El señor Thoragood le miró, interrogador.
—¿Dónde dice que durmió?
—En el sofá.
La bruja pidió confirmación a Luhan.
—¿Eso es cierto?
—¿Acaso está usted sorda? —Sehun volvía a mirarla con gesto inquietante —. Le acaba de decir que estuvo dormido todo el tiempo.
—Si Sehun dice que durmió en el sofá —dijo Luhan—, es que es ahí donde durmió. Nunca miente.
—Me temo que esa explicación no es suficiente —dijo la señora Thoragood.
—Yo pienso lo mismo —apuntó Irene.
—¿Cómo? —Sehun se acercó con cara de asombro a su amiga, que no se inmutó, sino que siguió diciendo lo que quería.
—Digo que no creo que sea suficiente. Has comprometido la reputación de Luhan. Después de lo que hiciste, nadie creerá en su pureza.
—Estoy totalmente de acuerdo con la señorita... con esta persona. —El señor Thoragood intentaba parecer temible, pero resultaba un poco ridículo. Ni siquiera se sabía el nombre de todos los presentes en la curiosa reunión.
—Me llamo Irene Bae y, a pesar de que vivo en una taberna, sé distinguir perfectamente entre lo que está bien y lo que está mal. Y eso vale también para el resto de los chicos. ¿No es así, muchachos?
Con asombro, Sehun oyó cómo un coro de voces secundaba las palabras de Irene.
—No creo que nadie tenga aquí derecho a juzgar vuestra moral, y no creo que se trate de eso. Más bien se me está juzgando a mí, ¿verdad?
—Ese es el meollo del asunto. Parece que nadie se fía de ti, Sehun.
Otra vez intentó terciar el ministro.
—Lo que la señorita... o la señora...
—Señorita —aclaró Irene.
—Lo que la señorita Bae está tratando de decir es que su mala reputación ha comprometido el nombre de la señorito Ling.
—¡Lo ha deshonrado! —La señora Thoragood era incapaz de controlarse, pese al peligro de salir volando por la ventana.
—No creo que eso un gran problema —dijo Irene—, Sehun siempre ha insistido en que el hombre que deshonre a uno de los chicos y chicas debe casarse. ¿No es así, Sehun?
—Así es. Nunca permitiré que...
El tahúr enmudeció al ver la extraña luz que brillaba en los ojos de Irene.
—Maldita sea, Irene. Si piensas siquiera por un segundo que yo me voy a...
Ahora fue Bella la que tomó la palabra.
—No tienes otra salida. Lo que dice Irene es verdad. Cuando yo estaba aquí, no dejabas de repetir que esa era la única regla que nunca romperías.
—¿Tú vivías aquí? —La señora Thoragood parecía más espantada que nunca. Bella no hizo caso a su exclamación y siguió dirigiéndose a Sehun.
—Decías que no podía haber excepciones.
—Hace solo unas semanas te aseguraste de que Josie se casara —le recordó Irene.
—Sí, así fue. —Lizzie de Leadville se había sumado al coro, con una pícara sonrisa.
Sehun trató de defenderse de aquel ataque por todos los flancos.
—Pero yo no he mancillado el honor de Luhan...
—Nadie va a creer semejante cosa. —El señor Thoragood seguía intentando poner cara de temible ministro de Dios—. Estoy de acuerdo con la señorita Bae. Debe usted casarse con Luhan.
—Pero él no puede hacerlo. —Luhan, que escuchaba embelesado, habló, como siempre, con la mayor naturalidad del mundo—. Sehun no quiere casarse.
El tahúr pareció aliviado.
—Ya era hora de que abrieras la boca para apoyarme. Pensé que me ibas a dejar solo con toda esta jauría.
—No puedo quedarme callado. Ellos también están hablando de mi matrimonio.
—Me alegra que lo notes.
—Sehun no me ama. Ni siquiera le gusto. Lo único que hago es causarle problemas.
—Eso no es cierto. —Sehun se sentía acorralado, metido en una endemoniada trampa. No quería casarse, pero tampoco podía permitir que su primo creyera que le detestaba—. Me gustas mucho. Anoche te lo dije. — Nada más pronunciarlas, se dio cuenta de que estas palabras podían ser un arma letal en manos de los allí presentes.
Irene tenía expresión de triunfo.
—¿Qué más te dijo Sehun anoche, Luhanie?
—Dijo que no quería besarme porque tal vez podría gustarle demasiado. Pero luego me besó. Y le gustó.
Sehun se preguntó por qué les gustaba tanto divulgar precisamente las cosas que deberían llevarse a la tumba.
—Eso no es exactamente lo que...
—¿Obligó usted al señorito Ling a aceptar sus atenciones? —El señor Thoragood empezaba a declamar igual que lo hacía en su iglesia cuando quería reconvenir a los pecadores.
—No, no lo hice. —Sehun estaba empezando a enfurecerse en grado máximo—. El me pidió que le besara.
Bella dejó escapar una exclamación de asombro. Las chicas se rieron. La señora Thoragood parecía incapaz de hablar. Irene estaba haciendo cuanto podía para contener la risa. Luhan siguió hablando con su implacable inocencia.
—Es cierto. Nunca me habían besado y le pedí a Sehun que me mostrara cómo era eso de besarse. También le pedí que me abrazara. Las dos cosas me gustaron mucho. Sehun lo hace muy bien. Pero, claro, me imagino que ha tenido mucha práctica.
Sara Thoragood estaba amoratada, de pura indignación. Irene perdió su batalla contra la risa.
—¿Es cierto que le pediste a él que hiciera esas cosas? —El señor Thoragood no parecía tan conmocionado como su esposa.
—Sehun dijo que tenía que casarme con el hombre adecuado —siguió el inocente muchacho—, pero a la única gente adecuada que conozco no le gusta andar besándose ni abrazándose.
—Por supuesto que no —dijo la mujer del ministro. El señor Thoragood se sintió obligado a reconvenir a la chica.
—Me temo que eso demuestra una gran falta de recato de tu parte.
—¡Un momento! —Sehun miraba amenazadoramente al clérigo—. No voy a permitir que nadie le hable a Luhan de esa manera.
—No veo otra solución. Sehun debe casarse con Luhan —sentenció Irene.
—Lamento decir que estoy de acuerdo con usted —afirmó el señor Thoragood.
—¿Casarse con él? Pero si ese hombre es un libertino, un depravado, un seductor, un... —Curiosamente, la señora Thoragood parecía convertirse en inesperada aliada de Sehun, pero a este, de todas formas, no le gustaron sus palabras.
—¡Señora! Si vuelve a llamarme libertino o seductor, serán las últimas palabras que saldrán de su boca.
—¡No se atreva a amenazarme! Tengo a Dios de mi lado.
—Junto a Dios la voy a mandar como no se calle. Todo esto de que debo casarme con Luhan no es más que una tontería. —Sehun dio media vuelta para encararse con Irene—. ¿De verdad crees que lo violé?
—No importa si lo hiciste o no. El caso es que arruinaste su reputación.
—Yo creo que sí importa, y mucho.
—Yo también lo creo —dijo Luhan.
El tono inocente de la voz de Luhan no ayudaba mucho a Sehun. Estaba seguro de que la gente no tenía en cuenta las opiniones de su primo, precisamente por ser tan bueno y tan sincero.
—La señorita Bae tiene razón. —El ministro se había puesto definitivamente pomposo—. En este momento la verdad no importa. Lo único que importa es lo que la gente creerá que sucedió.
Sehun le fulminó con la mirada.
—Usted no puede hacer semejante afirmación y seguir diciendo que es un ministro de Dios.
—Soy realista y digo que usted debe casarse con el señorito Ling sin demora.
—¡No!
—No puedes negarte. Son tus propias normas. —Irene, radiante, no podía ocultar que estaba encantada con aquella situación.
—Mis normas dicen quien ha sido deshonrado debe casarse. Pero yo no he deshonrado a Luhan.
—Da igual, podrías haberlo hecho.
Sehun estaba comenzando a preguntarse si no se trataría de una pesadilla, de la que podría despertar en cualquier momento, eso sí, con un buen dolor de cabeza. Resopló y con tono fiero se dirigió a todos.
—¿Así que da igual? ¿Por qué no salen de la habitación de una vez? Así Luhan y yo podremos dedicarnos a deshonrarnos todo lo que podamos. Puesto que da igual, aprovecharemos para pasarlo estupendamente.
—¡Señor Choi! —El señor Thoragood ya había alcanzado su registro de predicador más imponente y aterrador—. ¿Es que su desfachatez no tiene límites?
—No lo sé, creo que me limita el hecho de haberlo visto y probado todo. ¿Conoce usted alguna depravación que se me pueda haber escapado?
Irene miró al señor Thoragood.
—No le haga usted caso, solo está tratando de provocarle para distraer nuestra atención. —Se volvió hacia Sehun—. Lo más importante es proteger a Luhan, como muy bien sabes. Y has arruinado su reputación, así que lo único que puedes hacer es casarte con el.
—No seas ridícula.
—¿Crees que alguno de esos jóvenes adecuados, ricos y pudorosos, de los que hablas se querrá casar con el cuando se enteren de esto?
—¿Y quién se lo va a contar?
—Hay diez personas en esta habitación en este momento. Además, está la tripulación del barco, el cochero que os ha traído y cualquiera que te haya podido ver. Y Luhan.
—¿Crees que Luhan se va a ir de la lengua?
—Por Dios, es tan inocente que terminará por delatarse, tal como ha hecho hace solo un momento.
—Hablaré con el, le enseñaré lo que conviene y lo que no conviene decir a la gente.
—Gracias a Dios no es como los demás, no tiene nada que ver con todos nosotros. ¿Quieres que cambie, que se pase la vida dudando si ha de contar la verdad? ¿Esa es la clase de persona en que quieres convertirlo? Pensé que lo que más te gustaba de el era precisamente su inocencia.
La inocencia no era exactamente lo que más le gustaba de aquella criatura asombrosa, pero ciertamente era la cualidad que más le había llamado la atención al principio. Sobre todo le agradaba su capacidad de ver siempre lo mejor en los demás, su deseo de ayudar a todo el mundo, a quien se lo merecía y a quien no. También le acabó gustando hasta su ridícula manía de referirse a su papá... Pero sobre todo le gustaban el pelo, los ojos, cuerpo, los muslos...
—Ya está bien, demonios. Luhan no quiere casarse conmigo. Vino aquí en busca de libertad, no de un marido.
Irene, siempre sonriente y tranquila, se volvió hacia Luhan.—¿Y tú qué opinas? ¿Crees que podrías casarte con este patán envuelto en papel dorado?
—Cualquiera podría casarse con Sehun. Es muy amable y es realmente dulce cuando se lo propone.
Sarah Thoragood parecía al borde de la apoplejía.
—La criatura está embrujada. Usted debe de haberle drogado.
—¿Para qué iba a drogarle? No quiero que el se case conmigo, ¿lo recuerda?
De repente volvió a sonar la voz de Luhan.
—¿Tan malo sería para ti estar casado conmigo?
Sehun replicó de inmediato.
—Sería terrible. Porque esperarías que me levantara temprano, a unas horas infames, y que aprendiera a ordeñar las malditas vacas que acabaríamos comprando por tu insistencia de mil demonios. Y cantarías y bailarías hasta que todos los hombres que pusieran un pie en el salón estuvieran dispuestos a apuñalar o matar a tiros a su vecino, o a su mismísima madre, solo para conseguir una sonrisa tuya. Tendrías todo un ejército de hombres siguiéndote por la calle, adondequiera que fueras. Harías que esta maldita sanguijuela de predicador, y todo su cortejo de furias, se pasaran la vida pisándome los talones e invadiendo mi habitación para acusarme de toda clase de cosas. Acabaría volviéndome loco de tanto pelear con unos y otros para poder tenerte solo para mí.
Irene suspiró y dictó sentencia.
—A mí eso me suena a declaración de amor. Yo propongo que se casen ahora mismo. Busquemos un pastor.