Capítulo 45

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Estar aquí se siente muy raro. Me muevo de aquí para allá en la cama. Es muy cómoda y aún así no me puedo dormir.

Me levanto. Voy al cuarto de Rosa. Ella duerme tranquilamente. Salgo de ahí. Me dirijo a la habitación de Day, también está dormido. Debo parecer una psicópata viéndolos dormir. Suspiro y salí.

Doy un par de vueltas por la casa. Es gigante. Subo las escaleras. Bajo las escaleras. Entro a una sala diferente. Esta es la habitación de mi sueño de hace ocho meses.

Hay instrumentos musicales. Una guitarra, un violín, entre otros. Me llama la atención un piano. Solitario en el centro de la habitación. Parece que nadie lo ha tocado en años. Sacudo el polvo que hay en el taburete y me siento.

Observo el piano. Toco una de las teclas. Me trae recuerdos. Me levanto del taburete rápidamente y abandono esa sala. Voy a la cocina y tomo algo de agua.

—¿No puedes dormir?

Pego un salto, exaltada.

—¡Casi me matas de un infarto, Axel! —reproché en voz baja para no despertar a alguien.

—Lo siento —dijo sinceramente—. No puedo dormir.

—Yo tampoco.

Hubo un silencio incómodo en el que él no dejó de mirarme.

—Axel —pronuncié su nombre con detenimiento—, ¿puedes hacerme un favor?

—Claro que sí —contestó.

Respiré hondo.

—¿Puedes mostrarme cómo era mi vida antes? —cuestioné.

Supongo que no será un problema para él.

—Será un placer, mi Chica de los Gatos. —Realizó una especie de reverencia que me hizo sonreír.

Un rato más tarde le pregunté qué hora era y me sorprendió saber que eran las 4:00 de la mañana. Nos fuimos a dormir. El trato era que al día siguiente él me llevaría a esos lugares que frecuentaba antes y nuestros hijos se quedarían con las tías —que al parecer le caen muy bien a Rosa y a Day—. Y eso fue lo que hicimos.

Me mostró dónde nos conocimos y me habló sobre eso también.

***

Caminamos por un rato. El sol estaba fuerte. Roseanne y Dayker van al frente, tomando de las manos a Axel. Los miro desde atrás y sonrío. Es una hermosa escena.

—Llegamos —anunció él.

Paramos frente a un local con muchos cristales. Dentro hay mucha gente en mesas. Miro hacia arriba.

"AMBERY'S PLACE"

Eso dice un gran cartel sobre las puertas dobles de vidrio.

Me quedé paralizada en mi lugar frente a la entrada. Axel entró con Rosa y Day.

Muchos recuerdos venían a mí. Las puertas se cerraron en mi cara. Yo sólo podía quedarme ahí sin siquiera respirar, como un maniquí.

Tenía unas inmensas ganas de llorar.

Axel volteó hacia mí. Los niños estaban sorprendidos. Extendió una mano para mí. Me sonreía, dándome apoyo. Tragué saliva.

AMBERY'S PLACE...

El lugar de Ambery...

Mi tatarabuela.

Más recuerdos. Mi mente es un caos ahora mismo. Miro la mano de Axel, luego subo a su rostro. Asiente para que entre en confianza y entre. Pero, sé que será doloroso.

Tantas cosas en este lugar.

Abrí las puertas y sonó una pequeña campana. Entré y se cerraron de nuevo. Miré a mi alrededor. La gente come feliz. Tomé la mano de Axel. Me sentía aterrada.

—Este restaurante es tuyo —susurró él.

Una lágrima rodó por mi mejilla al recordarlo destruido, la última vez que estuve aquí.

—No, no, no llores —decía el chico.

Y me abrazó. Me rodeó con sus brazos y me sentí segura, querida, protegida. Aspiré una bocanada de aire.

—Ven, te voy a mostrar todo —enunció.

Me tomó de la mano. Antes de que pudiéramos irnos, llegó una mujer, muy fina.

Tiene en el cabello negro como la noche. Sus cejas son delgadas. Unos anteojos cubren sus ojos marrones clarísimos. Es de nariz pequeña. Sus pómulos sobresalen. Su labio superior es más fino que su labio inferior.

—Señor Axel, un placer tenerlo por aquí —informó, seria, pero sonando amable.

—Olivia, no me llame señor. Quiero presentarte a alguien. —Él me señaló con sus brazos, sonriendo—. Ella es la famosa Ara Montez.

—¿Famosa? —repetí, algo confundida.

¡Somos famosas! Emocionante.

—Él sólo habla de ti, pero, ¿no estabas muerta? —La mujer enarcó una ceja, después carraspeó, dándose cuenta de lo que dijo—. Soy Olivia Shepherd, un gusto.

—El gusto es mío. —Le sonreí.

Axel se fue con los niños y nos dejó solas. Lo observé un rato. Desapareció con Rosa y Day, yendo al piso de arriba. ¿Esa no era la casa de mi tía?

Sí, lo era. Antes de... De morir. Algo en mi pecho dolió. Dejé de pensar en esas cosas.

—Así que tú eres la dueña verdadera de este lugar...

—Sí, bueno, no sé. No lo recuerdo bien. La última vez que vine al restaurante, esto estaba destruido por completo.

—Oh, cierto, el señor Axel compró este lugar y lo arregló —explicó la mujer—. Y en cinco años quedó así. Abrimos hace poco. Arriba hay un museo en el honor de las propietarias del AMBERY'S PLACE, incluyéndote.

—¿Axel hizo todo eso? —pregunté. Olivia asintió—. ¿En mi honor y en el de mis antepasadas.

Asintió de nuevo.

—Él la ama, aunque esté casado con Milenne. —Puso una mueca—. Esa mujer es un asco. Por aquí todos la odian.

Y lo entiendo. Hasta yo la odio.

—Ven, subamos. —Cambió de tema.

La mujer y yo subimos. Allá arriba todo estaba básicamente igual. Al entrar al baño con la bañera no pude evitar soltar un llanto inconsolable. La imagen de mi tía ahí, muerta, no abandonaba mi mente.

Axel llegó unos segundos después. Sin decir nada sólo me abrazó. Estuve llorando sobre su hombro un buen rato más.

Toda esta situación era muy confusa para mí. Y ni hablar de mis hijos. Ellos deben extrañar la isla. Hasta nuestra forma de vestir había cambiado.

El chico logró calmarme. Me sentía más aliviada, aunque avergonzada de que él me haya visto llorando. Él acariciaba mi cabello con ternura. Yo me mantenía quieta.

Suspiré antes de intentar separarme de él. Axel impidió que me separara.

—Por favor, quédate así conmigo.

Su voz sonaba triste.

—Está bien —susurré.

Me permití a mí misma rodearlo con mis brazos.

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