ENDLESS BURDEN [HP][Star Wars]

001.

" Más allá del velo "
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Tal vez es por la trampa en la que se ha metido su mente, pero Helia se siente como una figura ausente en la inmensidad de la vida misma.

Nunca ha sido una aficionada a las filosofías de la vida y posiblemente jamás lo será incluso cuando se enfrente a mil años de vida como la Maestra de la Muerte, pero el pensamiento simplemente surge, inadvertido, de que ella es un algo que aguarda a ser vinculado con aquello que la rodea.

Pero todo el significado del momento y de esa sensación proviene de la comprensión de que Helia, por ese brevísimo instante en que el velo la ha absorbido, no pertenece a ningún lugar ni a absolutamente nada.

Sus vínculos con el mundo al que una vez perteneció se sienten, si no completamente rotos, al menos parcialmente desligados.

La magia en ella, en su núcleo –el centro de su ser–, no se siente revocada pero sí atrapada en el interior.

Helia se siente extraña y, durante lo que parece una eternidad, está tendida en el tiempo y espacio, hasta que finalmente el hilo que la ata a su vida y a su mundo desaparece por completo. Entonces siente que cae y es sólo antes de que su cuerpo toque la superficie que consigue detenerse.

Ha hecho el movimiento tantas veces que es un reflejo más de su cuerpo y de su mente. Su varita responde con la misma facilidad con la que responden el resto de sus extremidades y sentidos, como una extensión más de ella.

La Varita de Saúco parece regocijarse al ser usada, aunque este también es un pensamiento peculiar para tener, pero no es uno imposible, después de todo; las varitas eligen a sus magos y brujas, algunas de ellas siendo devotas a sus dueños en todo momento y otras, como la Varita de Saúco, eligen buscando únicamente el poder del mago.

A su alrededor todo parece carecer de sentido y Helia se encuentra recurriendo a todos los sentidos excepto a la vista. Sus ojos están cubiertos por una capa de lágrimas, como si el Velo de la Muerte hubiera decidido cegarla momentáneamente a su llegada.

Y, de repente, en un abrir y cerrar de ojos, el mundo a su alrededor se vuelve increíblemente abrumador.

Una garganta roja sale victoriosa mientras su grito surge de sus pulmones. El grito está ahí, aunque amortiguado, es asesinado por el sendero que el Velo había trazado para ella.

Helia sólo espera (entre todos sus miedos y deseos) no haber sido enviada y atrapada en una realidad alternativa de terror.

Se queda arrodillada durante un rato, robando un momento al tiempo de su búsqueda. Sostiene su cabeza entre sus manos, la varita aún entre sus dedos como un soporte para su espíritu. La presión mantiene viva la consciencia y la consciencia sólo crece a medida que transcurren los segundos. No puede evitar pensar que es el tipo de sensación que tendría alguien que experimentaba emociones por primera vez.

La naturaleza, la vida, la energía eterna de ser consciente de todas las cosas que existen; la atacan. Es como si todo estuviera forjado de magia y estuvieran impacientes por compartirlo con ella, aunque para hacerlo sea necesario dejarla aturdida.

Sin tener ningún punto de referencia del cual avanzar y con el cuál guiarse, Helia se dispone a mirar el lugar desconocido en el que el Velo la ha escupido.

Hay poco por hacer más que mirar. Incluso si es una vista horrenda.

Rayos lejanos de una luminiscencia distante se deslizan sobre ella, atenuados y transformados en un mero destello, empañado por las sombras de las montañas que la rodean.