Tanga

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Una hora después, aún vestidos de gala, se encontraron con Potter en el Ministerio quien, después de dejar a su mujer en casa había salido corriendo en cuanto recibió el patronus de Hermione.

—¿Estás segura de que era él? —preguntó una vez más Harry tamborileando con los dedos sobre la superficie de madera en la que tenían desperdigados informes y notas.

Se encontraban en la sala de reuniones que había sido designada para el caso, una sala cerrada con protecciones específicas que no dejaba entrar a nadie más salvo a quien accediera con ellos.

Malfoy había sido muy inflexible con respecto a eso porque no se fiaba de nadie, menos aún de los trabajadores del Ministerio de Magia Británico.

—Sí —Hermione se cruzó de brazos en un intento de darse calor y abrazarse a sí misma sin ser demasiado evidente.

No era una persona cobarde, de hecho tenía a sus espaldas, al igual que Harry, una guerra que atestiguaba por qué Gryffindor era su casa, pero aún así... aquello era diferente, ser la musa de un asesino en serie hacía que se le pusieran los pelos de punta y si, además, añadía a eso la seguridad de que quería matarla también a ella, la cosa se ponía francamente turbia.

—Él dijo —repitió una vez más —memento mori — se apretó los brazos con más fuerza —recuerda que morirás —frunció ligeramente el ceño —o también recuerda que eres mortal.

—La expresión se acuñó en la Antigua Roma —continuó diciendo Malfoy para asombro de Hermione y Harry —los generales que regresaban después de alguna magnífica victoria, tenían a su lado a un asistente o un esclavo que, les susurraba memento mori, para que no olvidaran que, pese a la victoria, el éxito es algo efímero y que no dejaba de ser un humano mortal y no un dios.

—Eso es —susurró Hermione que le miraba como si le hubiesen salido cuernos.

Draco alzó una ceja y le devolvió la mirada con altivez.

—Granger, que yo tuviera vida social en el colegio y no me pasara el tiempo pegado a Madame Pince no quiere decir que no leyera...

—Bueno, nunca pensé que no lo hicieras —murmuró ella —solo me sorprende que seas...

—¿Instruido? ¿Inteligente? ¿Culto?

—Lo que no eres es humilde —masculló Harry en voz baja.

Hermione sonrió al escuchar a su amigo y Draco resopló clavando en Potter su mirada acerada.

—Al menos sé qué significa la expresión y de donde viene.

—Del latín —replicó Harry con una amplia sonrisa.

—¿Qué te dio la pista, Potter? ¿Que te dijera que la expresión es de la Antigua Roma? —bufó poniendo los ojos en blanco —hubiera sido fantástico que hubieses dicho que era sánscrito....

—Como sea —Harry volvió su atención sobre Hermione —¿No dijo nada más? —ella negó con la cabeza —¿Y pudiste escuchar algo? ¿Algún ruido característico? ¿Algo que pueda ayudarnos a saber dónde estaba o desde dónde llamaba?

Hermione cerró los ojos y se apoyó en la silla, pensando, intentando recordar los pocos segundis que había durado la llamada telefónica.

—Al principio se escuchaban interferencias, el sonido de la estática, un ruido que tenía que ser del mismo teléfono. Después le escuché respirar, una inspiración tranquila, relajada y el susurro de su voz. Era grave, profunda... él dijo "Memento mori" y colgó después.... pero... —aún con los ojos cerrados continuó reviviendo el momento —si que pude oír algo —abrió los ojos y les miró con horror —la estación de tren... la estación de tren de Victoria.

—¿Cómo puedes saber eso? —preguntó Draco mirándola con extrañeza.

—Detrás de él se escuchó el sonido de un reloj, paso por ahí dos veces a la semana, estoy segura de que estaba allí, en la estación.

—Mierda —susurró Harry —eso está cerca de tu casa, Hermione.

—Sabe que pasas por allí, sabe donde vives —añadió Draco repentinamente tenso —Vas a salir de tu casa, ya —dictaminó levantándose de la silla en la que estaba sentado.

—¿Qué? —Hermione le miró con los ojos muy abiertos —¡No! No pienso irme de casa, al menos no ahora ¿No iba a ser el cebo? Ese es el punto de todo esto, Malfoy.

Él apretó las mandíbulas.

Había olvidado aquel punto. Aquella minucia que le había parecido una magnífica idea apenas un mes atrás y que empezaba a parecerle una locura en aquellos momentos.

—Además —continuó diciendo Granger —aún no va a venir a por mi —fijó en él sus ojos castaños —tú estás más acostumbrado a llevar casos de asesinos en serie pero ¿Acaso no querrá terminar primero con su lista antes de intentar atraparme?

—Debería —apretó los puños aunque su rostro se mantuvo impertérrito.

—Entonces aún no corro peligro, seguiremos como hasta ahora.

—Mandaré a uno de los chicos a revisar la zona —dijo Harry.

—Que sea discreto —Malfoy se volvió a sentar —no queremos que sepa que hemos averiguado desde donde llamó.

Al día siguiente, cuando Draco se despertó, casi había olvidado el momento de intimidad que tuvo con la bruja.

Casi.

Ese momento en el que, Merlín le ayudara, había estado a punto de comerle la boca por la más llana y simple curiosidad.

Se frotó la cara y trató de relajar los músculos de la espalda. Se había sentido jodidamente tentado a probarla, de averiguar de una vez cómo sabía, como sería amoldar los labios a los de aquella bruja que le sacaba de quicio la mayor parte del tiempo pero que hacía que su líbido se pusiera en pie de guerra en cuanto contoneaba las caderas por delante de él.

Resopló decidiendo que llevaba demasiado tiempo encerrado en esa casa con la mujer.

Necesitaba echar un polvo porque si no acabaría volviéndose loco. Hija de muggles o no, Gryffindor o no, antigua némesis o no, lo que Draco tenía claro era que Granger se había convertido en una mujer muy deseable y él era un hombre con un deseo sexual saludable muy acorde a su juventud por lo que vivir con la tentación y en la abstinencia no era nada bueno para sus pelotas.

Suspirando se levantó y fue al baño para darse una ducha aprovechando que la bruja tarareaba en la cocina. Cerró la puerta tras él, dispuesto a tratar con su propia mano el problema mañanero con el que se había despertado, otra vez y vio allí, colgando felizmente del pomo de la puerta un tanga rojo que se burlaba de él, balanceándose ligeramente.

Salazar bendito....

Tocó con la punta de un dedo el encaje, imaginándose como debía verse sobre ella y gimió en voz baja.

Abrió el grifo del agua fria y se metió de bajo maldiciendo en francés hasta que se quedó sin respiración.

Definitivamente necesitaba encontrar una mujer que le ayudara a olvidarse de aquellos enajenados pensamientos.

Cuanto antes.

Memento MoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora