🪻29🪻

5 2 0
                                    


♬ Ruelle - The Other Side

Unas horas más tarde, Ling Aidam se encontraba afuera de una cabaña de tonos verdosos con una diminuta chimenea de la cual salía humo. Levantó su mano, dispuesto a tocar con sus nudillos huesudos la puerta de madera que daba la bienvenida a aquel hogar, pero grande fue su sorpresa cuando de ella se asomó un Rain con el cabello en un tono de azul mucho más cenizo del que le había visto portar alguna vez.

Era bellísimo. Tan, pero tan atractivo, como solo Rain sabía serlo.

—Estás aquí —le dijo con una sonrisa chiquitita metiendo su cabeza hacia la cabaña para gritar—: ¡¡Te dije que tenía razón, está aquí como un chiquitín aguantando frío!!

«¿Uh, chiquitín, él? ¡¿Él?!», pensó Aidam mientras apretaba sus labios en una fina línea sin saber qué decir.

Tampoco hizo mucha falta, ya que las manos de Rain sujetaron las suyas y le guiaron hacia el huerto en la parte trasera de la cabaña luego de haber intercambiado uno que otro grito con Liz.

— ¿Briana? —fue lo primero que pudo preguntar una vez que habían llegado al huerto.

Rain rio por lo bajo mientras le abrazaba, sorpresivamente, su nariz en forma de bolita, acariciando una y otra vez su cuello mientras dejaba uno que otro besito por ahí.

—Prepara un pastel de zanahoria para Moon, es el bebé de Liz —le explicó tomando distancia con los hoyuelos, remarcando sus mejillas y los ojos grandes, mucho más brillosos de lo normal—. Te extrañé... fueron casi dos semanas, ¿tú no a mí?

¿Cómo podía decir algo así? Aidam casi y se sintió morir al no tenerle cerca. Estábamos alardeando, claro está, pero aun así... le había echado de menos.

—Lo hice, lamento no haber venido antes, no sabía cómo acercarme, pensé que me odiabas —le dijo con la voz bajita, sintiendo sus pies flotar cuando Rain se estiró un poquito y roso sus narices, respirándole justo sobre la boca.

Le tomó con los dientes el labio inferior, jalándolo, como si nada, como si no estuviese, saboreando su cabida con suma delicadeza. Rain era en definitiva un desvergonzado, y Ling Aidam podría morir feliz ahí mismo. Aquella criatura de ojos brillantes le besó como nunca, muy lento, cariñoso y cargado de mucho ahínco.

Fue un beso húmedo, con chasquidos de por medio, sus lenguas rosadas jugando la una con la otra. Las manos de Aidam fueron hasta la espalda baja contraria, atrayéndolo hacia sí mismo, y Rain se dejó hacer, encantado, sujetando fuertemente sus hombros mientras le comía la boca, dejando pequeños besitos cargados de un inmenso cariño por todo el rostro.

Unos minutos después se encontraban con las frentes recargadas la una sobre la otra e intentando regular sus respiraciones.

El tiempo parecía ser presuroso cuando se compartía con alguien que te hacía sentir infinito, que te hacía sentir tan embriago de una cálida sensación la cual tomaba por posesión tu cuerpo, no dejándote pensar con claridad y solo orillándote a cometer cualquier cantidad de locuras en nombre del amor, arriesgando todo por temor a perderlo sin tener siquiera la oportunidad de poder vivirlo.

O bueno, eso quería poner de pretexto Ling Aidam quien no siendo capaz de contener más aquel sentir que revolucionaba por completo su corazón y ser, se veía obligado a tomar la osadía de profesarlo, con el miedo latente de que el rey celestial terminara por acabarlo sin otorgarle explicación alguna.

—Te amo.

Fue apenas un susurro, pero impactó con tanta fuerza en el ser de Rain que no se abstuvo de derramar aquella cálida agua salina que se le acumulaba en los ojos, y sin poder corresponder con palabras, solo pudo optar por abrazarle fuertemente mientras le besaba con suma dulzura.

¿Acaso estaba soñando? Oh, por favor, rey celestial, no dejes que despierte jamás si de un sueño banal se trata, implora un joven con el corazón hecho trizas sin poder soportar una decepción más.

El atardecer empezaba a suceder justo en frente de sus ojos, y mientras Rain le seguía abrazando fuertemente con temor de que todo desapareciera, Aidam sentía cómo un pequeño pinchazo en su pecho se iba haciendo más y más grande a medida que la noche iba cayendo.

Sus ojos picaban mientras miraba fijamente aquel cielo en matices naranjas y moradas; las hojas de los imponentes árboles se movían tan frágilmente que la fresca brisa podía sentirse en cada arrebolada mejilla. Aidam se atrevió a inquirir por lo bajo con la voz algo ronca, y solo para que Rain escuchara:

—Es estúpido, ¿verdad?

— ¿Qué cosa?

—El oxígeno es un claro ejemplo de que hasta lo más preciado dado en exceso puede lastimar..., y eso, eso es similar a nosotros.

— ¿Te estoy lastimando?

Aidam sonrió ante la suave voz con inquietud, colándose por sus oídos.

—El oxígeno es indispensable para que el ser humano pueda vivir, pero junto con toda su composición también trae esta toxicidad que nos lastima lentamente. Es una sustancia química que en demasía puede llegar a ser letal... ¿No crees que es así con todo lo que nos rodea, Ángel?

—Señor Dam, yo no estoy logrando entender.

—Tu existencia en mi vida ha mutado en brillos y sensaciones extraordinarias.

— ¿Eso me hace similar al oxígeno? —cuestionó con incredulidad Rain, sus ojos cristalizados y una de sus manos aferrándose fuertemente a la de Ling Aidam.

—En parte. Te amo, empecé a vivir cuando llegaste a mi vida, y si te vas... Yo no tendría por qué continuar, ¿lo entiendes? Te amo tanto que me destroza y me vuelve a reparar. No soportaría tu partida.

—Pero es que no tienes que hacerlo, no me iré —le prometió mientras le tomaba por las mejillas, buscando su mirada para poder reafirmar—: estoy aquí, Dam, no me voy a ningún lado.

Y oh, por todas las santas esferas, que alguien por favor le sacase el corazón del pecho, porque Rain lo sintió hacerse añicos cuando Aidam solo le sonrió mínimamente, negando con su cabeza, el cabello castaño oscuro, revolviéndose junto con el viento.

—Nada es eterno cuando hablamos de felicidad, y sé, yo sé que algún día vas a querer más, así que perdón, pero esto es lo que soy: un monstruo —le dijo con la voz en un hilito, la luna poniéndose a sus espaldas, y las lágrimas rebeldes deslizándosele por las mejillas.

Rain negó rápidamente con la cabeza, acercándose todo lo posible para limpiarle las lágrimas antes de que estas mismas se endurecieran y al resbalar dañaran la tierna piel de su rostro. Las manos temblándole mientras se acercaba para picotear sus labios rápidamente mientras le suplicaba bajito.

—Por favor, no. No te permito que continúes con tal discurso hiriente.

Y le volvió a sonreír, el maldito solo sonreía, haciéndole casi salir de quicio.

—Un monstruo con una desgastada máscara que intenta jugar a ser feliz. ¿Lo entiendes ahora, ángel? Aunque quisiera con todo mi asqueroso ser darte más, simplemente no podría hacerlo.

Sin tambalear, y sin retroceder, le tomó con firmeza de la barbilla mientras le sostenía fijamente la mirada. No estaba dispuesto a callar más. 

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora