🪻31🪻

3 2 0
                                    


♬ Jeff Satur - Why Don't You Stay (WorldTour Ver.)


Las botas de color negro y con un afilado tacón resonaron por todo el suelo de la joyería. No hablo, no saludo, y mucho menos determino o miro a las personas que en plena mañana del lunes se encontraban allí. Sus pasos fueron determinados y rápidos, camino detrás del gran estante y se dirigió hacia la parte trasera en busca de aquella cabellera castaña que tantas canas le hacía tener, y no lo creía, en definitiva, Alicia no podía creer que existiese en el universo alguien más exasperante que el mismo Ling Aidam.

La había tenido como si fuese una bendita montaña rusa en algún feo y oloroso parque de diversiones «De arriba a abajo», según le decía ella.

No había información, muy escasa si somos realistas, y eso... dejaba poco con lo que se pudiese trabajar o rastrear. Estaba exhausta, y claro, ya se podrían hacer la idea de lo tedioso que se estaba volviendo la situación si un carer; mismísimo descendiente de los sagrados arcángeles utilizaba aquella palabra.

—No puedo seguir con esto, Ling —fue lo primero que exclamó al llegar a los sofás que se encontraban en la parte del fondo de la joyería.

— ¿No hay noticias nuevas?

Alicia negó, su mirada se fijó en la cicatriz que cada vez se iba extendiendo más y más por el cuerpo de aquel hombre.

— ¿No deja de crecer? —inquirió aclarándose la garganta, sintiéndose un tanto avergonzada cuando los ojos de un llamativo azul le miraron con interés.

Sí, le preocupaba, y sí, la dichosa mirada escalofriante en Aidam ya había desaparecido, pero... aquella ramificación en su cuello no lo hacía.

Y eso... eso los tenía helados a todos.

—Quiere que los perdone, pero ya sabes mi respuesta hacia ello.

—Ling, estás siendo un idiota, ¿sabes eso?

—La verdad me tiene sin cuidado alguno lo que pienses.

—No —le dijo casi escupiendo con indignación sus palabras—. Escúchame. Tienes la maldita oportunidad de dejar toda esta mierda atrás, de sanar, de regresar a la normalidad y amar a Rain, pero ¿qué carajos haces, Aidam? Te cierras, por los dioses, te cierras de una manera, y esa cabeza hueca tuya no cede —su voz se hizo un hilito al decir—: ¿Sabes lo que daría yo al tener la oportunidad de estar nuevamente con Héctor? ¡¡¿Acaso puedes saberlo?!!

—¡¡Basta!!

Los gritos atrajeron la atención de las personas que aún se encontraban dentro de la joyería, y mientras se esforzaban por mirar hacia la parte trasera, Rain se interponía sonriendo en grande, intentando despacharlos a todos y agradeciendo por la visita.

—Ve, yo me encargo de esto aquí —Alexis le susurró cerca del oído, sus manos sacudiendo el pequeño delantal atado en su cintura y una sonrisa angelical; de esas que solo utilizaba para manipular, dibujándose en sus labios.

Dicho y hecho, Rain llegó a la "zona de descanso" que tenía la joyería en la parte trasera, y si bien en un inicio había estado muy decidido de ir, una vez había visto por completo la escena, las dudas no tardaron en consumirlo.

Aidam tenía la cara roja y se remarcaban venas en su frente y garganta. Alicia, por su parte, tenía las manos enguantadas echas un puño, mientras el látigo de cuero negro que siempre se le veía portar descansaba tirado en el suelo, justo en el centro de ellos.

—Tú no tuviste que ver a tu familia ser asesinada. No tienes ningún derecho, no lo tienes.

—Héctor...

—No. Ni siquiera intentes compararlo. Respeto tu dolor, así que por amor a lo que sea que le tengas, respeta el mío, no lo hagas menos y no lo compares —remarco el final con su tono de voz bajo, se dio la vuelta, paso por el lado de Rain, y sin siquiera saludar a las personas que se encontraban cerca, siguió, no mirando atrás ni una sola vez y con el único objetivo de llegar a su dormitorio.

—Tienes que dejar de subestimar su dolor, Alicia —dijo Rain unos minutos después, manteniendo su mirada fija en la mujer que vestía de negro y tenía su labio inferior atrapado entre los dientes mientras se abrazaba a sí misma.

Casi a punto de romperse.

Rain podría jurar que la última vez que la vio de esa forma fue cuando recién se conocieron y ella con un trapo húmedo limpiaba su espalda, justo en la parte de las costillas donde la sangre no parecía querer parar, y un Rain de siete años mantenía sus puños apretados junto con sus ojos cerrados intentando no gritar.

Pequeños detalles de un pasado lúgubre, pequeños y casi inexistentes recuerdos en los cuales era golpeado por sus cuidadores solo por no querer ceder a su entorno.

—Lo envidio —susurró ella en una contestación con los ojos llorosos, sacándolo del mar de pensamientos en el cual se había sumergido—. Él tiene opciones, un mestizo siempre las tendrá, en su lugar, a alguien como yo... se le han agotado.

—Alicia...

—No, está bien —su mano derecha subió a limpiar una de sus mejillas llena de lágrimas—. ¿Sabes por qué un ser de luz termina convirtiéndose en carer?

Rain negó, suavemente, sus labios en una fina línea, mientras le veía con compasión.

Era triste, era sumamente triste ver a las personas cercanas a ti tan devastadas, y lo que lo hacía aún peor era el no poder hacer nada para ayudarlas.

—Suicidio... un ser humano que no encuentra sentido a su existencia o siente el ya no tener la fuerza necesaria para continuar, decidiendo con esto quitarse la vida, terminará como carer.

No lo espero, ni siquiera se lo imagino, el golpe desprevenido impactándolo con una fuerza casi brutal, cortando su aire y causándole un malestar mucho más allá del físico.

Su mirada, estando cristalizada al caer en cuenta de que aquellas personas las cuales velaban por su bienestar a diario y le trataban tan amablemente, habían tenido que pasar por aquello... fue devastador. Tenía la tonta creencia de que los carer eran eso; hermosos seres alados, cuidadores de vidas y almas llenas de luz.

Oh, pero qué tonto niño había sido, aquellos seres que vestían de negro nunca podrían compararse con algo tan banal como una luz, ellos eran mucho más que un simple destello cegador que prometía infinita calidez.

—Eso quiere decir que tú, y Briana, y-y...

No pudo continuar, su voz casi rota, impidiéndole concretar una oración creíble que pudiese buscar alguna excusa para justificar tal cosa.

—Todos —le quiso aclarar Alicia al percibir su conflicto interno.

—No sé cómo debería ver al creador ahora.

—Como un alguien que brinda una segunda oportunidad para que hagas bien las cosas.

— ¡Les está castigando!

— ¡Nos está enseñando, Rain!

—Dam no se merece esto.

—No, claro que no. De todos aquí él es el que más sufre y el que menos tendría por qué hacerlo.

—Entonces, ¿por qué es de esa forma?

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora