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♬ Bon Iver & St. Vicent - Roslyn


La importante y reconocida familia Ling; dueña de una gran cadena de hoteles y joyerías por todo el mundo, se posicionaban entre los primeros en la historia en prestar el servicio de hotelería, convirtiéndose en los principales fundadores de la aldea Venus, la cual aún era uno de los misterios más grandes para los altos Alpes, ya que no se podía explicar a ciencia cierta su irremediable belleza y rica vegetación, dado la climatización de aquel lugar.

En el presente era su descendiente más joven el encargado de supervisar que no faltase nada en la aldea. Ling Aidam no era el alcalde o el líder de dicha población, pero sí era uno de los mayores inversores en la sostenibilidad y vida digna de cada uno de los aldeanos.

Algo irónico, a decir verdad, luego de que los antecesores de estos mismos quemaran viva a gran parte de su familia, acusándolos de brujería.

Fueron tiempos tortuosos donde el poder sentirse aliviado a través del llanto le fue cruelmente negado. Aidam tenía una gran coraza encima, no quería dolor, y, por ende, no quería volver a salir lastimado.

Si bien aceptaba que tal vez sus antepasados eran bastante clasistas y orgullosos, también era consciente de que siempre buscaron las mejores formas de asegurar el bienestar de las personas que los seguían.

La aldea venus estaba a dos horas alejada de la ciudad central, en aquellos Alpes llenos de nieve y donde casi el sol no llegaba. Sus vestimentas no eran nada fuera de lo normal, consistían en largos abrigos elegantes, bastante ropa de lana gracias a las artesanas de la aldea, y también pequeños caprichos de bonita seda, que claro estos solo eran para presumir en interiores, ya que el frío no ayudaba.

La tecnología también iba a la par, todos portaban sus aparatos electrónicos con orgullo, pero aun así sabían apreciar el dejarlos de lado. Era una comunidad en gran parte unida... al menos esta última generación, la cual se preocupaba más por la buena conexión a internet para sus clases en línea, los que asistían a la universidad y aquellos que trabajaban desde casa, que por las malas habladurías que circulaban.

Se contaba con una escuela para pequeños y un colegio bien condicionado para los más grandes. Gran parte de sus habitantes estaban porque habían nacido allí mismo, en aquella hogareña aldea, y siendo la menor cantidad, aquellos turistas que decidían empezar a vivir ahí luego de haberse enamorado del lugar en alguna visita. No, no era grande, tampoco tan reducido como una vereda, solo era lo suficiente... lo suficiente para contar con una cosa de cada entidad de importancia, y tal vez esa era la parte menos atractiva, la escasez que se tenía en las opciones.

Si pasabas vergüenza una vez en el colegio y ya no querías ir más, estabas en problemas porque tendrías que madrugar para alcanzar a llegar al horario de los colegios en la ciudad o tomar clases en línea —las cuales no eran tan amables con el bolsillo, por si hacía falta aclarar— pues... ahí, en Venus, no se contaba con algún otro colegio.

Las generaciones están en un cambio constante, y aunque Ling Aidam algunas veces quisiese salir y celebrar de las cosas que compartían en la comunidad de la aldea, no podía... aquella profunda opresión en su pecho no le permitía ser parte de ese entorno.

El dolor siendo lo más sobresaliente en todos esos pequeños intentos por integrarse.

No había podido perdonar, no había podido olvidar... siendo eso uno de los factores claves, por lo cual justo ahora se encontraba cargando con aquella maldición que hacía sus ojos azules brillar y doler más de lo necesario.

Le arrebato la vida a una persona, ese acto ocasionando que el pacto de toda su familia, incluido él, se rompiera.

Y ahora, justo en este momento, en otra noche más... se encontraba acostado en la cama de su habitación, con la respiración atascada y su cuerpo lleno de sudor frío, mientras sus oídos se aturdían por miles de voces. Pudo escuchar pasos apresurados venir hacia él, la puerta de habitación siendo abierta, y unos brazos rodeándole.

—Respire, por favor, respire...

La voz de Rain se coló en sus oídos, no siendo capaz de evitar el suspirar aliviado, sintiendo su corazón cálido y sus ojos en un ardiente fuego al no poder llorar y sacar de alguna forma el torbellino que le estaba destrozando.

—Solo fue una pesadilla, por favor, Dam. 

De nuevo la etérea voz llamándole, haciendo desvanecer de sus pensamientos aquellas caras incineradas y con expresiones tétricas que se habían quedado grabadas en sus pupilas hace unos minutos.

—Una pesadilla —Aidam susurro bajito mirando fijo el rostro contrario empañado de lágrimas.

«¿Por qué?»

«¿Por qué estás llorando mis lágrimas?»

Rain se acercó a él mientras le siseaba, sus respiraciones encontrándose y mezclándose mientras el de cabello azulado alzaba una de sus manos para correr el cabello de la frente sudada de Aidam.

Un suave beso fue dejado allí, y Aidam sintió el aire volverle al cuerpo, entrecerrando sus ojos, se acercó a la calidez que Rain desprendía, queriendo más... anhelando por más...

Oh, gran rey celestial, por favor entrega consuelo a tal alma desconsolada.

¿Qué pasaría si...?

Los labios de Rain se posicionaron sobre los suyos con suma delicadeza, y fue tan suave, tan insufrible, que los dos individuos se sintieron delirando por ese simple contacto. Aidam con sus ojos fuertemente cerrados mientras Rain sonreía entre aquel beso, tan solo un roce de labios,pero siendo lo suficiente para tener a los dos suspirando por mucho más.

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora