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ACT 01 / DEATH FOURTEEN the second in command of the military
—¿Por qué me miras así?
Kinoko estaba jodida.
—Miro tu horrible cara —murmuró la chica, tomando su nuevo bate. Extrañaba el anterior.
Niragi soltó una risa al escuchar sus palabras, pero Kinoko no rio con él. Se alejó y comenzó a destrozar a las bestias, y así ganar el Seis de Picas. Otra carta más que les faltaba.
—Kinoko, no vayas por tu cuenta. Tu pierna no se ha curado. —Niragi, demostrando preocupación por ella, se acercó y apoyó el cuerpo de ella contra el de él—. Ven, vamos.
—Estoy bien sola.
Y ella no lo estaba.
—Deja de decir tonterías y déjame ayudarte.
Se quedó callada, dejando que él la ayudara. Pero estaba jodida.
Estaba dejando de convencer que en verdad estaba bien sola. Siempre lo supo, pero siempre intentó convencerse de aquello. Después del Siete de Picas, todo lo que le rodeaba había cambiado.
—¡Este parque de diversiones es genial! Tenía mucho tiempo sin venir. ¿Y tú, Noko? —Niragi, ajeno a los pensamientos de la mitad coreana, se giró a verla con una sonrisa.
Él estaba divirtiéndose, derrotando a las bestias, y quedándose a su lado. En cambio, Kinoko sentía que se hundía cada vez más en un vacío, dándose cuenta que su corazón había dejado de ser independiente. Tenía compañeros, amigos, y personas que se preocupaban por ella. Siempre se había convencido que esas personas no eran necesarias en su vida.
Pero ahora se había encariñado. No había vuelta atrás.
—Hey, Noko, ¿estás bien? —Su voz sonaba distante en sus oídos, haciendo eco en su mente. Parecía tan ajeno al vacío en el que ella se hundía, siempre sonriéndole de esa manera y dándole la atención que hizo a su corazón caer por él sin quererlo. No quería compromisos, no quería enamorarse de esa manera de él. Pero ya había sucedido. Ya no podía retroceder.
—Sí —contestó ella en un susurro, demasiado perdida como para decirle algo más. Last Boss estaba en la entrada de la atracción en la que ellos estaban, protegiéndolos de las bestias que trataban de entrar. Aguni también vencía otras bestias, y los militares que los habían acompañado también. Pero ella no podía hacer nada. Ya no se sentía con ánimos de nada.