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01. DEATH FOUR | memories

ACT 01 / DEATH FOUR
flu

    —¿Qué? —murmuró—. Dijiste que querías decirme algo. Hazlo rápido. ¿Por qué le pones seguro a la puerta? —cuestionó, viendo con una ceja alzada como un hombre se acercaba hacia ella.

    —Señorita Li, eres increíble —señaló el mayor, sonriéndole.

    —¿Qué? —volvió a decir. Su boca se abrió un poco—. Déjame irme, no tengo nada que hacer contigo.

    —Señorita Li, es una lástima que se vaya. Me caes tan bien —sonrió el mayor. Kinoko desvió su mirada hacia la puerta, y cuando la volvió a poner en el hombre este se estaba aflojando su corbata. Kinoko fue hacia la puerta, e intentó abrirla—. No te he dicho que te vayas, quédate aquí —dijo, tomándola de la muñeca.

    Y aunque Kinoko no le tuviese miedo a muchas cosas, en ese momento sus ojos sólo pudieron reflejar temor. Y eso fue algo que al hombre le encantó.

    Se despertó repentinamente al sentir un suave toque en su hombro. Se sentó en el colchón de inmediato y como acto inconsciente se apartó. Danma, extrañado con la mirada que le dedicó Kinoko, sólo pudo sonreírle.

    —Buenos días —saludó. Su sombrero no se encontraba sobre su cabeza—. Noté que tu tobillo se hinchó después del juego de ayer, así que fuimos a buscarte medicina.

    —Ah... —balbuceó, inquieta. Se sintió obligada a apartar su mirada del chico, aferrándose a su sábana—. ¿Fuimos? —murmuró, confundida.

    —Mori no fue obligado —carcajeó el contrario, entregándole la medicina—. Espero que con esto mejores.

    Kinoko agradeció internamente que Takeru no haya mencionado nada de la manera en la que ella había actuado cuando recién despertó, aceptando la medicina que le había buscado por voluntad propia.

    —¿Dónde está el viejo? —cuestionó la chica en un susurro.

    —Cazando —respondió, sonriéndole—. Le dije que cazara suficiente comida para los tres, espero que lo haga. Oh, ¿te has resfriado? —preguntó, al escuchar a Kinoko soltar un estornudo.

    —Creo que sí —respondió, rascando su nariz—. Que molestia. Eso me pasa por pasar frío.

    —¿Tienes las defensas bajas? —indagó con burla. Kinoko desvió su mirada con algo de vergüenza.

    —No... —murmuró, jugando con su sábana—. Sí.

    —¿Quién lo diría?

    —Cállate, Danma, te sacaré de mi refugio.

    —Me callo, me callo.

    Kinoko se levantó para tomar un poco de agua que también había buscado Takeru. Volvió a soltar un estornudo y sorbió su nariz, soltando una baja maldición al darse cuenta que sí había cogido un resfriado.