La cena imperfecta.

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Ya había pasado un día desde que Robin había visto a Leo, por lo que esa noche tendrían la cena por la cual el dueño de la casa estaba tan emocionado, ya eran las 19:00 y como su risotto llevaba cierto tiempo en preparar, comenzó a dejar los ingredientes a mano para facilitarse el trabajo, sacó dos cebollas, puerro, ajo, aceite de oliva, romero, el arroz específico para el plato a realizar, un vino para hacer el paso del tiempo mas ameno y una botella de ron blanco, en medio de su tan armónica tarde estaba muy bien acompañado por su mascota o como él lo llamaría ¨hijo¨, Milo se encontraba echado en el suelo mirándolo de reojo, era un cachorro bastante tranquilo y disfrutaba mucho pasar tiempo con su dueño. Empezó a picar las verduras sobre una tabla de madera, tenía las luces cálidas encendidas, lo que provocaba un ambiente aún mas relajado, se sentía muy feliz con su nueva vida y como siempre ponía todo el amor del mundo en cada uno de sus platillos, de fondo había puesto en un parlante una de sus canciones favoritas ¨amor completo¨, compuesta y cantada por su artista predilecta Mon Laferte.

Pasados cuarenta y cinco minutos, ya llevadas varias copas de vino e ingerido algún que otro queso camembert, el sonido del timbre hizo que sonriera, por la cantidad absurdas de veces que aquel aparato diseñado para avisar cuando alguien estaba llamando a la puerta sonó, identificó con facilidad que Leonel había llegado, tras un par de gritos diciendo ¨voy¨ o ¨va¨, finalmente abrió, revelando a su tan esperada visita, cuando sus ojos amarronados se deleitaron con la presencia del jardinero, quedó perplejo ante su vestimenta, jamás lo había visto tan arreglado, una camisa blanca en la parte superior con los dos primeros botones desprendidos, el cabello mojado y bien peinado, un pantalón de tela formal negro, en los pies unos zapatos abotinados y en las manos una botella de vino. Por pocos segundos se sintió un tanto avergonzado, no tenía idea de que tendría que arreglarse, como su jardinero ya lo había visto una infinidad de veces desaliñado, se había puesto ropa cómoda, llevaba un cargo beige, unas botas converse blancas y en la parte superior un suéter gris, volvió a verlo a los ojos para comenzar a hablar.


-Wow, te ves muy bien... No sabía que tenía que arreglarme para la ocasión, luego iré a cambiarme.

-Buenas noches señor Blackwood, no es para nada necesario que lo haga, se ve deslumbrante como siempre.


El chico sintió como el calor se apoderaba de su rostro, dejando a la vista un leve rubor color rojizo, sus ojos se abrieron como platos y quedó mudo por unos segundos, aun pensaba que decir, ese comportamiento no era nada habitual en el rubio, lo había tomado completamente desprevenido ¿Acaso era eso un coqueteo? No, era imposible, su vecino jamás en los tres años que habían sido amigos había demostrado algún tipo de interés por él, además de que tenía una personalidad bromista por lo que le restó importancia y le respondió riendo levemente.


-Dale donjuán, deja tus bromas o vas a hacer que me termine sonrojando.

-Bueno bueno, pararé pero ¿Piensas invitarme a pasar o me tendrás en tu porche toda la noche?

-Claro, lo siento, pasa.


El castaño se hizo a un lado dejando entrar a su morada a aquella figura familiar, una vez dentro se dirigió directamente a la cocina, había estado allí dentro cientos de veces por lo que ya era casi como su casa, el mas bajo lo siguió, admirando la espalda ancha del de los ojos azules quien apenas ingresó a la cocina soltó una risilla.

Los 7 de BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora