Capítulo 3

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Me desperté en la mañana con un fuerte dolor de cabeza, por primera vez en mi vida me había emborrachado de tal manera. No había señales de Axel. No había señales de qué había pasado algo en esa habitación. No me dolían las caderas por ser mi primera vez haciendo ya sabemos qué ni sentía ese dolor que se suponía debía tener en mi parte íntima. Seguía con el mismo vestido de ayer.

—Si no fuera porque en esta Universidad no se da clases al segundo día, hubieras perdido muchos turnos de clase —dijo Miley, sosteniendo ropa perfectamente doblada.

—¿Cuánto dormí? —pregunté—. Espera, ¡¿cómo que al segundo día tampoco se da clases?!

—Dormiste más de lo que deberías. Y si, hoy tampoco hay clases. En esta escuela se estudia poco, no como en otros centros que te llenan de tareas, tesis y más tareas —habló ella. Yo estaba estupefacta.

Esto es todo lo que necesitamos en nuestra patética vida escolar.

No sabía que el paraíso estudiantil existía.

—Por cierto, tu secreto está a salvo conmigo —añadió con picardía, guiñándome un ojo.

Wow, wow, wow, ¿qué?

—¿Qué secreto? —indagué haciéndome la tonta.

—El de que soñaste algo erótico con mi hermano. —Soltó como si fuera lo más normal del mundo.

Pero eso quería decir que todas estaban muertas por Axel.

Eso quería decir que no nos revolcamos.

Eso quería decir que no perdí la virginidad anoche.

Y lo más importante quiere decir que algo me delató.

—No dejabas de pronunciar su nombre —planteó con una risita de burla.

Me ruboricé al momento.

—¿Qué más dije? —Quise saber.

—¿Despierta o dormida? —cuestionó la chica.

—Ambas.

—Bueno, empecemos. Cuando estabas despierta me contaste que conociste a Andreik y que casi te acuestas con él pero te sentiste mal y te fuiste. —Reveló. Al menos esa parte si fué real, jeje—. Ah, dormida decías cosas muy calientes que apenas pude entender. Pero lo más importante: en tu sueño te encontrabas con Axel. Mi hermano.

—Dios, que vergüenza. —Bajé la cabeza para no dirigirle la mirada.

—No es nada malo, es normal —aclaró ella y posó una mano en mi hombro.

Dejó la ropa encima de su cama y se sentó a mi lado.

—Ten cuidado con enamorarte de él, te apoyaré y mis hermanas también lo harán, pero...

—...La gente hablará cosas que no son verdad. —Completé por ella.

Levanté la mirada y suspiré.

—Me mutilo yo misma antes que enamorarme de alguien —confesé.

Miley soltó una risa, divertida por mi comentario.

Eso marcó el fin de nuestra conversación. Entré al cuarto de baño, cepillé mis dientes y me bañé. Peiné mi cabello. Me miré en el espejo un rato.

Parecía atropellada por un camión y ese mismo se había tomado las molestias de pasarme por encima unas cuantas veces. Con esto describo mi reflejo en el espejo. Autoestima tenía muy poca. Dudaba de mi misma en todo. Lo acepto y nadie nunca se enamoraría de mí ni aunque fuera la última chica del mundo. Eso también lo acepto. Era muy poca cosa.

Mi cuerpo no era el mejor. Mi cabello era un total desastre la mayoría del tiempo. Mi personalidad no era la mejor pero tampoco la peor.

A dónde quiera que iba siempre hacía algo torpe. O simplemente metía la pata hasta el fondo. No hay razones por las cuales alguien deba amarme. No soy nada.

Ni siquiera sé cómo fui convencida por mi compañera de cuarto para salir de la habitación.

Después ponerme algo decente salimos. Ella prácticamente me arrastró por todo el campus. Fue casi un segundo pero lo vi. Observé a Andreik. Él se encontraba claramente recostado a un árbol. Tenía un pie apoyado en el árbol. Su cabello se veía peinado hacia atrás. Traía puesta una sudadera negra y recogió sus mangas, mostrando su brazo izquierdo lleno de tatuajes. Con la mano derecha sostenía un cigarrillo.

Se notaba pulcro, elegante y misterioso. Ese era el aire que lo rodeaba desde que lo vi por primera vez. Ahora que lo pensaba me recordaba a algo así como una fusión de los hermanos Cash. Tenía tatuajes como Aegan. Pero no sabía si trataba a las personas como ese papu. Fumaba y se vestía de una manera parecida a la de Adrik. Y además era muy pulcro justo como Aleixandre.

Pero, si era como los hermanos Cash realmente, entonces ocultaba algo.

Ves muchas novelas, querida, y lees mucho además.

Bueno, tienes razón. No debería sacar conclusiones apresuradas solo porque lo rodee el aire ese de los hermanos Cash. Sin embargo, en ese segundo que lo vi, desapareció. Como si de un fantasma se tratara.

***

Sofía mostraba a todos una hermosa cara de culo. Yo recién descubría que la chica era medio bipolar. Su humor cambiaba y no me había dado cuenta hasta el día de hoy aunque no es como si la conociera de toda la vida.

El grandioso, maravilloso, educado y hermoso chico AxL se quedó embobado mirando a las ardillas en los árboles. Me sorprendió que una se le acercara y se dejara acariciar. Estaba claro que le gustaban los animales y era bastante bueno con ellos. A mi no se me acercaba ni una simple y estúpida mosca.

Mi compañera de cuarto miraba hacia todos lados. Analizaba el terreno, vigilaba como un halcón. Al final optó por irse a tomarse fotos en cualquier otro lugar.

La cuarta hija sacó unos audífonos Bluetooth. Los conectó a su celular y se los puso. En algún momento se dejó llevar tanto por la música que empezó a tararear y a bailar disimuladamente mientras seguía sentada sobre el mantel de cuadros rojos en el que colocamos la comida.

Julia me sorprendió al empezar a leer un libro que ni siquiera vi cuando sacó. Yo como la gran chismosa que soy empecé a leer en silencio junto a ella. El libro resultó ser bastante entretenido. Incluso más de lo que esperaba.

El tiempo pasó y nadie pronunció ni una sola palabra. Axel se había tumbado en el césped. Apoyaba su cabeza en una de sus manos y mantenía los ojos cerrados aunque no estaba dormido. En algún punto de la historia yo también me tumbé al césped. Fue agradable y más debajo de un árbol.

Al final todos se pusieron de acuerdo para darme un tour por toda la escuela. Seguía recibiendo miradas cargadas de odio y envidia pero me importaba. Mi mirada de perra empoderada —mentira, yo era de todos menos eso— con autoestima por el cielo —mentira otra vez— les daba una patada en el trasero a todas sus ridículas miradas y acusaciones que reprimían.

Durante la noche, tumbada en mi cama, me di cuenta de que yo era la protegida de las hermanas populares y el hermano igual de popular.

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