Sisa tenía una mente analítica y que buscaba razones y la lógica en todo lo que la rodeaba, así que eso es lo que hizo durante la tarde, su cerebro busco las respuestas a lo que Prescott le contó.
Analizo cada una de las situaciones, lo qué sucedió, lo que ella había dicho, lo que él dijo, era como un rompecabezas, intentaba ver donde se originó el fallo y si lo que Prescott contó era plausible o solo una invención bien formulada.
Ni siquiera le dio importancia cuando el sol estaba ocultándose, simplemente seguía inmersa en sus pensamientos, sentada en aquella banca que le había dado lugar en el cual acomodarse, por lo que eran ya casi seis horas.
El chofer así lo informó al CEO, quien se empezó a preocupar porque la mujer no se movía ni para reacomodarse.
Así que tuvo que dar por terminado su día de trabajo para ir a ver lo que sucedía con Sisa.
Un suéter ligero es lo único que la defendía del frío que soplaba, Prescott no tardó en llegar hasta ella, solo tuvo que cruzar la avenida en la que estaba su edificio y unos metros adelante estaba un parque en donde la mujer estaba catatónica.
Prescott se sentó a su lado, ella ni se inmutó, veía al horizonte sin hacerlo, —Sisa, ¿te encuentras bien? —no hubo respuesta, él tocó su hombro y sintió la frialdad de la prenda, por lo que con ambas manos sujeto el rostro de la mujer.
—No puede ser, te enfermarás... —ella giró la cabeza y este gesto asusto al pobre Prescott, temía que se le desencajara la cabeza, ya que el movimiento lucio antinatural.
—¡Dijiste la verdad! ¿Tienes más pruebas que lo avalen? —ella soltó sin más. Prescott suspiró.
—Cualquier cosa que quieras saber o necesites, lo hablaremos en la comodidad de un lugar calientito.
Él se puso de pie y la ayudaba a levantarse, las piernas de ella no le respondieron y por poco se va al piso, si no es por él que la sostuvo.
—¡Auch! Mis piernas.
Prescott hizo una llamada para pedir que llevaran el auto lo más cerca posible, debía cargar a Sisa, solo que al hacerlo ella estaba rígida, su cuerpo no se amoldaba a él que intento llevarla en brazos cuál princesa, parecía una estatua.
Se vio obligado a echársela al hombro e irse con su mujer de piedra, otro predicamento fue meterla al vehículo, estuvo tentado a meterla a la cajuela, luego de unos minutos de forcejeo lo logró.
El todo sudoroso y con la calefacción a toda su capacidad fue un trayecto por demás incómodo.
La envolvió con su saco y la pego a su cuerpo, la bajo y la llevo a casa, la dejo en su cama bajo varias mantas, en lo que él preparaba agua caliente para darle una infusión.
Y a pesar de dársela ella seguía estando fría, por lo que mejor lleno la tina con agua hirviendo, ya al último abrió el agua fría.
—Ven, un baño es lo que necesitas para calentarte. —Ella se negó a salir de debajo de los edredones.
—Obedece, que si no podemos subir tu temperatura deberé llamar al doctor o llevarte a un hospital.
De muy mala gana accedió, temblaba como hoja, pero por lo menos ya podía caminar.
Él la desvistió y la ayudo a meterse en la tina, —ya te puedes ir —ella tapó sus pechos y su entrepierna con las manos.
Prescott dio un bufido —no estaré tranquilo, tú no te has observado y tus labios están casi morados. En cuanto a tú desnudes, vamos, ya vi y toqué ese cuerpo, este no es momento para el morbo.
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Vuelve
Short StoryA veces nuestro actuar, aunque bien intencionado, causa problemas, provocando que el pasado venga a pedirnos cuentas. Es el caso de una brillante jovencita que se involucró en la vida de un rico millonario sin quererlo, ni saberlo. Las consecuencias...