XVI

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Había estado varios días sin salir, lo único para lo que salía era para ir a clase y de vuelta a casa.

Jairo venía a verme todos los días, y a veces me traía algo de comer para asegurarse de que comía.

Nos sentábamos en mi cama y nos poníamos a estudiar y después nos quedábamos viendo alguna película que poníamos.

Después se iba a casa y yo me quedaba sola, pensando en si debía llamarle, escribirle...

Decir que le perdonaba.

No.

No iba a ceder. Según él me quería.

Pero quien te quiere no se rinde y deja de luchar por ti.

Se suponía que Ana iba a ser cosa del pasado y que a la que necesitaba era a mí, pero ahora sabía que había una gran diferencia entre no poder vivir sin alguien y amarle.

Gavi me había tenido en su vida y ni siquiera se había esforzado por ello, y ahora echaba de menos haberme tenido.

No podía decir que le había olvidado ni mucho menos, porque era imposible, pero sabía que tendría que aprender a convivir con ello.

Sinceramente esperaba que les fuera a bien a ambos.

Sin rencores.

La puerta de mi habitación se abrió y vi a Jairo venir hasta mí con gominolas en las manos.

– ¿Has empezado con el trabajo de literatura que me dijiste?– preguntó sentándose a mi lado.

– Sí, aunque no sé muy bien cómo va a quedar.

– Seguro que te sale estupendo.

Lo miré sonriendo.

Llevaba el pelo recién cortado y algo despeinado, tenía puesta una sudadera beige y unos pantalones vaqueros de color negro.

Me encantaba como vestía.

Aunque la verdad es que en su grupo todos vestían bastante bien.

– ¿Me dejas leerlo?– preguntó.

Asentí un poco sorprendida por su interés y entonces me levanté de la cama, abrí una de las libretas que había apiladas sobre el escritorio y saqué un folio algo pintarrajeado.

Se lo pasé y enseguida se puso a leer.

Estuvo un rato leyendo y después me lo devolvió.

– Me parece un trabajo fascinante, Irina.

– Gracias, aún no he acabado con él, aunque no creo que tarde mucho en hacerlo.

Él asintió y entonces me senté en la cama de nuevo.

Al final acabamos tumbándonos y me quedé mirando el techo.

– ¿Has vuelto a hablar con él?

Solté un suspiro y negué con la cabeza esperando que me hubiera visto hacerlo.

Le había contado a medias la historia con Gavi, obviamente no sabía nada de que habíamos estado haciendo cosas ni nada.

Lo único que le había dicho era que me prometió que iba a dejarla y que me había fallado.

No necesitaba saberlo todo porque no sabía si podía confiar 100% en él.

Aunque ahora mismo no podía confiar en nadie. Ni siquiera en mí misma.

Marina intentaba hacer que me abriese con ella, y que me desahogara, pero la verdad es que no pensaba en nada.

No quería pensar en nada y me negaba a hacerlo.

Después de un rato Jairo se despidió de mí y me fui a comer algo.

Cuando terminé tocaron al timbre y me levanté del sofá para abrir.

Miré por la mirilla y vi a Marina del otro lado.

Abrí y entonces entró para darme un abrazo enorme.

Correspondí y después la alejé de mí.

– ¿Qué tal el día?– preguntó sentándose en el sofá.

– Bien. Jairo ha venido y ha estado un rato por aquí.

– Creo que le gustas.– informó.

– Pues que lo hubiera hecho antes. Ahora no me vale.

– Irina, asúmelo, Gavi no va a volver a ti. Haz tu vida, y que le den. Eres preciosa y seguro que puedes tener a todos los que quieras en el bote. Solo necesitas creértelo y confiar en mí y sobretodo en ti.

– Marina...

– Es la verdad tía. Ya vale de mendigar amor. Te mereces que te den todo el que tú has dado a todo el mundo. No es justo dar sin pedir nada a cambio y que encima no sepan corresponderte como mereces. Deja a Gavi de lado, despídete de todo lo que habéis vivido, porque el que se va sin que lo boten, vuelve sin que le llamen. Y no lo merece.

Sentí varias lágrimas caer por mis mejillas y Marina se levantó para llegar hasta mí y envolverme en un abrazo cálido y reconfortante.

Como los que él me daba.

– Venga preciosa, sabes que me tienes aquí para todo lo que necesites y más. ¿Vale?

Asentí totalmente segura.

Marina era una de las pocas cosas estables que tenía desde que me mudé

Y me sentía muy feliz de saber que la tenía en mi vida y de que siempre iba a estar de mi lado.

Después nos tumbamos en mi cama y estuvimos riéndonos de un chico que le había escrito a mi amiga intentando algo con ella.

Al rato vi que Ana había subido una historia a Instagram y estuve a punto de meterme para ver que es lo que había subido, pero Marina me quitó el móvil impidiéndomelo.

Había estado varios días pensando en dejar de seguirles a ambos, y tras consultarlo con Marina, estuvo totalmente de acuerdo. Así que me devolvió el móvil y después dejé de seguirles.

No quería tenerles activos en mis redes sociales mientras intentaba curar lo que sentía, aunque sinceramente iba a costarme mucho tiempo hacerlo.

Marina no tuvo ningún problema con quedarse conmigo a dormir.

Así que acabamos zampándonos media nevera y después de hacernos peinados y de echarnos cremas nos tumbamos en mi cama de nuevo.

Marina se giró para mirarme y después sonrió.

– Buenas noches, tonta.

– ¿Tonta?– dije sonriendo.

– Eres mi tonta favorita.– respondió con una sonrisa.

Sonreí totalmente consciente de ello y coincidí con ella.

Mientras cerraba los ojos me vino a la cabeza las veces que había dormido con él.

Y lo echaba muchísimo de menos.

Su toque.

Su olor.

Su costumbre de abrazarme por detrás y darme calor.

Solté un suspiro y después me giré y entonces tras alejar todas esas ideas de mi mente, acabé quedándome dormida.

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Aiaiaiaiaiaiaiaiai :)

𝐌𝐔𝐓𝐔𝐀𝐋 𝐇𝐄𝐋𝐏 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora