Yixing hablaba con Jun.
—Haremos la recepción en el hotel. Puedes organizar la fiesta tan a lo grande como desees, pero no quiero que revolotees todo el tiempo cerca de la cocina.
El hombre trató de resistirse a las draconianas instrucciones.
—Tengo que asegurarme de que todo esté bien preparado. Se trata de la boda de mi hermano, y la mitad de San Francisco estará aquí. Todo debe ser perfecto.
—Si tus cocineros no son capaces de preparar la comida de una recepción por sí solos después de todo el tiempo que llevan trabajando, tienes que despedirlos. Te lo repito, no quiero que te acerques a la cocina. Y no creas que te vas a poder escapar sin que yo me dé cuenta. Si es preciso, pondré a los niños a vigilarte.
—¡Pero si el mayor tiene cuatro años!
—Son las edades perfectas. Todavía no han aprendido que está bien visto que mientan por su padre. Tú eres incorregible, Jun. Algunas veces quisiera regresar a la cabaña de la montaña y quedarme atrapado por la nieve durante todo el invierno. Si alguna vez tuvieras que escoger entre tu cocina y yo, creo que al final tendría que educar a los niños solo.
Jun agarró a su esposo cuando el hacía ademán de marcharse, le dio la vuelta y lo envolvió entre sus brazos.
—No sería una decisión fácil, pero por ti renunciaría a cocinar.
—No, por Dios, ni lo pienses. Yo no quiero que hagas eso. —Yixing le devolvió el abrazo a su marido—. Probablemente te marchitarías como una flor.
Jun acarició el cuello de su esposo con la nariz.
—No me marchitaría si estuviera demasiado ocupado como para pensar en cocinas, comidas y otras zarandajas.
Yixing se rio.
—Ahora no, Jun. Los niños llegarán en menos de media hora.
—¿Se te ocurre una mejor manera de pasar ese tiempo?
No, a Yixing no se le ocurría nada mejor.
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JongHyun, siempre reticente a los encuentros sociales, hablaba con Kibum.
—Pero el no puede exigir que todos los familiares estemos en la boda. Somos seis hermanos, no sé cuántos primos y tíos, con todas las ramificaciones que quepa imaginar.
—Sabe exactamente cuántos hermanos tiene Sehun. Y te diré más, Luhan quiere que todos sus cuñados le acompañemos hasta el altar.
—Por Dios. Será toda una multitud. Nadie verá al novio.
—Claro que verán a Luhan. Nosotros iremos vestidos de azul y el irá de blanco, para que no haya confusión posible.
—Bueno, por una vez, creo que podré soportarlo.
—Prepárate, porque eso no es todo. Luhan quiere que las sobrinas de Sehun lleven las flores.
JongHyun soltó una risotada.
—Es posible que Elizabeth lo pueda hacer bien, pero las gemelas de DongWook y la hija de Minho convertirán la boda en un circo.
—No, no será así si las cosas están bajo mi supervisión.
JongHyun sabía que no era una fanfarronada, sino una previsión con muchos visos de ser certera. Acostumbrado a manejar diariamente a cinco niños, cuatro niñas deberían ser un reto a su alcance. No pan comido, porque nada de lo que tuviera que ver con las gemelas de DongWook o la hija de Minho era asunto fácil. Eran hermosas, pero también unos demonios. En cualquier caso, podría con ellas.
—Y quiere que los niños le acompañen por el pasillo.
—Por Dios Santo. ¿Sabe ese bendito chico cuántos niños hay en la familia?
—Perfectamente. También pretende que TaeJoon y JongIn lleven los anillos.
—Esto va a ser una pesadilla. Solo espero que sobrevivamos a la boda.
—Tú sobrevivirás. Otros, ya veremos.
—Tal vez deberíamos regresar a Denver.
—¿Denver? ¿Qué tal Kansas?
—¿Para que vuelvas a usar pantalones y aquella horrible chaqueta de piel de oveja? ¡Jamás! Mejor nos quedamos aquí, donde estás obligado a usar sacos a la medida.
Kibum se puso en jarras.
—Pues me parece muy bien. Porque mi intención es no mudarme más en la vida. Solo saldré de esta casa con los pies por delante.
—¿Me dejarás que te mude al piso de arriba?
—Puedo hacerlo por mis propios medios, gracias.
—Pero será más divertido si te llevo en brazos.
Y Kibum no subió por sus propios medios.
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DongWook estaba revisando la contabilidad cuando un grito de Jinki le hizo ir corriendo hasta el recibidor de su esposo. Al llegar a la puerta, lo vio de pie en medio de la sala, con una carta entre las manos. DongWook se alarmó.
—¿Qué pasa? ¿Ha muerto alguien?
—No, algo mucho más extraordinario. Mi Sehun se va a casar... por segunda vez... y con la misma persona.
—¿Qué dices? —DongWook sabía que de Sehun podía esperarse cualquier cosa, pero aquello lo superaba todo.
—Se casó primero en una ceremonia privada, pero ahora quiere tener una boda como es debido. —Jinki tenía los ojos como platos—. Quiere que lo acompañemos, y que los niños también estén en la boda.
—¿Todos?
—Todos. Además, no irán de simples espectadores. TaeJoon llevará los anillos y las niñas llevarán las flores.
—Las gemelas están un poco mayores para eso, ¿no crees?
—Catorce años no son tantos. Tengo que enviar un telegrama a la escuela para que las envíen a San Francisco lo antes posible. Gracias a Dios, TaeJoon aún no ha entrado en West Point. Dudo que lo dejaran salir para una cosa semejante. Puede viajar con Siwon.
—Seguro que preferiría viajar por su cuenta. Ya tiene edad suficiente.
—Acéptalo, DongWook: mis hijos nunca serán demasiado mayores para mí.
Una chiquilla de ocho años llegó corriendo al salón.
—Papá, ¿eras tú el que estaba gritando?
—Sí, pero no era nada malo. Es que me he llevado una sorpresa.
DongWook agarró desde atrás a su hija menor y le dio un enorme abrazo y un beso igualmente grande.
—Vas a asistir a una boda —dijo Jinki—. ¿Te gusta la idea?
—¿A una boda? ¿Qué boda?
—La de tu tío Sehun.
—¿Quién va a querer casarse con el tío Sehun?
DongWook miró a su esposo con el ceño fruncido.
—¿Ves lo que has hecho?
Jinki, sin hacer caso al marido, habló a la pequeña.
—Una persona muy agradable. Y recuerda que nunca debes repetir ni una palabra de lo que digo sobre el tío, o te mandaré con los toros de cuernos largos.
—Padre dijo que ya no criábamos ganado Longhorn. Dice que no tienen mucha carne. Nosotros criamos Herefords.
—A mí todas esas criaturas me parecen iguales. No puedo creer que hayan pasado ya diecinueve años desde que llegué a este rancho. Todavía puedo recordar a Sehun asomado a la puerta, aquel primer día tan horrible. Era un chiquillo tan adorable... —Jinki se volvió hacia su esposo—.¿Recuerdas lo orgulloso que estaba cuando recibió su primer par de espuelas y le dejamos conducir ganado?
La niña miró extrañada a su padre.
—Pero el tío Sehun odia las vacas.
—En esa época no las odiaba. Se moría por salir a montar a caballo con sus hermanos. Cualquier cosa que le hiciera sentirse mayor le volvía loco.
—Pero tú dices que el tío Sehun en realidad no ha crecido.
DongWook soltó una risotada.
—Ella tiene razón.
Jinki se sintió contrariado.
—A veces todavía se comporta como un chiquillo, pero eso no quiere decir que no haya crecido. El caso es que tenemos que ir a San Antonio ahora mismo, necesitamos ropa nueva.
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