Prescott estaba listo para mostrarle de forma física lo que sentía por ella, la deseaba, era condenadamente atractiva y estaba el hecho de que ella no sucumbía a su aspecto, ella siempre había sido así.
Dio pasos pequeños, ella retrocedía sin saber que solo quedaría sin salida, a su espalda estaba la división entre el pasillo y una de las salas, ella chocó contra un mueble, él por su parte ya estaba perdido, su objetivo era que ella se rindiera a las sensaciones.
Las manos de Prescott provocan a Sisa, y honestamente ella ya no necesita más alicientes, porque al sentir como viaja su mano con un ligero toque en su brazo, la hacen temblar, esa inocente caricia, hacen que pierda la determinación que tenía hace unos minutos de no rendirse ante ese hombre.
Él la levanta y la deja encima del mueble, con esa improvisada acción ella se sostiene de él y este aprovecha para ir más allá, acaricia su pecho de forma firme, escucha su suspiro, en respuesta él va por la orilla de la falda del vestido.
Su mano rosa su pierna a la vez que sube cada vez más la tela, ahora ya es ella la que no le da tregua a los besos, al estar un poco más a su alcance ya no le permite despegarse.
Al hacerlo ella sujeta su rostro y muerde su labio y él simplemente sonríe, se abre paso al situarse entre sus piernas, con una mano ya muy cerca de su ropa interior.
Corre sus dedos con un ligero roce para notar que ella está mojada, ocasionando que sus piernas tiemblen, le gusta lo que encontró, prueba inequívoca de que ella disfruta de sus besos, las caricias y su cercanía.
La fricción ya no es tan suave y el ritmo se incrementa, ya no hay manera de que ella lo suelte, él la escucha gemir deliciosamente, nota que ella es la que ahora se mueve, recorre la tela.
La sensación de su piel y la humedad la descontrolan, cierra los ojos, su cadera algo elevada es la que busca los dedos de Prescott, en lo que él besa su cuello y muerde con algo de presión.
Ambos están dentro de la zona previa a un orgasmo, acumulándose esa energía, ya no aguanta y mete dos dedos que por la humedad se deslizan sin mayor problema, Sisa se pega más a él, dejándole los pechos en la cara.
Dicha tentación lo lleva a reclamar con algo de fuerza y una mordida, sabiendo que no está mal porque hay varias capas de por medio.
Detiene los besos para ir a su oído —necesito que te corras, porque esta vez no habrá poder alguno que me detenga.
Hubiera sido mejor que no pronunciara palabra, Sisa intenta cerrar las piernas, sus ojos abiertos y mirando a Prescott con las mejillas rojas y con las señas de la intensidad del acto que estaban llevando a cabo.
Intuyendo que ella no quiere complicaciones justo antes de marcharse —descuida, a pesar de hacerte el amor, no pienso detenerte —un beso en la comisura de sus labios.
Retoma todas sus acciones y vuelve a besarla para despejar cualquier pensamiento que se pueda interponer en su pasión.
No tardan en volver a las emociones que venían generando, momentos después Sisa —¡Oh, Prescott! Prescott —clama su nombre al llegar a su clímax.
Él baja la intensidad de las caricias y ella está peor que una gelatina, por lo que Prescott la baja y la lleva a su recámara.
En el interior la deja en la cama y va a desvestirla, baja el cierre de su vestido y lo saca por encima de la cabeza, antes de quitar algo más él se deleita viéndola en ropa interior, le gusta el tono de su piel.
Al dejarla completamente desnuda es su turno y se pone frente a ella, que no le quita la vista de encima y eso le pone nervioso a pesar de no ser tímido, con cada prenda que se quita sus ojos van reflejando las ganas.
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Vuelve
Short StoryA veces nuestro actuar, aunque bien intencionado, causa problemas, provocando que el pasado venga a pedirnos cuentas. Es el caso de una brillante jovencita que se involucró en la vida de un rico millonario sin quererlo, ni saberlo. Las consecuencias...