Capítulo tres.

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No debería estar aquí

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No debería estar aquí.

Conociéndome, sabiendo la forma en que me comprometo con todo lo que sucede a mi alrededor y que solo bastó con que mi hermano mencionara a esta niña para que yo quisiera prácticamente obligar a Heather a ayudar a Abraham, sé que no debería estar aquí.

Tamborileo mis dedos contra el volante luego de que Abraham se detiene en un vecindario desconocido para mí, pero afortunadamente no luce mal, lo veo bajar de su auto y cerrar la puerta activando la alarma, luego me mira a través del parabrisas y yo tomo un respiro profundo antes de imitarlo. Paseo mis manos por la falda de mi vestido apretando mis dedos en torno a mi celular antes de acercarme a él.

—¿Ella no debería estar durmiendo a esta hora? ¿no estaríamos interrumpiendo? —cuestiono torciendo los labios, algo esperanzada de no tener que verla a pesar de que fui yo quien lo pidió. Pero tampoco pensé en que podría agradarme ella y en consecuencia podría caer en la misma trampa que usó mi hermano al mencionarme su historia para que yo me esforzara en convencer a Heather de ayudar a Abraham.

—Tiene problemas para dormir y si está durmiendo simplemente nos vamos —responde Abraham antes de caminar hacia la casa frente a la cual nos estacionamos.

Quiero preguntar quién vive aquí, estoy segura de que Abraham vive en un departamento o al menos eso he escuchado mencionar a mi hermano. En lugar de preguntar, lo sigo silenciosamente hasta detenernos frente a la puerta y él toca el timbre.

—¿Hace cuánto murió su madre? —cuestiono pasando mi peso de un pie al otro.

—Dos semanas.

—¿Y con quién se está quedando si no es contigo?

—El abogado de mi padre la acogió hasta que yo cumpla mi parte de la cláusula —Frunzo mis labios.

¿Quién es el abogado de su padre? ¿puede hacerse cargo de una niña de seis años que no representa nada para él y de paso viene con problemas para dormir a raíz de lo que le sucedió?

Muerdo mi labio inferior para evitar todas las preguntas que quiero hacer en el momento en que una mujer abre la puerta.

—Buenas noches —saluda Abraham seriamente, no parece reconocer a la mujer como alguien agradable, así que espero a su lado sin decir nada.

—Buenas noches —responde la mujer con un asentimiento, haciéndose a un lado para dejarnos pasar—. Qué bueno que viniste, hoy ha sido toda una odisea —informa y casi quiero resoplar por la manera en que frunce el ceño con evidente disgusto. ¿Le disgusta cuidar a una niña? Aunque, si ella tiene seis años, no tienen que supervisar demasiado.

—¿Por qué? —cuestiona Abraham caminando hacia la sala, la casa es enorme con un recibidor lleno de fotos de niños que tienen los mismos rasgos al ser adultos así que deben ser del abogado del papá de Abraham.

El favor más dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora