Púrpura

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—No puedo creerlo —estaba diciendo Granger mientras caminaba de lado a lado de su sala de estar —es que no puedo creerlo.

—Pues créelo —respondió él pasando una página del libro que estaba leyendo y chasqueando la lengua con claro fastidio —me estás levantando dolor de cabeza —masculló cuando ella volvió a pasar de nuevo por delante de él —¿No podrías ir al pasillo a quejarte y caminar?

Ella gruñó y le fulminó con la mirada.

—¿Por qué tienes que mudarte a mi casa, Malfoy?

—En realidad "mudarme" no es la palabra correcta, yo diría que, para ser justos, me limito a hacer guardia en tu casa para protegerte, lo que implica que, ya que dormir es una necesidad fisiológica, aprovecharé que estoy aquí para echar una cabezada cuando me entre sueño.

—Yo puedo protegerme sola.

—Claro, porque todos sabemos que la gran Granger es omnisciente y omnipotente... diría que también inmortal, pero esa parte le tocó a Potter.

Ella resopló de nuevo y suspiró.

—No entiendo que estés aquí si el plan es usarme de cebo.

—Puede que el plan sea usarte de cebo, Granger, pero en el lugar y el momento que nosotros queramos.

—¿Qué pasa si viene a mi casa y te ve en el sofá? ¿No crees que haría que se diera cuenta de que tengo protección?

—No creo que suceda pero, si ocurriese sería maravilloso —sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada —creería que tememos por ti y eso le daría incluso más placer. Recuerda que, sea quien sea, quiere atraparte, sí, pero también quiere jugar contigo.

—Es un enfermo —dijo ella recordando las fotografías de las mujeres a las que había matado.

—Lo está, concordó él.

—¿Realmente crees que es necesario todo esto?

—Granger —Draco dejó el libro sobre la mesa y la miró con los codos apoyados en las rodillas —¿De verdad piensas que estaría aquí si no pensara que es realmente necesario?

—Supongo que no.

—Bien. Pues sigue con tu vida y olvida que estoy aquí.

—¿Cómo voy a hacer eso? No eres un mueble.

—Puedo ser tan silencioso como uno —El timbre de la puerta sonó y Draco frunció el ceño repentinamente contrariado —¿Tienes algún novio o algún amigo con derechos que vaya a intentar coserme a maldiciones si abro esa puerta?

Ella rió sin poder evitarlo.

—He pedido comida a domicilio, Malfoy. Tranquilo, son solo unas pizzas.

El rubio negó con la cabeza y la apartó de la puerta empujándola a un lado y, con la varita apretada entre los dedos y la mano escondida, abrió con cara de pocos amigos y dispuesto a rebanar el pescuezo al primero que entrara con malas intenciones.

—¿Granger? —preguntó un muchacho que no podía tener más de dieciocho años, si es que acaso los tenía.

—Sí —replicó Draco.

El chico le estampó unas cajas en el pecho y extendió la mano.

—Veinte pavos —dijo mascando un chicle y haciendo una pompa con él.

—¿Cómo dices? —preguntó Malfoy pensándose seriamente si lanzarle un calvario solo por tocarle las narices o simplemente cerrarle la puerta en la cara hasta que aprendiera educación.

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