Hermano Mío ¿Dónde Estarás?

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La noche se volvía eterna, después de tamaña pérdida todo parecía un ciclo sin fin, siempre era lo mismo, búsqueda tras búsqueda acababa siempre en el mismo final, cero respuestas sobre el paradero de su estimado gemelo, el único que lo comprendía por completo, al menos así se sentía después de haberse alejado de aquellos que lo habían amado tanto.

Su mejor amiga, la vampiresa mas cruel en siglos, con él no era nada mas que una mamá protectora y comprensiva, y quien alguna vez lo amó tanto que tuvo que desaparecer por décadas tratando de olvidar aquel inmenso amor, un brujo con el alma oscura pero un pequeño punto de luz dentro, el cual por siglos estuvo dedicado a intentar ganar su corazón. Ahora el híbrido entre vampiro y licantropo bebía a solas en su gran y desolado hogar, hermoso como la luna llena en una noche estrellada, con ojos tan dulces que enternecían al corazón mas duro, piel tan suave que era casi como acariciar a un angel y un carisma tan impredecible que haría sonrojar hasta el mismísimo diablo.

Sorbo tras sorbo su visión se hacía mas borrosa, vistiendo un elegante traje de color azul marino, combinando a la perfección con aquel par de ojos hermosos, una camisa blanca debajo y en sus pies unos zapatos formales de color beige. Su mirada estaba clavada en un rincón cualquiera de aquella habitación, con melancolía escuchaba jazz recordando viejos tiempos, cuando solía bailar con su mejor amigo en noches de sufrimiento, cuando su corazón rogaba por la atención de aquella bruja, fallecida ya hace muchísimo tiempo.

-Si tan solo pudiera...

Dijo en voz alta antes de continuar bebiendo, pensando en llamar a sus grandes amigos del alma pero desde que las cosas con el que alguna vez se enamoró de él, se volvieron heridas abiertas que sangraban cada vez que estaban cerca, optó por alejarse y solo mantener un vínculo un tanto distante con la vampiresa. Ahora sus pies comenzaban a moverse casi por sí solos mientras imaginaba el calor de otro cuerpo contra el suyo, acompañándolo en un baile romántico.

Que el amor no fuera parte de su vida desde hace siglos no significaba que no lo deseara, anhelaba encontrar a alguien que lo aceptara y abrazara su lado sensible, fuera de ser un hombre con un porte serio y aparentemente frío, en sus ojos se escapaba aquella chispa de dulzura que tanto quería demostrar pero solo con pocos lo había logrado. Otro sorbo a su whisky y este ya se había acabado por lo que se dispuso a caminar hasta la barra de tragos, se sirvió otro y le agregó algo mas de hielo, al levantar su mirada se topó con aquella foto junto a su hermano.

Todos creían que Francis estaba muerto después de su repentina desapareción, claramente él no lo hacía, sentía en sus entrañas que su gemelo continuaba con vida y no pensaba desistir con su búsqueda, cada vez que tenía una nueva pista, esta parecía llevarlo a un callejón sin salida, una y otra vez se encontraba con el mismo destino, casi como si quien estuviera detrás de aquella desaparición fuera alguien con mucho poder.

-Prometo que te encontraré Fran, no importa si me lleva el resto de mi inmortalidad pero volveremos a estar juntos.

Llevó una mano a su rostro para así cubrirlo, soltó un suspiro profundo y seguido dejó escapar una risa que reflejaba un tanto de locura, demostrando lo que décadas de sufrimiento le habían hecho a su mente, con un tono algo quebrado, la risa pronto se volvería en llanto, el cual con rapidez pasó a ser rabia por lo que arrojó su vaso contra la pared, provocando que este se quebrara y el líquido salpicara en la misma. Mientras el restante de su whisky se escurría por aquella, los ojos del muchacho se volvieron de un tono amarillo mientras que la parte blanca de estos tomaba un color negro y las venas debajo se marcaban con intensidad, rápidamente develando unos colmillos feroces.

Seguido pensaba en acabar con su dolor por completo y aquella noche parecía la perfecta ocasión para llevarlo a cabo, un grito mezclando con un rugido salió de aquellas fauces que pasarían de lucir divinas a unas terroríficas, se acercó a un gran espejo y cuando cerró su puño para partirlo de un golpe, su mirada pasó de una llena de rabia y sufrimiento a una confusa, entrecerró sus ojos para ajustar su enfoque, acabando por notar algo en su hogar que no estaba allí antes.

-¿Eso es...?

Se volteó con rapidez y caminó hasta la librería llena de polvo que tenía detrás, aquella no era utilizada desde que su hermano se perdió, movió unos libros un poco y allí estaba, una cámara que lo estaba grabando. Él no había colocado eso allí y sabía que Francis tampoco ¿Lo habían estado viendo volverse loco todo este tiempo? Ahora la situación se había vuelto algo escalofriante por lo que solo pensó en escapar de allí. Con rapidez salió de lo que alguna vez había sido su hogar, caminó por las calles iluminadas de aquel pueblo en Italia y en un estado un tanto desesperado, sacó su celular y buscó entre su corta lista de contactos, el número de aquella que por siglos había sido su mejor amiga para así llamarla, no pasó mucho para que la chica respondiera.

-Hola, te necesito ¿Puedo ir a visitarte?

-¿Gael? Claro, no es algo que tengas que preguntar, no estoy en Moscú ahora, estoy en camino a Los Angeles, nos vemos allá.

-En serio, muchas gracias. No le digas nada sobre esto, por favor.

-Está bien, te espero.

-Nos vemos pronto, patrona.

Respondió antes de que aquella llamada terminara, finalmente había tenido que recurrir a sus leales amigos que en algún momento de la historia habrían sido mucho mas que eso, eran familia. Sin dudarlo se tomó el primer taxi que se encontró y marcó su rumbo hacia el aeropuerto, necesitaba llegar pronto a un lugar donde se sintiera seguro, sabía que no podría encontrar a su gemelo por sí solo y eso lo pudo aceptar después de décadas de búsquedas sin éxito.

Los 7 de BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora