🪻23🪻

6 2 0
                                    


♬Michele Morrone - Hard For Me


— ¿Está bien de esta forma para ti?

Era domingo por la mañana, Rain había decidido partir hacia la plaza en cuanto estuvo despierto. Realmente necesitaba mejoras en su cabello, y claro, Liz, aquella mujer rubia dueña del salón de belleza en la aldea Venus, le ayudaría a mejorar su decadente aspecto, según Rain, por si hacía falta recalcar.

—Me gusta... es precioso, gracias. —procuro responder en voz baja, no queriendo despertar al pequeño bebé de tan solo dos años que se encontraba en un coche al lado de su madre, la cual le dirigía una sonrisa de suficiencia.

—Te lo dije, soy una maestra cuando de estos temas se trata. Aunque tu rostro ayuda mucho, Rain.

Fue reconfortante. Rain no pudo negar lo bien que le hizo sentir aquel comentario por parte de Liz, se sintió cómodo, atractivo, y, por supuesto, aún más importante; seguro.

La vida daba muchas vueltas, ¿no era así?

Recordaba haber llorado tanto hasta vomitar luego de que ningún niño quisiese ser su amigo, y aún peor, crear todo un océano de sus lágrimas saladas al no haber tenido la reacción esperada cuando se tiño el cabello en la primera ocasión, porque bueno, Rain en ese entonces creía que tal vez ser especial no era tan malo, y que, si hacia algo para que los demás lo notaran también creerían que él era cool, tal como su madre le solía afirmar cada mañana al despertar.

Sobra decir que no fue así. En lugar de ello... todo empeoro. Ahora Rain ya era un hombre de casi veinte años, enamorado y correspondido, o al menos eso era lo que creía y esperaba.

Si intentásemos ir más profundo de aquella mata de cabello nuevamente azul, encontraríamos tal vez un camino rocoso y con muchas espinas, recuerdos amargos, y recuerdos que se habían invadido de tristeza, ahora teniendo pequeñas gotas de agridulce, y ciertamente, esos recuerdos tenían que ver con aquella amorosa mujer que le había dado la vida.

Rain creía que mantener su cabello de aquel tono le haría más cercano a ella, pues... pese a todo, fue la primera persona en ayudarle con aquella loca idea. Y la extrañaba, dioses, le hacía muchísima falta, que aun en noches lluviosas y grises, seguía mirando el cielo y pidiendo en gritos silenciosos; que volviese a él, que por favor no le abandonase de nuevo.

Vislumbro la mansión Ling hasta pasado el mediodía.

Aidam se encontraba en la parte de atrás del mostrador en la joyería; estaba sentado en una pequeña butaca mientras bebía café y hablaba por teléfono con un tono de voz que Rain podría describir como irritado. Al frente de él se encontraba Erick, con su conocida sonrisa cínica de medio lado mientras llevaba frituras a su boca, las uñas pintadas en negro, y con los dedos llenos de miguitas de aquel alimento.

Dicha escena que, a decir verdad, ya ni sorprendía en demasía a Rain. Ellos dos junto con Alicia parecían haberse vuelto mejores amigos de un día para otro, y aunque a veces tanta cercanía e invasión de espacio personal hacía a Rain poner morado de los celos, él solo podía suspirar por lo bajo, volteando su rostro en dirección contraria e intentando mantener una regulación emocional adecuada de lo que se suponía era una persona madura.

Exactamente, esas palabras eran las que Rain había utilizado una noche luego de haberse enterado de que Erick y Aidam parecían haber sido algo más que íntimos en un pasado.

Pasado..., era agotador. Volvía a estar excluido, y realmente necesitaba saber qué era lo que estaba sucediendo a su alrededor, pero todos parecían subestimarlo, tratándolo como si fuese un pequeño niño que solo sabía llorar y comerse los mocos.

O sea, sí, lloraba, y mucho, pero, ¿quién no lo hacía después de todo? Era humano y sentía. Eso... y su hasta ahora ardua labor de aprender a lidiar con las emociones e identificarlas. Crecer, ser responsable de sí mismo, y sanar, ciertamente llevaba su tiempo. Sin embargo, no por ello era mejor que lo trataran como alguien frágil quien no podría saber manejar una situación difícil. Pero, oh, sí, Rain sabía que todo iba ligado con los recientes asesinatos.

—Es un fiasco —la voz de Aidam se escuchó en la joyería, el vaso de papel donde antes había estado su café caliente, fue arrugado por el cerrar de su mano, una vena se recalcaba en su frente y sus ojos se veían dilatados.

Tal parecía no haber tenido lo que quería de esa llamada.

—Señor Dam...

—Rain... ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —cuestiono, su mano echa puño relajándose y sus hombros tensos cayendo.

—Acabo de llegar —respondió suspirando en rendición, causando que los mechones en su frente se movieran.

«Era atractivo, por el creador, se veía demasiado bien con el cabello nuevamente de azul» Aidam carraspeo en un intento por parar la bruma que eran sus pensamientos y rápidamente se apuró a decir:

—Te sienta bien... el tono de azul, te sienta bien.

Y sonrió. Una sonrisa que hizo a Rain sentir sus piernas agua, sin ningún hueso que pudiese sostenerle.

— ¿Sucedió algo? —con las mejillas y orejas de un tono rojizo pregunto, queriendo simplemente evitar momentáneamente el tema. Erick estaba presente y aunque lo que desease justo en ese instante era ir y fundirse en el pecho de Aidam, algo muy dentro de él era sumamente receloso con permitir a otra persona observar ese tipo de intimidad. Ese que se supone solo debía ser de ellos dos.

Sin embargo, una vez más el destino pareció ser un cruel y tramposo jugador porque cuando Ling Aidam volvió a ponerse a alerta, su semblante oscureció, apurándose a responder:

—Nada que debas saber o importe realmente.

Dolió... muchísimo más de lo que Rain habría esperado.

Y muchísimo más de lo que pudo decir.

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora