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SAN FRANCISCO, 1885

Luhan Ling se detuvo un momento para elevar una silenciosa plegaria al ángel custodio de los desamparados y de los niños abandonados. Aunque sabía que no cumplía los requisitos para estar en ninguna de esas categorías, si el ángel tenía la bondad de velar por el durante los próximos minutos juraba no volver a invocar jamás su nombre.

Nada de lo que había visto en sus diecinueve años de vida lo había preparado para irrumpir en San Francisco, en la Avenida del Pacífico, a las 6.37 de la tarde. La calle estaba llena de hombres. De toda clase de hombres. Todos con prisa. Muchos armados con pistolas. Algunos borrachos. Todos desconocidos para el.

Con ellos había mujeres y donceles que no se parecían a ningún otro que hubiese visto en su vida. La mayoría iban vestidos con trajes de colores brillantes y diseños concebidos para mostrar tal cantidad de anatomía que Luhan sintió que se ruborizaba. Se habían teñido el pelo tantas veces y llevaban el rostro tan maquillado que en todas las caras parecían una máscara. Hacían tanto ruido como los hombres y estaban casi tan ebrios como ellos.

La acera entarimada estaba flanqueada por construcciones de toda clase, y de todas ellas brotaban luz, música y un inconfundible ruido de jolgorio humano. Luhan nunca había oído tanta bulla, ni siquiera en el encuentro religioso del último verano, al cual asistieron más de dos mil personas. Se quedó observando la fachada de la cantina Heaven. Pese al nombre, parecía más bien la entrada al infierno. La casa estaba hecha de ladrillo, y toda la decoración era roja y dorada, incluidas las cortinas que cubrían las ventanas.

Luhan no podía ver a través de los cristales decorados que adornaban las puertas, pero cuando alguien salía o entraba, cosa que ocurría constantemente, podía echar un rápido vistazo al interior. El humo del tabaco flotaba sobre el salón como la niebla en un valle durante una fresca mañana de otoño. El olor del whisky era tan fuerte que casi podía saborearlo.

Y también sentía el calor que emanaba de tantos cuerpos juntos. Oía la música, veía a las personas cantando y bailando, y sentía la energía de la vida que palpitaba de manera tan vibrante y asombrosa para el en la cantina.

Casi todos los vicios sobre los que su padre le había advertido desde que era pequeño parecían haberse concentrado en aquel lugar. Sin embargo, a despecho de las admoniciones paternas, se sintió fascinado por los destellos de tantos colores, la fuerza de la música, las risas y las voces exaltadas que estallaban en carcajadas, la potente energía, en fin, que salía del bar. Por primera vez en su vida estaba viendo de cerca el pecado y la tentación, y no le parecía tan terrible.

Luhan sintió un estremecimiento, algo así como un escalofrío, aunque estaban en julio. El viento procedente de la bahía era fresco. Respiró hondo para calmarse, controlar los nervios, pero no lo logró. ¿Qué iba a decir Sehun Choi cuando el entrara y anunciara que había ido hasta allí para quedarse con él? Ciertamente, lo había invitado, pero sabía muy bien que Sehun lo hizo con la boca pequeña, que nunca pensó que se tomaría en serio la invitación. Volvió a tomar aire, pero su corazón siguió latiendo al ritmo de una estampida de ganado.

Se encogió de hombros, tragó saliva y se alisó el saco. Lo bueno de los trajes negros es que son muy sufridos, disimulan bastante bien el polvo y el hollín. Después de pasarse una semana en el tren, debía de estar cubierto de carbonilla. Solo esperaba no tener ninguna mancha en la cara.

Se bajó el velo de su sombrerito, pero se movía tanto con el viento de la bahía que decidió echarlo para atrás. Nunca había estado en un lugar tan ventoso como San Francisco, ni siquiera hacía tanto aire en el valle rodeado de montañas en el que estaba su casa, en el sur de Virginia. Luhan sabía perfectamente que no debía de estar muy presentable, pero casi no tenía dinero, y no se lo iba a gastar en alquilar una habitación solo para arreglarse. Si Sehun no podía albergarle en su casa —es decir, si decidía no hacerlo—, iba a necesitar hasta el último centavo para sobrevivir hasta que encontrara un trabajo.

Luhan ( Libro 7- serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora