XXVII

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Narra Gavi

Ana acababa de entrar en el tercer mes y eso significaba dos cosas: saber el sexo del bebé y también que ya podía hacerle la prueba de paternidad.

Irina y yo nos veíamos todos los días que podía y cuando Ana no estaba pesada con verme.

Aquel día entramos en la consulta y tras hacerle unas pruebas, pudimos ver al bebé en la ecografía.

El doctor Domínguez nos miró sonriendo y entonces habló:

– ¿Queréis saber el sexo del bebé?

Ambos asentimos a la vez.

– Se trata de una niña.

Ana aplaudió sonriendo y yo sonreí para después mirar al doctor, quien asintió y miró a Ana.

– Ana, hoy voy a hacerte unos análisis de sangre y al bebé también para saber si va todo en orden.

Ella asintió y entonces cuando acabó con ellos dejamos a Ana con una enfermera para hacerme el análisis de sangre a escondidas.

– ¿Qué pasa si ese bebé no es tuyo?

– Pues que me habré liberado de ella.– murmuré.

– ¿Y si lo es?

– Me encargaré de quedarme con la custodia de esa niña.– dije.– ¿Cuándo podré saber si es mía?

– Necesito un par de semanas.– murmuró.

– Avíseme cuando esté y vendré.– dije.

Él asintió y después salimos de la consulta.

Ana y yo nos montamos en el coche y conduje en dirección a su casa.

Cuando llegamos me miró fijamente y entonces soltó un suspiro.

– Creo que deberíamos vivir juntos, ya sabes, no quiero que mi hija se críe con padres separados.– murmuró.

–  Ana, estoy saliendo con Irina.

– Pero yo soy la madre de tu hija, no puedes hacer eso.

– Puedo cuando resulta que no siento nada por ti, y no pienso vivir infeliz en un sitio. Además, en cuanto esa niña nazca, voy a asegurarme de quedarme con la custodia completa de ella.

– ¿Qué? ¿Quién te crees que eres para decirme que vas a arrebatarme a mi hija?

– Según tú, soy su padre.– espeté.– Y no estás en condiciones de criar a un bebé.

– ¿Y tú sí? Por favor, no sabes ni atarte las zapatillas.

Miré al frente cogiendo todo el aire posible y procurando no hablar.

– Esa tía no va a criar a mi hija.

– Seguro que es más responsable que tú.– escupí rabioso.– No metas a Irina en esto, porque sabes que no voy a ceder.

Ana me miró y tras desabrocharse el cinturón, bajó del coche y entró directamente en su casa.

Yo me eché el pelo hacia atrás y entonces arranqué de nuevo.

Llamé a Irina y me dijo que quedásemos para hablar.

Así que conduje hasta la cafetería que había cerca de su casa y al verla allí, me acerqué y me senté.

– Te he pedido un poco de té.– murmuró.– ¿Estás bien?

– He ido con Ana a la clínica y nos han dicho que es una niña. Luego me he encargado de hacer la prueba de paternidad y me han dicho que tardará un par de semanas, de camino en el coche he discutido con Ana y se ha ido a casa de enfadada.

Irina agarró mis manos y nos miramos.

– Gavi, ten paciencia ¿vale? Si no es tu hija será bueno para ti, pero si lo es, también. Mantén la calma con ella estas semanas y después del resultado ya sabrás como quieres actuar.

Asentí y entonces llegó el té y su café.

Me contó que estaba estudiando para un examen que tenía bastante pronto y me dijo que sus padres se habían cogido un viaje para Bélgica durante dos semanas.

Yo le hablé de mis padres y el fútbol. Teníamos partido dentro de poco y los ánimos en el equipo estaban un poco tensos.
Xavi nos presionaba el doble y nosotros estábamos muy nerviosos. Teníamos muchas competiciones en juego y queríamos jugar tal y como hacemos en los entrenamientos.

Después del café y el té, paseamos un poco por Barcelona y aunque tuve que pararme la mayoría de veces para firmar autógrafos y hacerme fotos, Irina parecía contenta.

– ¿Por qué estás tan contenta?

– Porque eres un amor con todo el mundo y me alegra tenerte en mi vida.– murmuró.

– ¿Soy un amor?

– Ay no, ya empezamos. No pienso repetirlo para subirte el ego.– contestó riéndose.

Sonreí y la estreché en mis brazos.

Tenerle cerca me daba fuerzas y ganas de vivir todo con ella. Solo ella con un simple abrazo podía hacerme sentir que todo iba a solucionarse, que íbamos a estar bien y que el amor que sentía por ella no iba a cambiar jamás.

Fui con ella a hacer la compra y entonces después me ofrecí a acompañarla a casa, cosa que no negó.

Cuando llegamos a la puerta de casa, dejó las bolsas en el suelo y buscó las llaves en su bolsillo de la chaqueta.

– Gracias por venir.– murmuró sonriendo.

– Gracias a ti, por querer escucharme siempre.

– Voy a escucharte siempre Gavi, porque tus problemas, son míos también.– respondió.– Y porque te quiero.

Escuchar esas dos palabras salir de su boca hacía que todas las maripositas que tenía en el estómago revolotearan sin parar.

Se giró para abrir la puerta y entonces agarró de nuevo las bolsas de la compra.

– ¿Vas a entrar sin despedirte, nena?– pregunté.

Ella se giró y entonces se acercó pegando sus labios a los míos en un beso lento y cargado de todos los sentimientos que no nos decíamos.

Cuando se apartó me dio una sonrisa y entonces entró en casa.

Yo volví hasta mi coche y entonces arranqué mientras sonaba "Antidepresivos" del Saiko. Subí el volumen mientras conducía y la tarareaba.

"us besos son mis antidepresivos
Si tú y yo nos juntamo', pues bendito castigo
Mi lugar favorito es donde estés tú conmigo
Y si el mundo nos separa, juntamo' los camino'
Tus besos son mis antidepresivos
Si tú y yo nos juntamo', pues bendito castigo
Mi lugar favorito es donde estés tú conmigo
Y si el mundo nos separa, juntamo' los camino'"

Sonreí al escuchar los acordes finales y entonces apagué el motor del coche al llegar a casa.

Siempre sería mi antidepresivo.

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Otro capítulo por aquí je je, hoy estoy que me salgo eh!!

𝐌𝐔𝐓𝐔𝐀𝐋 𝐇𝐄𝐋𝐏 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora