02. the princess's plan.

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02

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02. el plan de la princesa.



El crepúsculo pintaba de naranja los bosques de Hawkins. Cerniéndose sobre los vecindarios del pequeño pueblo. Era toda una obra de arte escondida en medio de la nada.

Alaska admiraba la vista frente a ella. El lago estaba hecho de oro. Alentaba a la rubia a bañarse en él, pero sabía que si tan solo pasaba sus dedos por la orilla, todo su cuerpo se estremecería por la baja temperatura. En cambio, en verano el agua estaba tibia. Alaska recordaba las tardes de verano, luego de pasar el día en el campamento, en cuando su vida tenía color. Su familia era unida. Dakota era la mayor por dos años, le enseñaba a Alaska a nadar, aunque Dakota apenas y había aprendido a nadar y pese a eso usaba flotadores. Ambas usaban a su padre de salvavidas, mientras que en la orilla, su madre mojaba sus pies y refrescaba la cara de la pequeña Indiana que descansaba sobre su regazo.

Las risas se mezclaban con las de otros niños. Alaska tenía vagos recuerdos de los Wheeler y los Sinclair. Ambas familias solían compartir pequeñas conversaciones sin trasfondo alguno. Esas típicas conversaciones de «Hace un día muy lindo, ¿no, señora Dumont?» o «George, ¿cómo está la familia? Vi que nuestras hijas son muy amigas.» Luego volvían a ignorarse hasta el verano siguiente, y así era el ciclo en el vecindario

Alaska sonrió desde la silla de su escritorio. En la orilla del río, sentada en las rocas, podía ver a Indiana. Platicaba con sus amigos, el mayor de los Sinclair, el tal Michael y reconoció a la pelirroja que había perdido a su hermano. Alaska agradecía que su hermana menor pudiera tener una vida normal, con amigos y con padres que todavía la querían.

Se contagió de la risa de Indiana. Solo veía su boca moverse pero podía escuchar su risa. La tenía tatuada y la escuchaba cuando dormía. Alaska parpadeó y notó la silueta de alguien más. Era Dakota. Ella estaba a unos metros, devolviéndole la mirada. Entonces leyó sus labios: Te amo.

Alaska no notó que estaba llorando, ya que todavía seguía sonriendo, sino hasta que sintió sus lágrimas colarse por sus labios y llegar a su paladar. Ella sabía que Dakota cuidaba de ellos donde fuera que estuviese.

—¡Alaska Dumont, por el amor a Cristo, te he dicho que no quiero esta porquería en esta casa! —La puerta se abrió abruptamente. La rubia limpió sus lágrimas y se volteó al ser golpeada por una bolsa de plástico.

Alaska distinguió enseguida la bolsa, y sino la distinguía a vista, el olor la habría ayudado a averiguarlo. Alaska agarró la bolsa y levantó su mirada. Su madre era un tomate. Su rostro estaba rojo, sus ojos parecían a los de las vacas de los mataderos antes de ser asesinadas y una enorme vena resaltaba en su frente y cuello.

—¡Yo no sé qué iré a hacerte contigo! —acusó con su dedo a la adolescente. Alaska notó a su padre en el marco de la puerta. Sus gafas reflejaban la escena frente a él—. Estás fuera de control, Alaska. No permitiré ese comportamiento bajo mi techo, ¿me oíste? Te comportas o te irás.

lovers rock  ⭒  nancy wheeler. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora