🪻 2 🪻

18 4 0
                                    


♬ Billie Eilish - Ocean eyes


Se podría decir que la estación favorita de Rain era el frío invierno, lo amaba, y, en cambio, sentía un gran rechazo por toda aquella estación cálida.

Tenía su respiración agitada mientras corría tal cual, como una liebre, esquivando árboles por todo el bosque.

Sus llamativas botas amarillas se encontraban cubiertas de barro, junto a su gran campera del mismo peculiar color. De su frente caían finas perlitas de sudor, y sus labios, de los cuales colgaba una sonrisa desafiante, portaban un vivo color salmón.

— ¡Hablo muy en serio, vuelve aquí, mocoso! —se escuchó una voz gritar.

Pero vamos, si por algo era conocido Rain, definitivamente era por su placer irremediable en ser rebelde y no seguir ninguna regla que le fuese impuesta.

—Corre cerdo, más rápido. No me gustan los hombres demasiado lentos para moverse, ya sabes —dijo con sorna dándole un guiño al individuo jadeante que le perseguía.

El hombre gruño, causando que Rain no pudiese controlar la fuerte y armoniosa carcajada que salía desde su garganta.

—Lina no te recibirá más si no vuelves ahora mismo, Rain. ¡Deja de jugar como un maldito niño y volvamos!

—Ah... —Rain suspiro—, creo que tú eres el que no está entendiendo.

Los dos se encontraban en un borde del bosque de la aldea Venus. Rain estaba parado frente al hombre, cerca de algunos árboles, mientras este daba la espalda a un pequeño riachuelo.

—Cállate, mierda. Cállate y vuelve aquí.

—Que no quiero, dije.

—Rain, haces las cosas fáciles o te obligo a que las hagas, no me importaría tener algunas cosas viniendo de ti, ¿no lo crees? Tal vez Lina por fin me permita jugar contigo, llevo años insistiendo, pienso que esta vez podría aceptar —dijo mientras relamía sus labios y sus ojos le daban una barrida al cuerpo del más joven.

Rain tembló.

Aún podía escapar, lo sabía. Solo necesitaba saltar la maldita reja que había unos cuantos metros más allá, la cual cumplía el rol como la esencial frontera de la aldea Venus, y si conseguía hacerlo, él podría ser libre... ya no más dolor, ya no más abuso, ya no más golpes, ya no más recuerdos del pasado.

Así que, aferrándose a aquella esperanza, en cuanto Rain vio como el hombre se abalanzaba hacia él con sus asquerosas manos, subió una de sus piernas todo lo que pudo, y con sus botas llenas de barro y algo de nieve descongelada, patio fuerte en su cara, una más; justo en su entrepierna.

Entonces, corrió.

Corrió.

Y corrió.

No tenía ni la menor idea de por cuantas horas había estado intentando escapar de ese bosque, pero lo que sí tenía claro eran dos cosas, primero: estaba perdido, segundo: tenía hambre.

Sus pensamientos empezaron a jugar contra él, y mientras caía la noche sus ojos iban acumulando agua, sintiéndose la persona más jodida en el mundo, ¿realmente así iba a terminar todo? ¿Moriría de frío en el invierno, con hambre y con sumo cansancio?

—Dios, a veces sí que eres bastante injusto —susurro mientras caminaba entre el barro y nieve, no percatándose de un charco, el cual le hizo resbalar y golpear fuerte contra el suelo.

Un grito se escuchó, seguido de un sollozo, las manos fueron directo hacia su pierna derecha que empezaba a doler más de lo que se esperaría por un pequeño resbalón.

— ¿Es en serio? —Preguntó a la nada mientras miraba el cielo nocturno—. Dios mío, creo que realmente enloquecí por hambre —sus manos bajaron hasta su panza y acariciaron suavemente mientras tragaba pesado.

Intento ponerse de pie, cosa que se le dificultó al sentir un doloroso tirón en todo su muslo. Sus manos rápidamente bajaron y palparon, encontrando un líquido espeso proveniente de su pierna.

«Perfecto, gracias Dios», pensó al darse cuenta de que se había lastimado con alguna maldita piedra al resbalar.

La luna ya se encontraba en lo alto; hermosa e imponente. El vaho salía de los labios de Rain por el frío, ya no sentía sus manos, y su pierna derecha se arrastraba gracias al corte en la parte superior.

—Lento y seguro —hablo mientras mordía su labio inferior e intentaba caminar más rápido hacia la gran reja, que ahora podía ver.

Un grito se escuchó, y la cabeza de Rain giro como si tuviera un hilo atado tirando hacia aquella voz.

Todo su ser entro en duda, estaba cerca de la reja, pero también había alguien pidiendo ayuda... y Rain sabía a la perfección lo que se sentía no contar con nadie.

Avanzar o desviarse, era la ecuación que se planteaba.

Entonces se vio así mismo llorando solo en el basurero luego de haber sido golpeado y humillado por sus compañeros de clase, no lo soporto. Un gruñido salió de sus labios mientras tomaba una nueva dirección, empezando a caminar hacia la dichosa voz, la cual le había obligado abandonar su tan esperanzadora oportunidad de libertad.

Una gran puerta de color negro se impuso frente a él, lo irónico era que se encontraba a unos cuantos metros de la famosa reja, y Rain se preguntó si el dueño de aquella gran casa le dejaría pasar por allí para poder salir de la aldea. Después de todo era más fácil que escalar e intentar saltar la reja, la cual contaba con corriente y vidrios incrustados en la cima para que nadie pudiese entrar o salir sin ser visto.

Su cuerpo se quedó estático y su corazón se hizo pesado, mientras que por la hendidura de la puerta podía ver y escuchar a un hombre gritar mientras se removía en el suelo.

No lo pensó, en lo absoluto.

Sus manos se hicieron puños, empezando a golpear con fuerza la puerta que parecía atascada. Golpeó una y otra vez, hasta que logro que esta cediera.

El dolor punzante en su muslo pasó a segundo plano, sus dientes se apretaron entre sí cuando sus piernas chocaron contra el frío suelo, y sus brazos sostuvieron a aquel hombre que tenía las manos aferradas a su rostro.

Todo se detuvo.

No más dolor.

No más gritos rotos.

No más lágrimas.

La cara de Aidam quedo a la vista de Rain, sus miradas perplejas encontrándose; el inmenso cielo y un profundo océano uniéndose, abrazándose y sintiéndose por primera vez.

Rain subió una de sus manos delicadamente hasta posarla en el rostro de Aidam, acunando su mejilla mientras el mencionado cerraba fuertemente los ojos.

No podían verlo.

No, no, no otra vez

Le dirían monstruo

Le dirían cosas feas.

Aidam no quería volver a morir, no podía.

Entonces aguardo, esperando, pero en nada preparado para las palabras qué logro escuchar, dejándolo plenamente desconcertado.

—Es asombroso...—Rain susurro mientras que con su pequeña y cálida mano daba carias al pómulo del hombre que se estremecía en sus brazos.

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora