Capítulo 4

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Te lo preguntaré por última vez - El señor Park realmente estaba tratando de estar lo más calmado posible-. No creas que este es un puto juego de muñecas, porque sabes perfectamente que no lo es.

El chico estaba en frente suyo, este lo veía con una sonrisa burlesca entre sus labios y eso hacia que el señor Park este a punto de perder la poca paciencia que tenía, cerró sus ojos unos segundos, tomó aire y volvió a preguntar.

¿Eres Ace, o no? - Quiso saber nuevamente, miro al chico a sus ojos de manera desafiante. El chico lucia como de 19 a 20 años, su cabello era de color azul marino y el color de sus ojos eran totalmente negros-. Responde de una buena vez.

Ya no lo iba a soportar más, se mantenía en silencio como si fuese un mudo, y eso fue más que suficiente para que Chan-Yeol pierda la paciencia. Tomó con fuerza el cabello del chico en frente suyo y con aquella mis fuerza fuerza o tal vez más golpeo su rostro contra aquella mesa, haciendo que inmediatamente la nariz del chico empiece a sangrar. Los demás veían lo que pasaba en la sala de interrogatorios, estaban de pie frente al grande vidrio que les permitía ver al señor Park y la persona que en ese momento estaba detenida.

Maté a personas inocentes, dejé un naipe en su casa y me atreví a volver - levantó su cabeza mirando al detective en frente suyo, mientras sentía la sangre bajar por su nariz, llegando un poco hasta su boca-. Aún así después de eso, se atreve a preguntarme si soy Ace, ¿Eh? ¿Le quedan dudas de eso? - preguntó el chico, soltó una risa sarcástica mientras negaba un par de veces con su cabeza-.

Entonces, ¿Era el? ¿Deberían confiar en que al fin atraparon a Ace? Algo dentro del señor Park le decía que no, que simplemente era un engaño y que no crea en sus palabras, pero aquel peliazul tenía cara de decir la verdad y parecía hablar en serio.

Por otro lado Jimin había convencido a su madre para que al menos aquel cachorro se quede hasta que su padre llegué y el pueda pedirle el permiso para que el cachorro sea parte de la familia también, Jimin lo había duchado y tenía al cachorro en s...

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Por otro lado Jimin había convencido a su madre para que al menos aquel cachorro se quede hasta que su padre llegué y el pueda pedirle el permiso para que el cachorro sea parte de la familia también, Jimin lo había duchado y tenía al cachorro en sus brazos secandolo con una manta. El cachorro era realmente hermoso, su pelaje era blanco, tal como lo es la nieve, por lo que Jimin decidió ponerle ese nombre con la esperanza que su padre dejará que se quedé en casa.

—Nieve, eres muy hermoso, ¿Quien se atrevió de dejarte por ahí como si nada? — se preguntaba Jimin desde cuando estaba allí en el parque, o sin comer y pasando frío. Con el cachorro aún en sus brazos se puso de pie bajó las escaleras y fue hacia la cocina, tratando de buscar algo que pueda darle de comer al cachorro— Seguramente tienes mucha hambre.

Jimin no sabía que darle de comer al cachorro, por lo que buscó donde poner un poco de leche, bajó al cachorro y cerca de él dejó la leche y al lado en otro recipiente un poco de agua por si no quería leche, abrió un poco el refri buscando algo que pueda agradarle al peludo que ahora se encuentraba tomando del agua. Buscó en la refri y lo máximo que encontró en esta que el cachorro pudiera comer era comida precalentada que viene en un especie de plato pero de un plato desechable, en un lado de este tenía verduras como zanahorias, espinacas y lechuga, y en otro lado había carne, todo aquello ya venía cocinado al vapor, por lo que Jimin nada más tomó un recipiente donde el cachorro pueda comer de forma cómoda y metió aquel al microondas para calentarlo un poco por unos 5 minutos.

—¿Ya le has puesto un nombre al cachorro?— preguntó la madre de Jimin al haber llegado a la cocina, su hijo se encontraba inclinado en sus pies mientras veía al pequeño peludo comer con tanto gusto que puso confirmar que aquel si tenía mucha hambre— Si se queda aquí tendrás que comprar muchas cosas para el, como juguetes, comida, una cama. Y también llevarlo al veterinario cuando sea necesario.

—Si mamá, solo espero que pueda quedarse aquí en casa— se puso de pie para poder estar un poco a la altura de su madre— Se llama nieve, le puse ese nombre porque es muy blanco al igual que la nieve, aunque había pensado también en copito.

—Seguramente los dos le quedarían bien— dijo aquello con una sonrisa mientras veía al cachorro comer, y antes de hablar levantó su mirada para así ver a su hijo— Dudo mucho que tu padre vaya a negarse, estoy muy segura que se va a quedar aquí. Sería muy bueno porque haría una gran compañia.

—Lo mismo pensé yo sabes estoy seguro que nieve será una bonita compañia.

. . .

Llegó la noche, y como era de esperarse no había una sola persona caminar por las calles, estaban completamente sólidas y eran pocos los autos que estaban andando por allí, el frío viento soplaba con fuerza solo eso era lo que se podía escuchar, el viento.
Aunque no había más asesinatos por parte de Ace ninguno estaba dispuesto a arriesgar su vida, por lo que cuando llegaba la noche todos estaban en sus casas y nadie, absolutamente nadie se iba atrever a poner un pie fuera de esta a menos que amanezca.

Mientras por allí estaba tranquilo, en otro lado alguien se estaba entreteniendo, hacia lo que quería, a tan solo unas cuantas horas de esa ciudad habían secuestrado a alguien, un señor que no pasa más de los 40 años, había llevado aquel a donde ahora se encuentraba escondido el lugar donde ahora está, esta totalmente abandonado, a su alrededor lo único que hay son árboles atrás al frente, a los lados sin dejar a un lado que también había algo parecido como un mar, ya que todo allí estaba abandonado el mar se encuentraba en perfectas condiciones, y donde se encuentra aquella persona es algo parecido a una bodega, claramente tuvo que despojar de allí a la fuerza a la persona dueña del lugar, era claro que menos iba a dejar al chico con vida.

Sostenían al señor quien estaba completamente golpeado, sollozaba por lo bajo mientras sus ojos poco a poco estaban por cerrarse, pedía una y mil veces que no le hiciera daño pero no estaban dispuestos a escuchar.

Sosteniendo del cuello de la camisa del chico empezó a arrastrar hacia una jaula mediana, en aquella jaula tenía a sus dos preciados cachorros un Doberman este se llamaba Ares y un rottweiler que se llamaba Max. Eran nombres dignos de aquellos cachorros, que claramente de pequeños no tenían nada y si los ven con calma tampoco tenían cara de ser amigables, siendo que en varias ocasiones les daban de comer carne humana.

El señor fue soltado con brusquedad, de inmediato empezó a toser con fuerza cuando su estómago se encontró con el frío suelo, golpeándolo así su estómago. La jaula fue abierta con sus respectivas llaves, aquellos animales no tardaron un solo segundo en empezar a ladrarle al señor que se encuentraba en el piso, gracias a que no podían atacar ya que estaban amarrados en los barrotes de la jaula, aquella persona entró a la jaula y acarició un par de veces a sus cachorros pidiéndoles así que se echen, bastó una sola vez para que ellos de forma sumisa le hicieran caso a su dueño.

Espero a que se calmasen y cuando lo hicieron se dirigió hacia el señor, quien estaba temblando en su lugar sabiendo ya lo que le iba a esperar, se había designado porque estaba claro que no iba a salir con vida de allí, fue levantando bruscamente desde el cuello de su camisa, quien estaba en frente suyo lo veía con una sonrisa de superioridad.

—¿Algunas últimas palabras?— preguntó mirando al señor quien simplemente lo miraba aterrado.

—Pudrete— fue lo único que dijo antes de escupir el rostro de la persona que lo sostenía desde el cuello de su camisa.

Una risa pudo escucharse resonar en aquel lugar, con su dedo pulgar quitó la saliva del señor, y sin decir una palabra más arrastró al mismo hacia donde estaban sus cachorros mientras les pedía que vayan hacia atrás, dejó el cuerpo cerca de aquellos cachorros cerró la jaula y le dió una última mirada a la persona que estaba a tan sólo un paso de ser comida para Ares y Max.

—Pueden empezar— esto fue dicho hacia sus cachorros. Ares y Max no esperaron nada, cuando escucharon la voz de su dueño pidiéndoles que podían comer ellos ya estaban tomando cada parte de su cuerpo, mordiendo y quitando su piel sin piedad alguna, y el, el solo podía disfrutar de aquellos gritos eran como una melodía para sus oídos, una canción perfectamente bien.

The Ace Killer | KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora