—Debo aceptar que, a pesar de la manera tan deplorable que eligió para decirlo —dijo el señor Thoragood—, sí parece que el señor Choi alberga un cierto afecto por el señorito Ling. Eso alivia mi conciencia de modo significativo. También me gustaría recordarles que soy pastor y me encuentro aquí presente.
Sehun veía que el cerco se estrechaba sobre él. Cada palabra que pronunciaba parecía acercarlo más al fin de la clase de vida que había elegido. Tenía que combatir la conspiración que, evidentemente, habían tramado Irene, el pastor, su esposa y el lucero del alba.
—Luhan no quiere casarse conmigo, no debe hacerlo. —En el tono algo suplicante de su voz empezaba a notarse que se sentía acorralado, casi al borde de la desesperación—. Lo que quiere es ser libre y en lo que atañe a la respetabilidad, yo no sería un esposo, sino más bien un tirano. Es superior a mis fuerzas. Me resistiría a dejarlo bajar al salón principal de la tabernamientras hubiera un solo hombre presente. Ni lo dejaría tener relación alguna con las chicas o los chicos.
Los aludidos se echaron a reír.
—Ni siquiera le dejaré ver a Irene. Tendrá prohibido trabajar. Las únicas personas que podrán visitarlo serán la señora Thoragood y su selecto grupo de amigas.
—Espero ser una de esas amigas —dijo Bella.
—Es probable. Te estás convirtiendo en la más mojigata de las brujas locales.
Bella se puso pálida. El ministro volvió a sus pomposas regañinas.
—No hay necesidad de ser grosero.
—Usted irrumpe aquí, en mi casa, y en mi habitación, y me acusa de violar a la única persona que no me atrevería a tocar aunque mi vida dependiera de ello, ¿y se atreve a decirme que no sea grosero? Si yo fuera usted, le echaría otro vistazo a esa Biblia que se pasa la vida leyendo. No creo que tenga usted una buena traducción. O quizá no aprendió a leer bien en el colegio.
—Cada minuto que pasa sus palabras se parecen más a las de un enamorado —dijo Irene.
Sehun la miró con odio infinito.
—¡Cállate! Y por cierto, estás despedida. Recoge tus cosas. Quiero que te marches de aquí antes del mediodía.
Ahora fue Luhan el que se puso pálido.
—No puedes despedir a Irene. Si se va, ¿quién va a dirigir este local mientras duermes?
La despedida soltó una carcajada nada en consonancia con la actitud que se puede esperar de una mujer que teme por su futuro. Sehun pareció olvidarse del despido.
—Toda esta conversación es absurda No me voy a casar con Luhan, y punto. Además, tú sabes perfectamente que el no debería casarse con alguien como yo. Su padre probablemente me pegaría un tiro.
Irene asentía.
—Todos sabemos que tú no eres digno de Luhan. Nadie te lo discute.
—Yo sí.
Nadie hizo caso a Luhan, y menos que nadie el ministro, que se interesó por el futuro inmediato.
—¿Qué piensa hacer usted con respecto a la situación del joven?
—La llevaré con mi hermano Jumyeon. Él y Yixing, mi cuñado, están dispuestos a encargarse de el a partir de ahora.
Irene no quería soltar la presa.
—¿Y planeas contarle a tu hermano lo que has hecho?
—¡Yo no he hecho nada! —Sehun dio un fuerte golpe en la mesilla.
—¿Pero no piensas contarle que no has hecho nada?
—No se va a enterar.
—Si Jun no te pregunta nada, se lo contaré yo.
Pero Jun le haría preguntas, desde luego. Lo más probable es que no accediera a ayudar a Luhan a menos que Sehun le contara toda la historia. Su hermano era así. Y además si DongWook pensaba que Sehun había deshonrado a un jovencito, fuera cierto o no, se pondría furioso. Nadie se tomaba eso de la caballerosidad sureña más en serio que DongWook, ni siquiera Siwon. El asunto llegaría, sin duda, a oídos de Minho, y a los de Chanyeol. Se enterarían tarde o temprano, y vendrían a buscarlo. Sehun no sabía si lo matarían directamente o primero le darían una paliza. Nunca había entendido a los gemelos, pero sabía que lo llevarían al altar a rastras si era necesario. La señora Thoragood alzó la mano para pedir calma y soltó una frase solemne.
—No pueden obligar a Luhan a casarse con este monstruo. Yo preferiría encontrar a un joven decente para el.
—No me cabe la menor duda —dijo Sehun—. Para condenarlo a un matrimonio frío y sin amor el resto de su vida. Luhan es amable, generoso y cariñoso. Necesita un marido que sea tan amable y generoso como el. De no ser así, lo mejor sería casarlo con ese tal Ezequías.
Irene volvió a interpelar a Luhan.
—¿Te molestaría casarte con Sehun?
—Eso no es lo que deberías preguntarle —terció Sehun—. Se supone que debes preguntarle si me ama, y tú sabes que no. ¿Cómo podría amarme? ¡Qué disparate! No me parezco a el lo más mínimo.
Luhan se sonrojó. Estaba encantador. A Sehun le entraron ganas de comérselo. Pocas cosas podían ser más peligrosas que un doncel que se sonroja en el momento decisivo. Ante semejante forma de presión, lo mejor que se puede hacer es renunciar a toda esperanza y ofrecer dócilmente la cabeza al verdugo. El chiquillo habló con timidez.
—Me gustas mucho. Eres amable, cálido y generoso. Aquí todos dicen lo mismo. No creo que me molestara estar casado contigo.
Sehun podía oír el sonido de las cadenas y sentir cómo el hierro comenzaba a cerrarse sobre sus tobillos y sus muñecas. Ya sentía el húmedo olor de las mazmorras. Tenía que resistir como fuera.
—Piensa en todas las cosas que no te gustan de mí. Soy un jugador empedernido y me quedo despierto toda la noche. Maldigo constantemente. Duermo desnudo. Tú me dijiste que eso no te gustaba.
—¿Es que lo has visto en su estado natural? —Si Sarah Thoragood no falleció en ese instante es porque debía de ser inmortal. Sehun lanzó una maldición. Otra vez se había ido de la lengua. No hacía más que cavar su propia tumba, palada tras palada. Y su primo también contribuía al desastre.
—También hay muchas cosas que me gustan de ti. Me has cuidado desde el comienzo. Has recibido a todas esas chicas, las has ayudado y les has encontrado maridos cuando se hizo necesario...
irene se impacientó.
—Todo el mundo sabe que Sehun es un buen samaritano cuando se trata de ayudar almas metidas en problemas. Y del mismo modo todo el mundo sabe que tú eres el único que solo ve bondad en él.
El clérigo habló de nuevo, y consiguió provocar aún más escalofríos al apuesto tahúr.
—Me parece que están hechos el uno para el otro y forman una pareja maravillosamente avenida. Me encantará presidir la ceremonia. ¿Nos encontramos en la iglesia dentro de una hora?
Sehun oyó que la puerta de acero de su terrible destino se cerraba y luego oyó cómo giraba la llave del matrimonio en la cerradura. Estaba atrapado. No tenía salida. No había forma de escapar. A menos que... Había una sola posibilidad, una medida desesperada. Era un recurso que preferiría no usar, pero un hombre que se está ahogando es capaz de agarrarse a cualquier salvavidas.
—Está bien, lo haré. Pero nos casaremos aquí en la cantina y la ceremonia estará presidida por quien yo quiera, un ministro de mi confianza.
—No creo que... —El señor Thoragood quería protestar, pero le interrumpió el inminente novio.
—Me importa un pepino lo que crea o deje de creer. Usted ha venido aquí a dar órdenes y a gritar toda clase de cosas sobre la moral y la bondad y las criaturas deshonradas. Está bien, accedo a hacer lo que quiere, pero lo haremos a mi manera. Usted se puede quedar si lo desea, y asegurarse de que todo quede atado a su satisfacción, pero una vez que termine la ceremonia, lo quiero fuera de aquí. Y nunca más vuelva a poner un pie en mi local, es decir, en mi casa. Si lo hace, le echaré por la fuerza.
—Creo que su futuro esposo tendrá objeciones al respecto. —La señora Thoragood sonrió, aunque con malignidad, por primera vez en toda la trifulca.
—Mi futuro esposo puede pesar lo que desee, ir a donde quiera, visitar a quien le plazca y hacer lo que le venga en gana, pero esta cantina es mía, y aquí se hace lo que yo digo.
Los dos Thoragood lo miraron con odio, pero ninguno de los dos parecía dispuesto a presionarlo más. Sehun cambió de repente a un tono de gran ternura, para dirigirse a Luhan.
—¿Estás seguro de que quieres hacerlo?
El asintió con la cabeza.
—Irene, llévatelo y prepáral . Y todo el mundo fuera de aquí.
—Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión —le dijo Irene a Luhan—. Podrías encontrar un pequeño pueblo en el Este en el que instalarte y olvidarte de Sehun.
Estaban solos en la habitación de Irene. El joven virginiano se había puesto su mejor traje, pero le costaba mucho trabajo mantener el buen ánimo. La media hora de tumulto en la habitación de Sehun había sido el rato más desagradable y perturbador de toda su vida. Todo había pasado demasiado rápido, había sido demasiado inesperado. No había tenido tiempo de pensar ni lo que decía ni lo que decidía. Todavía no estaba seguro de estar haciendo lo correcto.
—Quiero casarme con Sehun. Lo deseo desde hace tiempo... Y desde hace tiempo he imaginado muchas cosas, pero nunca que Sehun pudiera ponerse tan furioso por tener que casarse conmigo.
Se había repetido a sí mismo que casarse con su primo era la mejor manera de salvarlo. Hasta ese momento no había podido hacer nada por él, pero si se convertía en su esposo las cosas serían diferentes. Pero no quería casarse con él por ayudarle, sino porque estaba enamorado.Y nunca habría aceptado contraer matrimonio si no creyera que, en lo más profundo de su corazón, Sehun lo amaba. Al menos un poco.
—Cuando vi que tú sonreías y no dejabas de repetir que la única alternativa de Sehun era casarse conmigo, me sentí seguro de que estaba haciendo lo debido. Pero ahora lo pienso mejor y... ¡él estaba tan enojado! No fue justo que lo presionaras tanto.
—Claro que sí. —Mientras hablaban, Irene pasaba el cepillo por el pelo de Luhan y de vez en cuando hacía pruebas, para ver cuál sería el peinado que mejor pudiera irle—. Sehun no sabe lo que le conviene. Nunca lo ha sabido. La mitad del tiempo ni siquiera sabe lo que quiere. La otra mitad está seguro de que no se merece lo que ya tiene. La única manera de lograr que se case es obligarlo, por las malas si es necesario. Por sí mismo no dará jamás ese paso.
—No puedo hacer eso. —Luhan se puso en pie con tanta rapidez que irene no pudo evitar que se le escapara de las manos Luhan. Obligó a Luhan a sentarse de nuevo y comenzó a peinarle el pelo otra vez. Cuando quería, la ayudante de Sehun era la mujer más paciente del mundo.
—Es mejor que se case contigo y no con alguna descarada que no lo quiera y que le amargue la vida.
Luhan se volvió a mover en la silla, pero esta vez Irene estaba preparada.
—Sí, todos los que vivimos en este lugar sabemos que no estás enamorado, sino locamente enamorado de Sehun. Lo sabemos todos menos tú, claro está.
—Ya he reconocido que amo a Sehun, pero estoy empezando a preguntarme si él me ama a mí. Llegué a pensar que me quería. Anoche, en el barco... no podría besarme como lo hizo, ni abrazarme de esa manera, si no me quisiera al menos un poco. Eso pensé anoche, pero después de lo de esta mañana, no estoy seguro.
—Sehun Choi es el hombre más egoísta del planeta. Cree que el mundo debe girar en torno a sus deseos, te lo he dicho mil veces. Pero de la misma forma te digo que te ama. Creo que todavía no es del todo consciente de ello. No sé. Está claro que piensa que no tiene derecho a amar a una persona como tú. Y está seguro de que un chico como tú no puede amarlo a él.
—¿Por qué? Si es un hombre maravilloso.
—Sehun vive muy conforme con su manera de ser, y así tiene que ser, ya que él es la única persona en la que piensa, pero no se siente orgulloso de sí mismo.
—No lo entiendo.
—Yo tampoco estoy segura de entenderlo, pero sé que es así. Sehun hará cualquier cosa para satisfacer sus caprichos, para asegurarse de salirse con la suya cuando se trata de la cantina, pero no cree que se merezca lo mejor de la vida. Incluso se ha convencido de que no lo desea.
—Pero se equivoca, claro que se merece lo mejor. Todo el mundo lo sabe.
—Todo el mundo no, ni mucho menos, pero supongo que lo importante es que tú lo pienses.
—Tú también piensas lo mismo.
—Sí, ya sé que soy una tonta, pero creo que ese hombre, con todos sus defectos, es un príncipe. Para ser totalmente sincera, y si alguna vez repites una palabra de esto lo negaré y te venderé a unos traficantes de esclavos, reconozco que me casaría con él con los ojos cerrados si ello fuera posible. Pero Sehun se ha opuesto al matrimonio desde el día en que lo conocí. Y todavía cree que está en contra del matrimonio... Pero en cuanto supe que tú lo amabas, estuve segura de que debía casarse contigo, y decidí hacer todo lo posible para que ello ocurra. Por eso te ayudé con lo de tu número en el salón. Y por eso le he apretado tanto las clavijas esta mañana. Tú vas a salvar a Sehun Choi de sí mismo.
Luhan sonreía de oreja a oreja.
—Tú también te mereces lo mejor de la vida, Irene.
—No creas. En cualquier caso, no pararé hasta cumplir la misión que me he impuesto.
Pero Luhan todavía abrigaba un resquicio de duda. No acababa de saber cómo salvaría a su primo. No parecía un hombre fácilmente manejable. Podría preguntarle a Irene, pero no sería correcto. La relación entre dos personas que se aman no puede involucrar a un tercero, por mucho interés que este ponga en el asunto y muy buena voluntad que tenga. Luhan se preguntó si su inocencia, precisamente la cualidad que había llamado la atención de Sehun desde el principio, podría ser al final la razón de su fracaso. No debía fallar. No podía hacerlo. Si no estaba seguro, debería echarse para atrás en ese mismo momento. Era un rasgo de lealtad que Sehun se merecía. Había muchas otras personas dispuestas a intentar salvarlo. Si el no era capaz, debía hacerse a un lado. Eso pensaba, y un momento después pensaba lo contrario. No era capaz de renunciar a la oportunidad de tener a Sehun para el solo. Hacía días que no pensaba en otra cosa. Aunque lo que le había llevado a California había sido la fantasía de un chiquillo, la noche que entró en la taberna y lo vio en la mesa de juego, sintió que en su corazón se borraban las quimeras infantiles y nacían los sueños de un adulto. En ese momento supo que había acertado. Pero en aquel instante solo era un presentimiento. Ahora tenía una certeza. Irene le sacó de sus meditaciones.
—Ya es la hora. Y recuerda, si necesitas ayuda, estaré cerca.
—Gracias, pero todo esto tengo que afrontarlo solo, valerme por mí mismo.
—No me mires así, maldito viejo réprobo. —Sehun miraba airado al hombre que estaba cómodamente sentado en el sillón de su oficina, fumándose uno de sus mejores puros y deleitándose con los últimos sorbos de un gran vaso de coñac—. Y no me vengas con el cuento de que nunca has hecho una cosa así.
—Claro que lo he hecho. No lo voy a negar. Pero pensé que tú eras un tío recto y no un fulano capaz de hacer una jugada tan sucia a un chico tan dulce como Luhan.
—¿Qué sabes tú de Luhan? —Sehun se preguntaba si al final toda la escoria que se arrastraba por Barbary Coast conocía a Luhan mejor que él.
—He oído hablar de el —dijo el reverendo Dumbarton —. Toda la gente de por aquí ha oído hablar de el. Demonios, si ha donado ropa a la mitad de las mujeres de la calle.
¡Maldición! Otra cosa inapropiada que hizo sin que él se enterase.
—Bueno, si te han hablado tanto de el, sabrás que es demasiado bueno para alguien como yo. Pero ese condenado predicador y sus secuaces me han tendido una trampa y me han puesto contra las cuerdas. Tengo que casarme con el, pero no tiene sentido arruinar la vida del pobre chico. Si no registras el matrimonio, no será legal ni tendrá ningún efecto. Si todo el mundo mantiene la boca cerrada, nadie tiene por qué saber la verdad. Transcurridos unos cuantos meses, cuando las cosas se hayan calmado y el haya tenido tiempo de darse cuenta de que cometió un error, Luhan podrá desaparecer sin ataduras legales. Podrá decir que nunca estuvo en California, porque no habrá papeles ni rastros que lo prueben. Me aseguraré de que tenga el dinero suficiente para empezar una nueva vida en cualquier otro lugar.
—¿Y qué planeas hacer mientras tanto? ¿Dormir en el sofá?
El viejo reverendo había dado en el clavo. Eso era exactamente lo que Sehun planeaba hacer, pero se daba cuenta de que no lo creería. Nadie le creería.
—Ya pensaré algo. Quizá lo lleve a vivir a la residencia de Bella con cualquier excusa. Con ese dragón cuidándolo, no habrá preocupación posible.
El reverendo le miró con aire escéptico.
—Creo que estás entrando en un jardín del que te resultará difícil salir, muchacho.
—¿Y qué más te da a ti? Lo único que quiero es que celebres un matrimonio ficticio para que Luhan pueda anularlo cuando lo desee. Así de sencillo. Solo te pido que digas sí o no.
—¿Y si el no se arrepiente de vuestra boda?
—Lo hará.
Luhan apenas podía creer que estaba casado. Todo había sucedido tan rápido que parecía irreal. Y a medida que pasaban los minutos, se sentía cada vez menos seguro de haber hecho lo correcto. Sehun había estado muy irritable durante la ceremonia. Prácticamente había echado a empujones al señor Thoragood y a su mujer, en cuanto terminó el servicio. Y ahora, mientras se dirigían en un coche hacia la pensión de Bella, iba sentado junto a el, pero sumergido en sus pensamientos. Luhan no quería regresar a aquella residencia. Estaba más asustado que cuando salió de Salem. Al menos en aquella ocasión tenía sentido, pero ahora vivir allí no tenía ni pies ni cabeza. Sehun parecía estar poniendo entre ellos todo el terreno que podía.
—Todavía no entiendo por qué no me puedo quedar en la cantina contigo.
—No es un lugar apropiado para ti. —Sehun seguía estando visiblemente disgustado—. Nunca lo fue.
—Pero no quiero ir a vivir con Bella.
—Ya te he dejado tomar demasiadas decisiones.
—Es mi vida.
—Y tú me hiciste responsable de ella desde el mismo momento en que huiste de tu casa. Si yo no me hubiese portado como un maldito perezoso y egoísta, lo habría comprendido desde el primer instante.
—Y lo entendiste de maravilla. Has estado pendiente de mí todo este tiempo.
—No me refiero a eso. Lo que quiero decir es que debí meterte en un tren y llevarte de regreso a Virginia, aunque fuera por la fuerza. Pero como no podía apartar la nariz de las cartas ni siquiera el tiempo suficiente para ver lo que sucedía, seguí pretendiendo que las cosas iban a mejorar y esperando que tú desaparecieras. Ahora mira lo que ha ocurrido. De repente, estás casado conmigo.
—¿Y eso es tan terrible?
—No lo sé, y tú tampoco. Pero si de mí depende, nunca lo vas a averiguar.
—¿A qué te refieres? No irás a enviarme de regreso a Virginia, ¿verdad?
—No, ya es demasiado tarde para eso, pero de ahora en adelante te vas a quedar en la pensión de Bella o en cualquier otro lado que no sea la cantina. Si no te gusta la casa de Bella, podemos buscar otra pensión. Te llevaría al hotel, pero no tengo ganas de dar explicaciones a Jun.
—Todavía no entiendo por qué no puedo quedarme contigo. Estaré lejos del salón.
—¿Es que no lo entiendes? —El apuesto tahúr se volvió hacia el con expresión de ira y frustración—. No volverás a poner un pie en la cantina nunca más.
Luhan no sabía qué decir, pero no podía permitir que su marido le dejara en una pensión y luego cerrara la puerta y se olvidara de el.
—¿Cómo voy a ayudar a Irene en estas condiciones?
—Irene lleva años manejando la taberna sola. Se apañará sin problemas.
Luhan no tenía intención de dejar las cosas en aquel punto, pero de momento decidió mostrar menos encono.
—¿Qué se supone que debo hacer durante todo el día?
—No tienes que hacer nada.
—Si no hago nada me volveré loco.
—Tal vez podrías ayudar a la señora Thoragood. No tendrás que cocinar, limpiar ni ordeñar, pero seguro que habrá cosas que hacer.
Luhan lo miró a los ojos con la esperanza de encontrar una chispa de humor, pero el recién casado no estaba para bromas. Tras unos instantes, Luhan abrió la boca para protestar, pero volvió a cerrarla antes de decir nada. No tenía sentido. Sehun no le estaba escuchando. Ya había tomado una decisión y nada que el dijera lo haría cambiar de opinión. No entendía lo que estaba ocurriendo. Nunca había visto a Sehun tan obstinado con respecto a algo. Era como si se hubiese sentido acorralado y se estuviera aferrando a la única solución posible. Pero, desde luego, no era una buena solución para el. En realidad, Luhan creía firmemente que tampoco lo era para su esposo, pero tendría que esperar un poco para actuar en consecuencia. Hasta que se le ocurriera qué hacer o hasta que él quisiera escucharlo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Bella hizo la pregunta con cierto enojo.
—Traigo a Luhan para que se quede contigo.
—Pero no puedes hacer eso —dijo Bella—. No admito a hombres en mi casa.
—Lo sé. El se quedará aquí y yo seguiré viviendo en la cantina.
Luhan había temido que Sehun dijera algo como aquello, y al escucharlo le resultó más penoso de lo que esperaba. Bella no trató de ocultar su sorpresa.
—Pero si se acabáis de casar.
—Gracias por informarme. Te aseguro que estoy al tanto de mi matrimonio, pero no es correcto que el viva en el Heaven. La señora Thoragood y tú lo dejasteis muy claro.
—Sí, pero...
—Así tendrá que ser hasta que se me ocurra algo. Entretanto, no le digas nada a nadie. A Luhan no le haría ningún bien que la gente empezase a murmurar.
Bella lo miró como si fuese un loco.
—¡Pero no se quedará callado por mucho tiempo!
—Yo diría que eso depende de ti y de la señora Thoragood.
Era una clara advertencia.
—Yo agradecería mucho que no se supiese nada. —Luhan no se veía capaz soportar que se especulara sobre su relación con Sehun. Y eso sería lo que comenzaría a ocurrir si alguien descubría que estaban casados y no vivían en el mismo sitio.
Bella acabó aceptando de no muy buena gana.
—Está bien, pero será mejor que se te ocurra algo mejor cuanto antes.
—Gracias. Te dejo para que ayudes a Luhan a instalarse. Tengo que regresar a la cantina.
Luhan estuvo tentado de agarrarlo. Se moría de ganas de pedirle que se quedara, pero sabía que no lograría convencerle. Tal vez era mejor dejarlo ir. Sehun había sufrido un impacto más grande que el. Al fin y al cabo, Luhan se quería casar, y él no. Sehun miró a su esposo.
—Volveré en cuanto pueda, pero tarde lo que tarde, mucho o poco, no debes acercarte a la taberna. ¿Lo entiendes?
Luhan asintió con la cabeza.
—Bien. Ahora no te preocupes. Las cosas se solucionarán por sí solas antes de que te des cuenta.
En cuanto Sehun se marchó, Bella interrogó a Luhan.
—¿Qué significa todo esto?
Luhan no tenía idea, pero no iba a permitir que Bella se enterase de su ignorancia al respecto.
—La vida de Sehun se divide entre el salón y yo, pero él cree que es una combinación que no funciona. Así que tiene que pensar qué hacer con los dos.
—Ten cuidado, no sea que decida que le gusta más la cantina que tú. — Bella hizo la advertencia con un deje un poco maligno.
El pobre Luhan tenía ese mismo temor. Estaba empezando a percatarse de lo mucho que deseaba que Sehun se enamorase de el. Había negado sus sentimientos durante tanto tiempo que no había visto cómo crecían más y más en el tiempo que llevaba en San Francisco. Pero ese día y la noche anterior habían constituido una revelación. No solo se había dado cuenta de que estaba perdidamente enamorado de Sehun, sino que había descubierto que esperaba convertirse en su esposo, cosa que finalmente había ocurrido de la forma menos previsible. Pero casado y todo, sabía que la convivencia con su amado primo no iba a ser fácil. La decisión de Sehun de dejarlo en casa de Bella mientras él se quedaba en la cantina lo trastornaba todo. Sehun parecía decidido a alejarlo de él, a separarlo de su vida todo lo que pudiera. Luhan se había sentido tentado a negarse de plano, pero el mal humor que se apoderó de él le echó para atrás. No conocía aquella faceta del talante de Sehun, y le dio miedo. Había oído hablar del carácter de los Choi, pero no sabía que fuese tan fuerte. Ahora temía que, si tensaba demasiado la cuerda, pudiera ponerlo sin contemplaciones en un tren de regreso a Virginia.Peor aún, temía resultarle demasiado antipático. Si le llevaba la contraria en exceso, acabaría odiándolo y ya le resultara imposible conquistar su corazón, que era el mayor deseo de su vida. Luhan tenía miedo del amor, miedo de no poder alcanzarlo, miedo de no ser digno de él. Luhan tenía que encontrar la manera de ayudarlo a ver el daño que se estaba haciendo a sí mismo. Si no lo conseguía, el miedo podría impedirle llegar a ser verdaderamente feliz.Y por tanto, también a el.