Los mellizos terror.

36 3 0
                                    

-Ya no puedo mas... ¿Qué es esto? ¿Ya el cuarto round?


La voz agitada de un hombre resonó por la habitación, se oían sus jadeos con claridad entre aquella penumbra oscura, sin emitir ningún sonido casi como si fuese una serpiente reptante, un segundo cuerpo se escurrió por las sábanas de aquella gran cama, una mano misteriosa la cual destacaba por sus largas uñas puntiagudas y con brillos violeta cubriéndola, tomó el rostro del hombre con firmeza, haciendo que lo mirara fijamente a los ojos. Las pupilas de aquel desconocido de uñas filosas comenzaron a dilatarse, mientras que su boca delicada y cubierta por un brillo labial, se abría lentamente y se alistaba para soltar blasfemias.


-Vas a seguir por todo el tiempo que yo lo desee ¿Quedó claro?


Ese chico lujurioso y de extraño mirar era Noah, el mas narcisista de todos los hermanos, el pobre mortal hipnotizado por los ojos de aquella hermosa bestia continuó con la labor de darle placer, se abalanzó sobre el chico Blackwood, comenzando a besar su cuello mientras con sus manos sujetaba con fuerza y levantaba la cintura del contrario. Mientras en aquel cuarto de pecados y perdición ocurría una escena candente y envidiable por cualquiera con falta de buen sexo, dentro del club de strippers y bar "El pecado" se encontraba sentada con las piernas cruzadas, la elegancia personificada, uno de los seres mas coquetos y deseables que alguna vez pisó la faz de la Tierra, ella era Amelia, la melliza de Noah.

Una chica bastante alta, midiendo un metro con ochenta y dos centímetros, cabello negro por debajo de los hombros, ojos verde azulados, piel pálida como la de un vampiro de cuentos y con pechos y glúteos prominentes, para resaltar su cuerpo voluptuoso llevaba puesta una falda de cuero sintético negra, un top beige de encaje el cual era bastante transparente, permitiendo ver su piel en la gran mayoría a excepción de sus pezones, en donde se volvía más oscura la tela debido a un bordado que daba textura y algo más de elegancia a esa prenda tan reveladora, y en sus pies llevaba unos tacones aguja puntiagudos del mismo color que su parte superior. A su lado se podían divisar una chaqueta del mismo material que la falda, una cajetilla de cigarros y sobre la barra su martini, decorado finamente con un palillo brillante que tenía una aceituna caviaroli atravesada, la chica estaba relajada, con sus ojos de gata analizaba sus alrededores, todo iba bien aquella noche hasta que notó como uno de los clientes tocaba a una de sus empleadas, arqueó una ceja y con calma se levantó de su asiento, tomo el palillo que se encontraba dentro de su trago y lo llevó hasta su boca, aquellos labios color bordó rodearon la aceituna para finalmente comérsela.

Caminó hasta el hombre toquetón y colocó su delicada mano sobre aquel hombro robusto, se agachó levemente con una sonrisa que revelaba una pizca de molestia y falsedad, apoyó solamente su dedo índice y lo comenzó a bajar por el brazo musculoso del contrario comenzando a hablar con sensualidad.


-Hola guapo ¿Te estás divirtiendo?

-Buenas noches señorita, la verdad es que sí pero podría divertirme mucho más con usted


Las palabras de aquel don nadie le revolvían un tanto el estómago, pero siguiendo su juego lo tomó de la mano tras soltar una risa delicada y extremadamente forzosa, llevándoselo por un pasillo que desembocaba en una habitación, donde al abrir la puerta se dejó ver con claridad a su mellizo cabalgando sobre el miembro del hombre hipnotizado.

Los 7 de BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora