01. stalker.

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 01

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01. acosadora.



Alaska tensó su mandíbula.

Las paredes grises la iban encerrando lentamente, asfixiándola; intentaban sacarle la verdad que el Calvin Powell frente a ella no podía. La rubia de ojos cristalinos miró la grabadora. Estaba atenta, esperando algún desliz, un decibel más alto o más bajo que indicara la diferencia entre una verdad y una mentira.

—Ya te dije —Alaska volvió a hablar. Su voz raspó las paredes de su garganta—. La última vez que vi a Chrissy o a Eddie fue en la feria de anoche —la rubia sorbió por la nariz.

—¿Qué hiciste después de dejar la feria?

Alaska tragó saliva. Amargos recuerdos de la madrugada recobraron vida dentro de ella. Escuchaba el crujir de los huesos de Chrissy, apuntando en direcciones que no eran normales, que no eran humanas. Recordó como su grito se mezcló con el de Eddie. Ninguno pudo ayudarla.

Sabía la verdad, pero no podía decir nada.

—Fui a casa —Alaska levantó su mirada, encontrándose con los ojos oscuros de Powell. Sentía sus ojos picar. Sus ojos se empañaron, así que parpadeó un par de veces, suspirando y pasando sus manos por su cara— ¿Me puedo ir ya?

Powell asintió y apagó la grabadora. Él presentía, no, él sabía que Alaska mentía. Simplemente no tenía pruebas, sus sospechas o su intuición no sería de mucho para poder acusarla. Además, Alaska Dumont era menor de edad, y las cosas eran más difíciles cuando muchas leyes se posicionaban a su favor.

—Lo llamaré si me acuerdo de algo que lo pueda ayudar —Alaska comentó, y deslizó la silla sobre el suelo hasta que tocó con la mesa.

Alaska logró ver su reflejo en el cristal de la puerta de la sala de interrogatorios. Sus ojos estaban negros, tanto por la sombra de ojos negra como por la falta de sueño. Su cabello estaba más despeinado de lo normal. Powell notó su aspecto físico y emocional. Ella dijo que la noche anterior había dado un concierto en la feria, era por eso que su voz estaba ronca, además de admitir el uso de cigarillos —obviamente no por los gritos de terror y los sollozos soltados tras ver a una amiga morir. Cuando Powell le comentó por qué tenía el mismo atuendo que la noche anterior, Alaska simplemente contestó que había llegado tan cansada a casa luego del concierto que se acostó sin ducharse ni cambiarse. La verdad es que Alaska había llegado a su casa a eso de las seis de la mañana, en donde casi fue pillada entrando por la ventana. Su madre tocó la puerta, indicándole que bajara de inmediato porque la policía necesitaba interrogarla, pero que no era nada por nada malo, sin embargo, ella sabía que sí.

—¿Todo bien? —preguntó Indiana, la menor de los Dumont. La preadolescente había estado esperando en la recepción, nerviosa y sin tener idea de que estaba pasando—. Mamá y papá están en el auto, esperando.

lovers rock  ⭒  nancy wheeler. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora