Solía pensar que la perfección no existía.
Hasta conocerla a ella.
Pero no se trata de nuestro primer encuentro en realidad.
La primera vez que vi a Isabella pensé que era bonita, nada extraño, simplemente bonita. Pasó algún tiempo antes de que volviera a verla, estuve dos años en Canadá para mi maestría, un año más trabajando para la empresa donde hice mis prácticas y regresé en cuánto comenzó la adicción de mi padre por el juego y el alcohol; cuando volví a ver a Isabella pensé que era bonita. Pero esa vez un poco más que solo eso.
Su cabello rubio brillante siempre había sido llamativo, tal vez por eso a Lindsay le había gustado desde que la vio; sus ojos azules parecían irreales y su piel pálida casi podría considerarse antinatural.
No había nada especial en ello, podías encontrar ese mismo cabello rubio, esos mismos ojos azules y esa misma piel pálida en al menos cien mujeres más al salir a la calle, pero ella tenía algo más que solo eso.
Su personalidad era, por mucho, más bonita que su apariencia.
Ambas cualidades juntas eran lo que la hacían perfecta para mí, para nosotros.
—¿Manzana? —cuestiona Lindsay parpadeando varias veces mientras abre mucho sus ojos intentando manipularla.
—Te lo cambio por un trozo de pudín. ¿Qué dices? —ofrece Isabella mientras camina a su lado por el jardín. Lindsay lleva sus guantes púrpuras y una regadera para sus plantas, cortesía de mi esposa.
Cada día Isabella la invita a regar las plantas, Lindsay busca sus utensilios en la cocina y la sigue obedientemente hasta el jardín, a veces conversan un poco mientras lo hacen, otras veces Isabella solo le indica como hacerlo y luego ingresan en la casa, recogen la correa de Kiwi y salen a caminar por el vecindario, no van muy lejos por lo que regresan pronto.
Tenemos una rutina, cada día.
No siempre tuve una, suelo ser organizado, pero no perfeccionista por lo que no hacía las cosas al pie de la letra antes, sin embargo, he aprendido a hacerlo desde que nos casamos porque es necesario.
—¿De manzana?
—No todo puede ser de manzana, Lindsay —revira Isabella cortando hojas secas de algunas plantas.
—¿Por qué no? La manzana es rica.
—Sí, pero hay muchísimas frutas más y todo en exceso llega a hacer daño —explica Isabella mientras limpia la tierra de los bordes en las macetas.
—¿Qué es esceso?
—Exceso —corrige Isabella acercándose a ella—. Es como... hacer algo muchas muchas veces hasta que te hace daño, es lo que quieres hacer con las manzanas, comerlas muchas veces puede hacerte daño.
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El favor más dulce
Romance+18 | Cuando su padre murió Abraham sabía que vendrían muchos problemas, sin embargo, no se imaginaba que uno de ellos tenía seis años y su mismo apellido. Cuando la madre de esa niña-su hermana- también termine abandonándola él no tiene corazón par...