In nomine dei nostris Satanás.

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Cenizas, fuego, oscuridad y olor a azufre eran la mayor parte de aquel tan horripilante paisaje, un trono gigante de un acero desconocido se elevaba en la mitad de la nada, frente a este unas escaleras que parecían sin fin por donde se veía subir a una silueta algo pequeña, un hombre encorvado vistiendo una túnica negra, al llegar hasta el trono dobló aún mas su jorobada espalda haciendo una reverencia, se mantuvo en total silencio, acompañando el vacío de aquel tan extraño lugar, hasta que el golpe de una pezuña contra el suelo provocó que los cuencos que rodeaban el trono se encendieran en fuego, dando algo de luz y permitiendo ver una enorme cicatriz que cruzaba la cara de aquel sirviente de un lado a otro.

De pronto otra pezuña golpeó el suelo y quien se sentaba en aquel lugar de soberanía se puso de pie, develando una extraña figura mitad cabra, mitad humano, las fauces hediondas de aquella criatura se abrieron, dejando salir un vozarrón que erizaba la piel de los mas valientes.

-¿Noticias?

-Sí, mi señor. Muy buenas noticias, la profecía ha comenzado.

Aquel diminuto ser a comparación de la bestia de dos metros y medio, soltó una nerviosa y algo desquiciada risa, complacido el gobernante cerró los ojos y bajó levemente la cabeza antes de volver a hablar.

-Envía a Aradia a la Tierra, que ella se encargue de mantener el curso de la profecía.

-Sí, mi señor.

Levantándose con algo de dificultad, el lacayo de la criatura comenzó a bajar las escaleras en busca de aquella a quien debía enviar al mundo mortal, mientras tanto la bestia volvía a acomodarse sobre su asiento y elevaba su mirada a la oscuridad aparentemente eterna que se cernía sobre su cabeza.

-Muy pronto... Padre.

Ya en el mundo de los vivos, Robin se encontraba con Owen y Catalina llegando al lugar donde Leonor estaba en recuperación, el licantropo era quien conducía como de costumbre pero ahora se le notaba un tanto nervioso, el brujo llevaba en sus manos la lanza del destino y la vampiresa se encontraba en el asiento trasero cantando a todo pulmón la canción que pasaba en la radio, el copiloto solo pensaba en cómo habrían vuelto a la vida Gabrielle y aquel hombre, sabía que no lo habían hecho por su cuenta, alguien tenía que estar detrás de todo aquel circo.

-¿Creen que Leonor está muy enojada?

-Hermano, casi la matan por tu culpa, te va a abrir el culo a patadas.

Preguntó Owen y con rapidez respondió la menor, con seriedad el conductor miró a su hermana por el retrovisor de manera fulminante y con algo de enfado, sabía que estaban disfrutando de su nerviosismo, o al menos eso creyó hasta ver la expresión preocupada de Robin, quien en ese momento tendría que ser el mas feliz y burlón, se encontraba en total silencio.

-Robin ¿Todo bien?

-¿Eh? Ah, sí. Solo extraño a Leonel y a mi perro, creo que de aquí me iré a verlos.

-¿Puedo ir contigo? Yo quiero conocer a ese Leonel.

Agregó Catalina al final, a lo que el brujo le respondió asintiendo con la cabeza, en verdad quería ir en busca de su grimorio, algo tenía que estar por pasar y quería prepararse para cualquier contratiempo. Cuando se dieron cuenta ya se encontraban frente a la veterinaria abandonada donde Nora había llevado a la matriarca, Owen inspiró con fuerza y luego soltó el aire, sabía lo que se venía y no tenía otra cosa que hacer mas qué aceptar la furia de su hermana mayor, cuando quiso volver a la realidad, notó como sus dos acompañantes ya se habían bajado del vehículo y estaban entrando al local abandonado.

Los 7 de BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora