—¿Cuándo se supone que regresas?
—Pronto —responde Heather comiendo algún tipo de helado que ha mezclado con cereal de chocolate.
—Dijiste que eran dos semanas ¿o no?
—Sí, pero papá en realidad me ha reclutado como su asistente, los capitalistas siempre quieren tener menos costos manteniendo las mismas ganancias, así son más felices —Señala a la pantalla con su cuchara y yo alzo las cejas, apoyando mis antebrazos sobre la barra.
—¿Entonces? ¿Qué pasa con la academia y tu admisión a la universidad?
—Todavía tengo tiempo con la universidad, la academia ya es un caso perdido —Le resta importancia con un gesto—. Además, recuerdo haberte dicho que si no regresaba en dos semanas entonces sería en un mes...
—¿Qué pasa con Kiwi?
—¿Qué pasa con ella? ¿Tu hijastra la mató? —Levanto las cejas sacudiendo la cabeza.
—¿Qué pasaría si lo hiciera? —cuestiono desviando la vista mientras llevo una mano a mi cabello.
—Tengo espacio en el patio trasero de mamá, las entierro vivas a ustedes dos —advierte entrecerrando los ojos, arqueo una de mis cejas.
—Está en mi poder, no me amenaces porque la vuelves a ver en un ataúd —devuelvo cruzando los brazos sobre mi pecho—. Y si le haces algo a Lindsay tendrás que lidiar Abraham.
—Cada acción tiene una reacción, que controle que tu hijastra no le haga daño a mi hija y no tendremos problemas —Me señala entrecerrando los ojos.
—No es mi hijastra, es mi cuñada.
—Lo mismo, la estás criando.
—No es lo mismo, ella sabe bien lo que somos aquí —mascullo—. Y Kiwi está bien, pero sabes perfectamente que mientras más tiempo tardes en regresar más se encariñará Lindsay con ella —Sus labios se fruncen con disgusto.
—Por cierto, ¿Dónde está?
—¿Kiwi?
—Y tu hijastra —Me inclino para recoger a la cachorra y colocarla frente a la cámara de mi iPad.
—Lindsay, mi cuñada, está en la escuela —enfatizo mientras paso los dedos tras las orejas de Kiwi—. Creo que deberías preocuparte más por Kiwi encariñándose con ella y no viceversa.
—Regresará a mí, Kiwi no muerde la mano que le dio de comer. ¿Cierto, preciosita? —Muerdo el interior de mi mejilla para evitar reírme mientras ella hace todo tipo de gestos para atraer la atención de su mascota antes de que la deje en el suelo—. ¿Cómo va ese matrimonio? —Aclaro mi garganta pasando mi peso de un pie al otro.
—Bien, convivimos bien —Me limito a responder levantando un hombro.
—¿Cómo es 'bien'? ¿No discuten y todo es rosas y corazones?
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El favor más dulce
Romance+18 | Cuando su padre murió Abraham sabía que vendrían muchos problemas, sin embargo, no se imaginaba que uno de ellos tenía seis años y su mismo apellido. Cuando la madre de esa niña-su hermana- también termine abandonándola él no tiene corazón par...