Mimbulus Mimbletonia

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Hermione abrió la puerta de Sortilegios Weasley, saludó a Angelina que estaba atendiendo a un cliente y pasó hasta la trastienda, adónde podía escuchar las voces de George y Ronald discutiendo a voz en grito.

Miró por encima de su hombro, lanzó un hechizo insonorizador a la habitación en la que estaban y entró, deseando no haberlo hecho en el momento en el que puso un pie en el lugar.

—Cien centellas... ¿Qué rayos ha pasado aquí? —preguntó lanzándose a sí misma un encantamiento casco burbuja que tapó su boca y su nariz al instante.

El olor de la sala a estiércol podrido era terrible y, por las manchas húmedas de color verde viscoso que podía ver en las ropas de ambos hermanos, el suyo debía ser igual de horroroso.

—Te dije que la pellizcaras ligeramente mientras yo utilizaba el vial para coger el jugo —estaba vociferando George.

—¡Eso hice! —respondió Ron, iracundo.

—¿La pellizcaste ligeramente? ¡Ja! ¡Casi le arrancas un cogollo!

—¡No es cierto! Apenas la apreté un poquito y además la acaricié primero como me dijo Neville.

George lanzó varios encantamientos fregotego aquí y allá maldiciendo entre dientes.

Una vez encontrada la raíz del problema, Hermione deshizo el hechizo que tenía sobre el rostro y usó la varita para solucionar el problema del hedor.

—Lo que Neville debió decirte, Ronald, es que la Mimbulus Mimbletonia, cuando es vieja, canta si la acaricias. Probablemente te dijo que la acariciaras para saber si canturreaba o no porque, cuanto más mayor, menos sencillo es recoger el jugo fétido que suelta como defensa... —sacudió la cabeza —nunca atendiste en Herbología —le riñó del mismo modo que había hecho cientos de veces en Hogwarts.

—Pues no canturreó —replicó él frunciendo el ceño mientras se cruzaba de brazos —solo escupió ese maldito fluido maloliente.

—¡Porque casi le arrancas un trozo! —replicó su hermano mirándole con ira mal disimulada.

—¿Se puede saber qué estáis haciendo exactamente?

—George quiere hacer un nuevo artículo para la tienda, unos sacos fétidos y bolas fétidas—olvidándose por un momento de la que había liado, se lanzó a contarle el invento —son muy finos —le mostró lo que parecía un trozo de tela —se rellena con una bola fétida y se pone sobre una silla, por ejemplo. Cuando alguien se sienta explota la bola interior y se libera este olor tan horrible —rió de buen humor —también venderemos las bolas por separado.

—Si conseguimos el jugo de la planta sin que acabe encima de nosotros.

—Bombas fétidas —puso los ojos en blanco y arrugó la nariz con asco —os enseñaré como conseguir el jugo sin terminar hechos un asco —dijo con fastidio —no puedo creer que no recordéis las clases de la profesora Sprout.

—Lo único que recuerdo es cómo Neville se desmayó cuando dimos la clase práctica de mandrágoras —dijo Ron con una risita.

—Dame un vial, George —pidió Hermione ignorando a su amigo —tienes que pellizcarla aquí —señaló el punto exacto —y el vial debes ponerlo justo en este lado, porque es por donde echará el jugo fétido. Mira, así. —puso el frasquito tapando el lugar y pellizcó con cuidado la planta. Hubo un chasquido y el líquido verde llenó el pequeño bote. Hermione dejó de pellizcarla y puso un tapón para evitar que el olor impregnara todo de nuevo —¿Crees que podréis hacerlo? —preguntó mirándoles con inseguridad.

Ambos asintieron y, bajo el experto ojo de la mujer, procedieron a llenar dos viales más con acierto.

—Perfecto —Hermione se sacudió las manos y sonrió, como una madre orgullosa del logro de sus pequeños.

Memento MoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora