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ACT 02 / DEATH TWENTY-EIGHT let's finish with the king of spades, heiya
—Si Arisu llega a morir gracias al Rey de Picas, sabes que se quedará para siempre en mi consciencia, ¿no?
—¿Te preocupa él? —le cuestionó Heiya, con un toque de burla.
—Sería una pena que no me preocupara después de ver morir frente a mis ojos a varias personas importantes para mí —respondió en un murmullo, queriendo evadir sus verdaderos sentimientos con el sarcasmo.
Heiya sube a un árbol, y Kinoko sigue a Aguni. Después de un rato, las bengalas que la muchacha lanzó les sirvió de alerta para salir de su escondite y dispararle al Rey de Picas. Aguni fue el primero en caminar delante de ella; apenas Kinoko fue capaz de visualizar el cuerpo del Rey de Picas en el suelo, este se levantó y comenzó a dispararles. Kinoko y Aguni se escondieron detrás de un árbol, Heiya repitiendo sus acciones después de que el Rey de Picas también dara con ella y empezara a dispararle de igual manera.
—¿Yo era el señuelo? —cuestionó Arisu, escondiéndose detrás del mismo árbol que ellos.
—Yo no estuve de acuerdo ni un segundo —respondió la rubia, asomando apenas un poco su cabeza para estar alerta del estado del Rey de Picas—. Oye, ¿no pudiste encontrar otro árbol? Aquí estamos un poco apretados.
—¿Es inmortal? —preguntó el muchacho después de unos segundos.
—Usa chaleco antibalas. Debe ser un mercernario —contestó Aguni—. Cubrámonos y llevémoslo hasta ese precipicio.
»Ve.
—Pobre, debiste haber visto su cara —soltó Kinoko en un puchero—. Lo asustaste.
—No me importa.
—El chico no sabe disparar —dijo la muchacha—. ¿Cómo lo dejaste ir solo? Tendré que hacerle compañía.
—Haz lo que quieras.
—Le dispararé desde allá. Tú dispárale desde aquí.
Kinoko le dio una última mirada a su amigo para después ir a ayudar a Arisu. El chico se encontraba agachado detrás de un árbol, ella tuvo que contener una pequeña carcajada al verlo.
—Vamos, chico, te ayudaré.
Aguni y Kinoko empezaron a dispararle al unísono, Arisu se les unió poco después a pesar de que ella le hubiese dicho que no era necesario.
Algo chocó contra los pies de Kinoko.
—Kinoko, ¡corre!
Kinoko corrió, creyendo que Arisu la había seguido. Cuando Aguni gritó el nombre del muchacho, frunció el ceño, tirándose al suelo después del impacto de la explosión.
