7.- ¿Muerta? Yo...

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San Francisco

Un ambiente de emoción y felicidad era lo que se podía percibir en la casa de los Kingsley Harrington, la risa de Elliot y su voz melodiosa era escuchada por todos lados, ya que en su afán de aprovechar lo que más pudiera, su día lo llenaba de múltiples actividades.

Y como no, si con la llamada que sostuvo con su madre estaba convencido de que el idílico momento que vivía pronto llegaría a su fin. Él estaba aún intentando pensar en una solución que le permitiera estar con ambos, conocía el término custodia compartida.

Y a pesar de ello, veía complicado que su madre fuera adepta de querer pasar tiempo sin él, porque ella abiertamente lo declaraba, él era el motor que le daba empuje a su existencia.

Todo se volvía más complejo al pasar los días, más cuando Prescott al llegar temprano de las oficinas y en su afán de conocer a Elliot lo llevo al jardín.

El hombre lo había retrasado por bastante, sus padres le informaban sobre datos que fueran relevantes, solo que él quería saber sobre Sisa.

—¿Cómo te sientes aquí? —cuestionó al niño en lo que tomaban asiento en una banca.

—Bien, todos han sido muy agradables conmigo —de eso no tenía duda.

—Te traje aquí porque hay cosas que me gustaría que hablemos, claro, si te sientes cómodo. Quiero saber sobre tu vida a lado de tu madre —Prescott creyó que si empezaban con memorias alegres, luego el niño no se sentiría abrumado ni cohibido.

—Vivimos en muchos países, aunque yo no los recuerdo todos, porque yo era aún más pequeño, desde que tengo memoria siempre contamos con la ayuda de la tía Miranda.

—Pero, se supone que tu madre no tenía familia.

—No es realmente mi tía, es amiga de mi mamá. Ella se hace cargo de casi todo y mi mamá le pagaba.

—Tu madre era brillante, recuerdo que obtuvo una beca para ir a Suiza —en cuanto Elliot escucho la forma en que Prescott hablo de Sisa, sintió emoción.

—Sí, ella ganó muchos premios por su trabajo.

—Me podrías decir, ¿cómo es que murió?

—En un accidente —se apresuró a contestar.

—¿Y por qué tu tía Miranda no te trajo hasta mí? —Elliot se estaba metiendo en problemas, para sostener la mentira.

—Es que tenía muchas cosas que arreglar y yo estaba muy impaciente, le rogué noche y día porque me enviara —sabiendo que seguirían los cuestionamientos, puso cara triste, recordó lo mal que se sentía de no conocer a su papá, y listo.

—Ok, supongo que nos detendremos por el momento, debes saber que aquí estamos tus abuelos y yo para cuando quieras hablar de tu mamá. Tal vez es muy reciente y te provoque tristeza, pero nos tienes a nosotros.

Con esas palabras lo levanto y lo llevo a su regazo, le limpio las lágrimas y le dio un beso en la cabeza y eso a Elliot le gustaba demasiado, el calor y el olor de su padre fueron reconfortantes, a pesar de haber tenido que fingir tristeza.

Era muy diferente de los abrazos de su mamá, Prescott con su pecho ancho parecía poder detener cualquier peligro y con él se sentía seguro. Entraron a la casa para poder ir a cenar

Japón

Ahora, con el conocimiento que poseía Sisa, no duda en estar atormentando a Miranda para qué le contará todo lo que ella y Elliot hicieron a sus espaldas.

Miranda sabía que estuvo mal seguirle la corriente al niño, ella era el adulto y por consiguiente debió haberlo hecho desistir. Pero también era cierto que, conociendo a Sisa, de ninguna forma, primero; le diría a su hijo quién era su padre, segundo; lo dejaría ir a conocerlo.

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