Epílogo

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Han pasado años desde que la tragedia golpeó mi vida. La pérdida de mis familiares fue un golpe que me dejó muy mal. Recuerdo esos días oscuros, cuando la tristeza se sentía como un peso enorme del que no podía escapar.

Me preguntaba cómo seguir adelante sin ellos, cómo encontrar sentido en un mundo que parecía haberse detenido. La soledad era dolorosa. Perder a mi tía y a mi prima fue realmente malo, ellas eran los pilares que sostenían mi vida.

Sin embargo, en medio de ese dolor, descubrí algo sorprendente: la fuerza que llevaba dentro. No fue fácil, tú estuviste ahí conmigo, lector. Las noches en las que las lágrimas no cesaban y días en los que simplemente no quería levantarme de la cama, tú me acompañaste en todo el camino.

Poco a poco, empecé a dar pequeños pasos. Aprendí a honrar su memoria, a recordar los momentos felices y las risas compartidas. Entendí que ellos vivirían a través de mí, en cada acción y decisión que tomara.

El apoyo de amigos se convirtió en eso que me daba fuerzas para no abandonar mi vida. Cada conversación, cada abrazo y cada gesto amable me recordaron que no estaba sola. Ellos fueron quienes me animaron a seguir adelante cuando todo parecía perdido. Me enseñaron cosas muy valiosas.

Hoy, miro hacia atrás y veo cómo he crecido. He aprendido a encontrar belleza incluso en los momentos más oscuros. La vida sigue siendo un camino lleno de altibajos, pero ahora tengo la certeza de que puedo enfrentar cualquier desafío.

Sabía que ellos estarían siempre conmigo, guiándome y protegiéndome. Y aunque la tristeza a veces regresaba, también lo hacía la esperanza. La vida es un viaje, y estoy lista para vivirlo plenamente, con amor y gratitud por todo lo que he aprendido.

Todo había cambiado tanto desde el primer momento en el que puse un pie en aquella Universidad de Arte. Así que aquí estoy, con la mirada fija en el futuro. Sigo adelante no solo por mí misma, sino por todos aquellos que han dejado una huella imborrable en mi vida. Por mis hijos, mi esposo, mi nueva familia, mis amigos. Porque al final del día, son ellos quienes me han enseñado lo más importante: que incluso en medio del dolor, siempre hay espacio para la luz.

FIN

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