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02. DEATH TWENTY-ONE | in him there was nostalgia

ACT 02 / DEATH TWENTY ONE
both happy, and sad

    Kinoko se removió en su pequeño futón, sintiéndose incapaz de dormir. Las noches posteriores a la caída de La Playa fueron como un infierno para ella, soñando cada noche con Takeru, y teniendo pesadillas de vez en cuando con Niragi.

    Pero Alguno jamás aparecía en sus sueños. A pesar de que también se hubiese ido como Danma, él nunca se hacía presente las veces que ella dormía.

    Se había quedado con Tatta y Ann. Pero sentía que era una molestia. Constantemente Kinoko no estaba pendiente de sí misma; no comía ni bebía la suficiente agua. No dormía a sus horas, a pesar de los regaños por parte de las personas que la acompañan. Ella es una carga para ellos. No merece estar a un lado de ellos.

    Ambos sabían la razón por la que Kinoko se comportaba así, pero ella no quería hablar al respecto. Si Aguni estuviese ahí con ella, se sentaría a hablar con él. A pesar de sus discusiones por cualquier cosa, sabía que él podría entenderla. Podría entender como es que ella podía sentirse tan feliz y tan triste al mismo tiempo, sintiendo que aquello era algo imposible. Le hablaría de lo mucho que extrañaba a Takeru, y de lo mucho que deseaba desahogarse con él.

    Los extrañaba. Mirando el cielo estrellado, sabía que en alguna de esas independientes y luminosas estrellas, sus dos amigos estaban ahí. Takeru sería la estrella que más brillaba, y Aguni la que lo acompaña y lo deja brillar. Takeru incluso podría ser una estrella fugaz, dedicada a cumplir los deseos de los demás.

    Con una lágrima cayendo por su mejilla, miró a Tatta. Aquel chico que se había dedicado a hacerla entrar en razón cuando ella no pensaba, aquel que la guió cuando estaba perdida, y el que cuidaba de ella cuando ella misma no lo hacía. Algo en él le recordaba al pasado. Sus acciones le recordaban tanto a su madre, y su personalidad al Niragi de antes. En Tatta había nostalgia. Y como le dolía a Kinoko. No lo soportaba.

    Se levantó de su futón, intentando no hacer mucho ruido. Miró por última vez a Tatta y Ann, para después tomar alguna de sus cosas y decidir que lo mejor para ellos sería que ella se fuera y comenzara a valerse por su cuenta.

★

    Ella no sabía lo que sucedía, pero se había hecho de día y unos disparos la despertaron. Estando en las alturas de un edificio, se talló los ojos, viendo de cerca unos dirigibles, con cartas de figuras contando.

    —No puede ser, ¿esta es la siguiente etapa?

    A pesar de haber pronunciado aquella frase, en su rostro se formó una mueca al escuchar su propia voz. Ronca y rasposa por no hablar con nadie en varios días, y seca por la falta de agua que su organismo tenía. Se había descuidado demasiado, podía verse en su rostro.

    —Rey de Picas y Rey de Corazones —murmuró, recordando a sus dos amigos—. Como les hubiese encantado jugarlos.

    El dirigible del Rey de Picas se movía constantemente, contrario a los otros, por lo que supuso que el Rey de Picas era el único juego que podía moverse por todo el Tokio abandonado. Oyendo los disparos, llegó a la conclusión que una persona era el Rey de Picas. En un edificio alto estaba a salvo, pero en algún momento tendría que salir y no quería terminar como todos los cuerpos tirados que veía a la lejanía.

    ¿Qué podía hacer para no ser víctima del Rey de Picas? La única opción que le quedaba era ir a otro juego más fácil, en el que el Rey de Picas no pudiese entrar. El más fácil para ella era el Rey de Tréboles, pero no se encontraba tan cerca. Podía tardar al menos veinte o treinta minutos a pie. Pero algo en la manera en la que su mirada se clavó fuertemente en el dirigible rígido con la gigante carta proclamada siendo movida por el viento, fue lo que le hizo convencerla de abrirse paso hacia aquella dirección.

    Y supo que fue mala idea, cuando se encontró a Tatta y a Niragi en el mismo juego.

    Espera, ¿Niragi?