XVIII

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Jairo había estado viniendo a mi casa, según él, para verme porque llevaba varios días sin dar señales de vida.

Marina había estado muy insistente con que le contase que me había dicho Gavi, pero no pensaba decírselo, no hasta que él no hubiera solucionado el problema.

Mientras yo me había dedicado a stalkear a Ana un poco.

Siendo sincera no entendía por que iba recogiendo miguitas de amor cuando podría tener a alguien que le quisiera de verdad.

Estaba mirando mi ordenador cuando sentí unos golpes en la ventana.

Miré encontrándome a Gavi.

Me levanté y abrí la ventana dejándole entrar.

– ¿Has escalado hasta aquí?

– Es una casa, Irina. No está tan alto.

Sonreí y entonces unió sus labios a los míos.

Correspondí al beso y entonces agarró mi cara en un intento de acercarnos más si era físicamente posible.

Después se apartó y me miró fijamente con una sonrisa de oreja a oreja.

– ¿Qué haces aquí?– pregunté cogiendo aire.

– Echándote de menos.– dijo mirándome.

Sonreí inconscientemente y después le vi sentarse encima de la cama.

– Si mi madre entra ahora, nos mata.– dije riéndome.

– No está pasando nada, Irina. Pero si quieres que te toque solo tienes que pedírmelo.

Abrí la boca y volví a cerrarla sin saber muy bien que decir.

No podíamos tener una conversación seria porque siempre sacaba algo de contexto para convertirlo todo en un tema sexual.

– ¿Quieres que te toque, Irina?– preguntó.

– No.

– ¿Ah no?

Negué con la cabeza y lo miré tragando saliva.

– Tu cuerpo me dice lo contrario cariño.

Le vi levantarse y entonces se acercó a mí.

En aquel momento me vine arriba y me envalentoné un poco.

– No pienso dejar que me toques hasta que hayas dejado a esa perra.– escupí.

Le vi mirarme con una sonrisa y entonces se mojó los labios mientras me echaba miradas de arriba a abajo.

– ¿Esa perra?– repitió.

– Sí.

Me agarró del cuello y entonces volvió a besarme y correspondí.

Sentí una de sus manos bajar por mi estómago en dirección a mi entrepierna y la agarré para después apartarla suavemente.

Le escuché reír y entonces me miró.

– Muy bien nena, tú ganas.

Sonreí y entonces volvió a besarme para después volver a salir por la ventana de mi habitación.

Le vi irse con una sonrisita y después solté un suspiro.

Me senté de nuevo en mi silla giratoria y miré los apuntes que había estado revisando.

Después miré el ordenador y tras cerrar las ventanas de internet, fui a la cocina a prepararme algo de cenar mientras esperaba a mis padres.

Normalmente solían volver tarde de trabajar y a veces simplemente quedaban con los padres de Gavi para cenar.

No me sorprendía, se llevaban genial y sin Aurora y Pablo mis padres habrían estado muy perdidos.

No era la única a la que los Páez Gavira le habían salvado la vida.

Me puse algo de música y sonreí al escuchar "I Was Never There" de The Weekend.

Subí el volumen y entonces cerré los ojos imaginándome muchas cosas.

Todas incluían a Gavi y una cama.

Era increíble lo mucho que podía encenderme con un solo susurro.

Gavi sabía el efecto que tenía en las mujeres, y lo usaba a su favor para obtener lo que quería.

Aunque conmigo no iba a valerle ahora.

No iba a ser la que iba detrás y a la que se le doblaban las rodillas cuando hablaba.

A ver, sí, pero no pensaba hacérselo saber.

Gavi estaba acostumbrado a que todas le fueran detrás y le dieran esa atención y ese privilegio, pero no iba a ponérselo tan fácil después de ser el cuerno y de que haya estado pasando de mí de aquellas maneras.

El orgullo por delante siempre.

Un rato después llegaron mis padres y empezaron a decirme que la semana que viene teníamos una cena en casa de los Páez y sonreí.

No iba a poder librarme de su presencia por tanto tiempo.

Me metí en Instagram y vi que Ana había subido una foto con Gavi.

Le di volumen y empezó a sonar "I Love You" de Billie Eilish.

"Maybe won't you take it back?
Say you were tryna make me laugh
And nothing has to change today
You didn't mean to say: I love you
I love you
And I don't want to, ooh"

Negué con la cabeza sabiendo que no tenía solución y luego me sentí mal por ella.

Porque en verdad él no la quería, y no había nada más triste que estar con alguien que no sabe como decirte que no te quiere.

Mis amigas habían pasado por situaciones iguales y no las había visto contentas, más bien al revés.

Ana iba a sufrir si de verdad le quería y no estaba con él solo por el dinero, porque hasta ahora era lo único en lo que se había fijado.

Ella no conocía a Gavi tanto como yo.

No sabía que le encanta beberse un vaso de leche caliente antes de dormir, que odia los gatos pero que luego le encanta verlos, que le sienta mal comer melón y que su helado favorito es el de chocolate.

Había cosas muy personales y sabía de sobra que él no le había dicho nada.

Y en parte me sentía orgullosa de haberle tenido como mejor amigo, porque había aprendido muchas cosas de él, aparte de las que me había enseñado con nuestro trato.

Marina me escribió preguntándome si estaba en casa, así que le contesté que sí y me dijo que iba a venir para convencerme de ir a ver a un amigo suyo jugando a fútbol.

Siendo sincera no solía ir a ver a ningún chico a fútbol, a excepción de él, claro.

Así que me vestí y cuando Marina llegó me peinó un poco y después salimos de mi casa.

Cuando llegamos a la pista de fútbol vi a varios chicos y después me fijé en uno que llevaba un chándal gris.

Llevaba capucha.

Pero de un momento a otro se la quitó y vi a Gavi sonreír.

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Aiaiaiaiaiauaia

Os dejo este capítulo antes del partido de España esta noche

𝐌𝐔𝐓𝐔𝐀𝐋 𝐇𝐄𝐋𝐏 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora